Off the record | El Nuevo Siglo
Foto archivo El Nuevo Sigo
Domingo, 18 de Marzo de 2018
Redacción Política

En la larga lista de candidatos al Senado que se ‘quemaron’ el domingo pasado uno de los nombres que más pesar generó fue el de la senadora liberal Sofía Gaviria, puesto que ella fue una de las principales abanderadas del tema de la reparación a las víctimas de la violencia. La hermana del asesinado -a manos de las Farc- gobernador de Antioquia Guillermo Gaviria, no alcanzó a llegar a los 15 mil votos. Sin embargo, ya hay quienes sostienen que ella tendría todo el derecho a postularse de nuevo, pero esta vez para tratar de llegar a una de las 16 curules en la Cámara que el Congreso quiere aprobar en el segundo semestre con destino única y exclusivamente para los aspirantes que acrediten ser víctimas del conflicto armado. Gaviria, incluso, a finales del año pasado presentó un proyecto sobre esas 16 curules, luego de que se hundiera en la plenaria del Senado una iniciativa que se venía tramitando bajo ‘fast track’. Obviamente entonces tenía todas las esperanzas de ser reelecta en marzo.

Farc y uribistas, separados en plenarias

Como es apenas obvio en el Senado y la Cámara ya se está pensando en cómo adecuar el número de oficinas y demás espacios para los 12 congresistas adicionales que se tendrán a partir del 20 de julio, cuando se posesionen los elegidos el domingo pasado. No se ve mayor problema en materia de oficinas y demás espacios para los 10 parlamentarios de las Farc (cinco en Senado y cinco en Cámara) y el cupo en Senado y Cámara que tendrán los candidatos a la Presidencia y Vicepresidencia, respectivamente, que pierdan en segunda vuelta. Lo que sí está generando mucha especulación es en qué lugar de las plenarias se ubicarán los parlamentarios de las Farc. Por ahora todo hace indicar es que estarán en la izquierda de ambos recintos y lejos, muy lejos, de las curules uribistas.

Colombia pierde aliados en EU (I)

Hay preocupación en altas esferas de la Casa de Nariño por la forma en que en el gobierno estadounidense han ido saliendo, poco a poco, altos funcionarios del Departamento de Estado y de otros cargos importantes que se catalogaban como buenos amigos de Colombia. La más reciente baja fue la del secretario de Estado, Rex Tillerson, a quien el martes pasado el presidente Trump despidió sorpresivamente. El responsable de las relaciones exteriores de Estados Unidos no sólo estuvo hace pocas semanas en Bogotá, sino que conoce muy bien la realidad de nuestro país, al punto que pasó tiempo en Colombia y Venezuela cuando ocupaba un alto cargo como encargado de una multinacional petrolera estadounidense en la vecina nación años atrás. El relevo en la diplomacia y altos cargos del Departamento de Estado se aceleró desde que el republicano Trump llegó al poder, luego de ocho años de gobierno de los demócratas con Obama.

Colombia pierde aliados en EU (II)

A la salida de Tillerson hay que sumarle que ya empaca maletas el saliente embajador Kevin Whitaker, diplomático de carrera y ex Subsecretario de Estado adjunto para Suramérica. Será reemplazado por Joseph Macmanus, a quien el Congreso de su país ya confirmó semanas atrás, trámite que estaba pendiente tras su nominación a finales del año pasado. Ya en septiembre pasado se había retirado el ex embajador en Bogotá y hasta entonces secretario adjunto de Estado para la Seguridad y Lucha Antinarcóticos en los gobiernos de Barack Obama y Donald Trump, William Brownfield, también muy conocedor de las realidades colombianas.