La verdad de Putin y el químico “Novichok” | El Nuevo Siglo
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Domingo, 18 de Marzo de 2018
Pablo Uribe Ruan @UribeRuan

Londres y Moscú rompieron relaciones el miércoles, después que Theresa May expulsara a 23 funcionarios rusos acusados de ser espías y de la intoxicación de Serguéi Skripal y su hija, ejecutada por enviados del Kremlin. Rusia ha dicho que es “imperdonable” esta acusación. Mientras, Putin se enfoca en su cuarto periodo como presidente y niega, una y otra vez, cualquier implicación, como en la invasión de Ucrania o en el dopaje de deportistas. En fin, como en todo

SU PODER es innegable: ha sido comparado con los zares. No con Stalin o Lenin, a lo que él mismo evita, por el sentido “revolucionario” que evocan. Él prefiere que lo vean como un autócrata, monárquico - pero sin linaje-  capaz de dejar atrás los vestigios de la Unión Soviética fracasada y nostálgica.

Vladimir Putin, presidente de Rusia, es quizá el hombre más importante del mundo, ahora. Es tan así, que Occidente no sabe qué hacer con él. Lo invitan a cumbres; poco sonríe. Lo llaman antidemocrático; se jacta de los organismos multilaterales. Lo acusan de ser el autor intelectual, o sus organismos de inteligencia, de homicidios contra exdetectives rusos, y él, sin dudarlo, niega cualquier autoría. Es un negacionista.

O es, más bien, un constructor de verdades paralelas. Un hombre que, como el Número Uno del “Infinito y Cero”, de Arthur Koestler, está en cada esquina, cada decisión, cada ficha que se mueve en Rusia, para acomodarla a sus intereses. Así, también, acomoda la verdad.

El gobierno del Reino Unido ha dicho que hay pruebas certeras que demuestran su autoría  (intelectual) detrás de catorce asesinatos contra exespías rusos residentes en ese país. Putin ha negado la acusación, pero la evidencia muestra, como en otros casos, que hay una estrategia sistemática para eliminar potenciales delatadores de Moscú -si ya no lo son-.

Dice Owen Matthews, en la revista The Spectator, de Londres, que “las mentiras de Putin no se refieren a la ocultación, sino a su capacidad para afirmar su poder sobre la verdad misma”. En 2014, desmintió, una y otra vez, que su Gobierno no tenía nada que ver con los separatistas ucranianos. Dos años después, aclaró que sí había apoyado a los separatistas, luego de recibir numerosas sanciones económicas impuestas  por la Unión Europea (UE), que, según sus opositores, estancaron la economía rusa.

La idea de que, depende de quién la diga, la verdad puede ser susceptible de variaciones, se refuerza con Vladimir Putin y Donald Trump. El primero quizá la enseñó al segundo, al menos en el terreno político. Niega, por ejemplo, que el Gobierno ruso patrocinó el dopaje de sus deportistas en los Juegos Olímpicos de Sochi, una realidad confirmada por todos los órganos encargados.

Novichok

Las relaciones entre Londres y Moscú están “peor que en la Guerra Fría”. Así lo dijo Evgenny Primakov Jr., designado “representante de confianza” de Putin autorizado para hablar en nombre de su campaña durante las elecciones presidenciales rusas, en charla con medios británicos.

En un encendido discurso del miércoles, la Primera Ministra del Reino Unido, Theresa May, acusó al gobierno de Putin –concretamente a un espía ruso que vive en Sallisbury, al sur de Inglaterra- de estar detrás del envenenamiento de Serguéi Skripal y su hija. Sin dilaciones, dijo que expulsaba a 23 funcionarios rusos de suelo inglés y exhortó a los organismos de inteligencia a encontrar los responsables, apuntando sobre “serias acusaciones” al gobierno ruso.

La idea de que, depende de quién la diga, la verdad puede ser susceptible de variaciones, se refuerza con Vladimir Putin y Donald Trump

Rusia, a lo largo de la semana, se ha limitado a decir que es un montaje de Occidente para deslegitimar las elecciones presidenciales de este domingo, en las que Vladimir Putin se convertirá, por cuarta vez, en Presidente. Los expertos han dicho que, después de las duras declaraciones de May, existe una base suficiente para apuntar a Moscú o a los productores rusos del veneno “Novichok”.

El “Novichok”, de fabricación rusa, fue el químico que usaron los agentes para dejar a Skripal convaleciente; casi paralítico. Todo apunta, según medios británicos, a que este crimen fue perpetrado por agentes rusos o el Estado ruso permitió que esta toxina letal saliera de Rusia, a través de mafias asociadas en Gran Bretaña.

La revista Novaya de Moscú -opositora al gobierno de Putin- habló con Vila Mirzayanov, un científico exiliado en Nueva York que hizo parte del equipo que en 1970 creó el “Novichok”. Sorprendido, dijo que “creía que los camaradas de Rusia no se atreverían a usar veneno”, añadiendo que el proyecto se mantuvo en secreto y luego del colapso de la URSS, el nombre de la sustancia se mantendría igualmente en secreto.

El químico es considerado como un arma química. Al comienzo, se conocía como “principiante”, pero luego fue ocultado por la Unión Soviética. En 1992,  el periódico Moskovskie Novosti publicó que aún se seguía fabricando. Tres años después, Mirzoyanov huyó a Estados Unidos, donde entró a un programa destinado a excientíficos soviéticos involucrados en el desarrollo de armas nucleares.

Aparentemente, Rusia lo sigue fabricando y, sobre todo, hace uso de éste afuera de sus fronteras. El portal BuzzFeed  publicó, con base en pruebas y testimonios de los organismos de inteligencia ingleses y estadounidenses, que Rusia estaría detrás de la muerte de catorces personas en Reino Unido, entre ellas, la de un millonario ruso, un espía británico, y otros más. Algunos han llamado el caso “Londongrado”.

Boris Johnson, canciller británico, dijo el viernes que “creemos que es muy probable que haya sido su decisión ordenar el uso de agentes neurotóxicos en las calles de Gran Bretaña, Europa, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial”.

El Kremlin ha respondido que es “imperdonable” acusar a un Vladimir Putin con un envenenamiento. “Hemos dicho a distintos niveles y en distintas situaciones que Rusia no tiene nada que ver con esta historia”.

Llama la atención, en todo caso, el momento en que se presentó el ataque. Faltando cinco días para las presidenciales, Skripal y su hija fueron atacados. El Kremlin dice que es para deslegitimarlas. ¿Iba a decir o estaba diciendo algo determinante? ¿Es, más bien, una acción premeditada de Occidente?

El caso sigue sin resolverse. Y no se resolverá. Porque entre el negacionismo de Putin y el amiguismo de May con Trump, afirmar que existió un responsable parece una tarea titánica.

Algunos le dicen a este momento de constante relatividad de los hechos la “postverdad”; otros, simplemente le llaman encubrimiento. Pero todos coinciden en una cosa: los espías están por todos lados y los tiempos entre Londres (es decir, Occidente) y Moscú “están peores que en la Guerra Fría”.