¿Estamos cerca de un armisticio intercoreano? | El Nuevo Siglo
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Jueves, 26 de Abril de 2018
Redacción internacional
En la madrugada colombiana, Kim Jong Un visitará por primera vez Corea del Sur, en una histórica cumbre bilateral, que busca abrir un nuevo diálogo para firmar la paz entre las partes. El armisticio, de 1953, puede seguir en pie, si Washington y Pekín no se involucran en las tratativas

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KIM Il-sung nunca cruzó la frontera. Era impensable, para él, poner un pie en la Zona Desmilitarizada entre las dos Coreas. Pero su hijo venció el miedo o la prevención.  Mañana, por primera vez, va a dar el paso: cruzará. En una visita a Panmunjom, en el sur de la península, donde viven algunos de sus ancestros y sus principales enemigos.

Lo recibirá Moon Jae-in, anfitrión de la cumbre bilateral entre las coreas, para hablar, en el “pueblo de la tregua”, sobre las bases de un posible encuentro entre el segundo con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien ha reiterado que no le tiembla la mano para ordenar una incursión militar en la península, si es necesario.

El encuentro tiene tanto de largo como de ancho. Hace casi 65 años, fue la última vez que un dirigente norcoreano, el abuelo de Kim, Kim Jong-il, estuvo del otro lado de la frontera, donde viajó, exclusivamente, a firmar el armisticio (Corea del Sur no signataria) que le puso fin a la guerra entre una facción comunista y otra capitalista que dejó más de 3.500.000 muertos, en escasos tres años.

Desnuclearización, ¿lo único?

Después de seis lanzamientos de misiles balísticos este año, la expectativa que genera el encuentro,  es enorme. No sólo porque sea la primera vez que Kim cruza la frontera, sino porque recupera la esperanza de concretar el fin de las retaliaciones, amenazas y acciones bilaterales, que se han dado a partir del rompimiento de las negociaciones de 2007, orden dada por el gobierno de George W. Bush.

El interés, sin embargo, se contrapone con la historia de las negociaciones entre ambos países. Nunca, hasta la fecha, han sido fructíferas, aunque han tenido momentos de éxito, como en la década de los noventa. En 1992, el papá de Kim y Roh Tae-woo trabajaron para “transformar el actual estado de armisticio en un estado sólido de paz”, pero estos esfuerzos se fueron al piso por incumplimientos de Pyongyang, que tenía su foco puesto en un objetivo: seguir creciendo como potencia nuclear.

Un tiempo después, impulsada por otra administración en Washington, nuevamente Kim Jong-il invitó a Pyongyang y a Roh Moo-hyun, otro presidente de Corea del Sur, quienes se comprometieron a declarar el fin de la guerra, aunque no fijaron ningunos términos sobre la desnuclearización.

Ante una escalada que algunos expertos definieron como “el principio de la guerra”, Trump, China y los gobiernos de ambas partes se pusieron de acuerdo para dialogar. El sábado, en un gesto previo a las conversaciones, Kim anunció que los ensayos nucleares “cumplieron sus objetivos”, por lo que decretó su suspensión. “No hemos cedido en nada y ellos han aceptado la desnuclearización (muy buena para el mundo), el cierre de emplazamientos y el final de los ensayos”, le respondió Trump, y añadió: “tenemos muy buenas conversaciones”.

Para, el hasta ahora belicoso Presidente de Estados Unidos, es urgente frenar las intenciones nucleares de Corea del Norte, que busca ampliar su arsenal nuclear con misiles intercontinentales, capaces de llegar a la costa Este (Nueva York), de donde es. Informes de la inteligencia norteamericana dicen que Pyongyang tiene al menos un misil con esas especificaciones, lo que ha prendido las alarmas en Washington.

Tratado

Las intenciones de Trump, al menos en esta oportunidad, son secundarias. Según el internacionalista, Clint Work, en un artículo en The Diplomat, las partes pueden, en la cumbre del viernes, “reemplazar el armisticio con un tratado de paz formal que requerirá, necesariamente, la participación de los otros signatarios, lo que presenta una serie de dificultades”.

Ésta es, según diferentes expertos, una de las mayores dificultades que enfrentará la cumbre. Actualmente, China y Estados Unidos, signatarios del armisticio, han chocado por temas comerciales. Imponiendo aranceles, de un lado y del otro, las relaciones bilaterales pasan por uno de sus peores momentos, aunque sólo sea en el terreno de la retórica. Distanciados desde hace meses, un eventual acuerdo de paz requerirá el manejo de Washington y Pekín, algo complejo, de momento.

Otro de los retos que tendrá esta posible negociación es el reconocimiento de Corea del Norte como Estado. Hace más de siete décadas Washington y, gran parte del mundo, bloqueó todo tipo de acto que reconozca al régimen comunista como un país. Dar ese paso será un proceso difícil en el Congreso de Estado Unidos, si Trump acepta hacerlo. Al no reconocerse, las negociaciones quedan, prácticamente, en nada. Ya que no serían entre dos Estados iguales, sino entre otra cosa.

Pero el punto más importante de todo son las intenciones de Corea del Norte. ¿Qué busca? Analistas como Robert Carlin, en el portal 38 notes, dicen que “históricamente, Corea del Norte exigió la retirada inmediata de las fuerzas estadounidenses como condición para un tratado. Sin embargo, esta demanda ha disminuido en los últimos años con Pyongyang cada vez más flexible sobre el tema. Tiene una importancia más amplia como fuerza estabilizadora en el noreste de Asia (en relación con la posible remilitarización japonesa)”

Si no es la salida de las tropas norteamericanas, Kim puede buscar –y, seguramente, lo va a hacer- el levantamiento de las sanciones económicas contra su país. Pero es claro que ambas partes tienen como objetivo, en principio, “un pacto de no agresión” y, por lo tanto, un acuerdo de paz permanente, aunque para ello Corea del Norte debe permitir que, como Irán, las autoridades de verificación de armas nucleares puedan monitorear su actividad. De lo contrario, será imposible.

Pese al rol determinante de Estados Unidos y China, las dos Coreas pueden declarar un cese de hostilidades bilateral o un armisticio intercoreano. Hay que recordar que, 65 años después, siguen en guerra.