Regreso inmarcesible | El Nuevo Siglo
Lunes, 29 de Noviembre de 2021

Todo parece indicar que los bogotanos tenemos que conformarnos con el atasco en las vías, es decir, con la certeza de llegar a presentar alguna dificultad colosal para llegar a otro sitio, sin poder prever un tiempo estipulado y más aún si se trata de una salida de la ciudad.

La capital que mueve al país entero, que aporta la cuarta parte de la producción nacional y ofrece toda clase de oportunidades a quien toca a su puerta, o se levanta con una gestión de choque para garantizar el derecho a la circulación, más estrictamente con un plan de choque y contingencia en su infraestructura vial o nos vamos a tener que ver sumidos a normas de confinamiento permanentes, como lo han sido el pico y placa de las matrículas a vehículos y la saturación de los servicios de transporte público.

Cundinamarca y la Nación no pueden ser los papás de las soluciones al tráfico vehicular y el transporte en Bogotá (proyectos Regiotram del Norte, Metro, Ruta de los Comuneros – doble calzada Zipaquirá-Ubaté, para dar unos ejemplos). Si bien son factor de apoyo e integración, la ciudadanía pide a gritos que, por encima de la paciencia y la resignación, soluciones más inmediatas al problema de la movilidad, donde el Plan de Ordenamiento Territorial POT, que está por aprobarse, no puede abstraerse de este imperativo.

Lo cierto es que el principio de administración de no dejar traspasar lo importante por lo urgente, ya se desvirtuó por completo y toca apelar a atender la urgencia. El derecho a transitar libremente en Bogotá está gravemente afectado por las restricciones de circulación, bien normativas o impuestas por el estado de la congestión vehicular, a falta de prever una construcción de vías concomitante con el crecimiento y desarrollo de la ciudad.

La jurisprudencia constitucional es clara en afirmar que el derecho a la libre circulación y residencia es una libertad fundamental que impone a los Estados una obligación de garantizar el libre y goce efectivo de transitar, lo cual a su vez implica asegurar las condiciones dignas. Para resaltar se habla de “goce efectivo” y “condiciones dignas”.  Nadie como un bogotano para ser consciente que no se trata de una libertad absoluta, razón por la cual ha convivido por años con las restricciones de pico y placa sobre el tránsito de vehículos a determinadas horas de la semana.

No es posible entrar a Bogotá por el Norte, un domingo distinto a puente festivo, y llegar a una fila india, donde se pasa un kilómetro cada cinco minutos, es decir se tarda hora y media en pasar veinte kilómetros. Después de tener un camino aceptable en carretera, que también cada vez es más lento, es desesperante llegar al trancón -esto sin contar el de todos los días -.

Es esta una razón para cuestionar cómo es posible frenar la construcción de la ALO Norte, para descongestionar el transporte longitudinal de carga, con predios ya comprados, con sus estudios técnicos plenamente establecidos, y con una visión planeada por largos 60 años. Se respira que al menos quede su posibilidad de construcción, sin embargo, es este un frenazo.

No hay espera a defender las garantías a la mejor movilidad. Esta y muchas otras soluciones necesitan un plan urgente de choque y contingencia.    

         

*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI

atisbosmariaelisa@gmail.com