“Darle un sentido a esta existencia anárquica”: Diálogo con Ciro Guerra | El Nuevo Siglo
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Domingo, 18 de Marzo de 2018
Alejandro Ponce de León
El director de “El abrazo de la Serpiente” dice que el cine es capaz de alterar todos los sentidos y logra orden o sentido al mundo. Entrevista

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UNO de los nombres más grandes del cine colombiano contemporáneo es el de Ciro Guerra (1981). Reconocido internacionalmente por El abrazo de la Serpiente (2015) –nominada al Óscar como mejor película extranjera –, Guerra ha dirigido, producido, y escrito un importante número de cortos y largometrajes, entre los que sobresalen La Sombra del Caminante (2004) –Premio Cine en Construcción en Festival de Cine de San Sebastián– y Los Viajes del Viento (2009) –selección oficial del Festival de Cannes.

 

Oriundo de Río de Oro, Cesar –un lugar de tránsito y encuentro entre el gran Caribe y los Andes–, Guerra describe la suya como una infancia de pueblo, de estar en contacto con la gente que se disfraza, con las tradiciones, con los carnavales, con lo mítico, y lo musical. Estudió en la Universidad Nacional a finales de los noventa, donde, estimulado por el movimiento del Dogme 95 y en compañía de sus amigos, empezó a dar unos primeros pasos dentro del mundo del Cine independiente –tan difícil en ese entonces, expresa, como querer ser astronauta o torero en Islandia. De allí en adelante, la historia ya es conocida.

 

La obra de Guerra mezcla lo narrativo, lo poético, y lo visual, con gran maestría. Hablamos con él a propósito de su obra, de lo narrativo y lo sensorial, y del oficio del cineasta.

 

Antes que nada, quisiera que me contaras, ¿cómo fueron tus primeros encuentros con el mundo del cine, de la narrativa, y de lo audiovisual?

 

La primera vez que fui a cine, creo que fue a ver Volver al Futuro. Tendría cinco años, y sí, el impacto fue grandísimo. Me acuerdo de esas primeras idas a cine, de la impresión que me daba cuando se apagaba la luz, de la oscuridad y de esa sensación de estar viendo un sueño, que me parece que es el escenario ideal para narrar. Recuerdo que cuando volví del cine, ese día, me puse a dibujar todo lo que había visto. Me gustaba mucho dibujar. Siempre me gustó. Siempre he sentido como una cosa propia por contar historias, lo tuve clarísimo desde entonces. Yo escribía cuentos, hacía comics, dibujaba; todo lo que fuera narrar. Si hubiera nacido hace 15,000 años, creo narraría historias al lado del fuego o en pintura rupestre. Siento que pertenezco a esa línea que viene de mucho tiempo atrás, es una cosa que siempre ha estado en mí, entonces me identifico con la gente que narra.

 

Me parece muy interesante que digas esto, porque de cierta forma me recuerda a la tradición oral a la que apela García Márquez a la hora de contar el mundo Caribe.

 

Y no solo en el Caribe. En el Amazonas, los chamanes entienden que narrar el mundo es crear el mundo, y que nosotros somos el resultado de las historias que nos han contado. Nuestra sociedad está construida sobre las historias que nos han contado. Y creo que la narrativa construye al mundo, las historias que escuchamos son las que construyen nuestro imaginario, nuestros referentes, el universo simbólico en el que nos movemos. Para mí esto es cada vez más claro y en base a las historias que nos han contado es que construimos nuestra mirada sobre el mundo y de alguna manera ver cómo lo entienden y narran en diferentes partes del mundo ha sido súper enriquecedor para mí.

 

¿Por qué, entre todos los géneros narrativos que exploraste, decidiste irte por el cine?

Porque me parecía que era la mejor manera que yo podía imaginar de contar una historia. Hacer cine es como apagar la luz y contarte una historia; tienes todos tus sentidos concentrados, estás encerrado, estás atrapado en la película, y tienes toda tu atención, está puesta ahí. De alguna manera te están contando la vida, te lo están contando de una manera que es lo más cercano que existe en el despertar a los sueños. Contar historias de esa manera me parecía insuperable, no había mejor manera de contar –todo lo demás son, para mí, solo posibilidades-.

 

¿Alguna película que haya marcado tu mirada?

 

Muchas. Recuerdo que de niño la primera película que me cambió la mirada sobre el cine fue JFK, de Oliver Stone. A mí me gustaba mucho el cine estilo Terminator o Duro de matar, lo veía como un gran entretenimiento, pero recuerdo que esa película me sorprendió muchísimo y fue la primera vez que pensé que el cine era algo que trascendía al entretenimiento. Por esa época empecé a investigar mucho más sobre el cine, su historia y técnica, y descubrí dos películas que fueron las que realmente me cambiaron la mirada: 2001: Odisea del Espacio de Kubrick y 8 ½ de Fellini.

 

Ya en la época de la universidad, para mí fue muy importante descubrir la obra de Kurosawa, de Tarkovski, de Ford, de Antonioni, o de Howard Hawks. Fue muy importante descubrir el cine japonés, en general; el trabajo de Yasujirō Ozu y luego de Kenji Mizoguchi. También, en el cine latinoamericano, descubrir a Glauber Rocha fue muy importante, o a Tomás Gutiérrez Alea, el cineasta cubano. Conocer la historia del cine colombiano, a Víctor Gaviria y los grandes clásicos –todo eso fue un alimento para mi mente-.

 

Siento que en la última década, el cine colombiano ha dado un vuelco desde lo narrativo hacia lo fotográfico, haciendo de la experiencia del espectador un eje central a la producción cinematográfica. ¿Hay algo de esto en tu obra?

 

Para mí, una historia, antes de tener una línea narrativa, tiene clara una serie de estímulos sensoriales. Eso es, precisamente, lo que el cine te permite: no solo ver y escuchar los lugares sino sentirlos, imaginarlos, y completarlos en tu cabeza. Es tan poderoso que tiene la capacidad de afectar tus sentidos. De darte sed. De hacerte oler. De modificar la manera en que respiras. Cuando entras a una película, empiezas a vivir a su ritmo. Entonces, antes que saber exactamente cuál va a ser la trama o incluso los personajes, yo siento estas cuestiones sensoriales que la película debería transmitir, los colores que debería tener, las atmósferas, y siento que es algo que está íntimamente ligado a la historia que voy a contar.

 

En ese orden de ideas, podríamos decir que tu trabajo plantea una suerte de experiencia sensorial delicadamente curada…

 

A ver, yo creo que el mundo es anárquico y que la vida no tiene un sentido que podamos entender. A mí no me interesa traerle más caos al cine. Creo que el cine, al contar historias, tiene que ver con tratar de entender el mundo y tratar de darle un orden. Por eso a mí me interesan las películas que han sido elaboradas, que han sido compuestas, y que han sido trabajadas –porque en ellas no vez el mundo en todo su caos, su ruido y su furia, sino un intento de darle un sentido y un orden al mundo-. Creo que eso es algo que yo busco inherentemente: darle un sentido a esta existencia anárquica.

 

Universidad de California, Davis. www.alejandroponcedeleon.co