Cautela con proyecciones económicas | El Nuevo Siglo
Miércoles, 6 de Enero de 2021

* No caer en el síndrome del ‘color rosa’

* ¿Cuánto gasta Gobierno en lucha contra Covid?

 

 

Está bien que los funcionarios gubernamentales traten de ser optimistas, aún frente a las duras circunstancias. Pero cuando ese optimismo se convierte en un “ritornelo”, según el cual solo se pintan las cosas de color rosa, se termina desorientando a la opinión pública en vez de animarla. El Gobierno debe ser muy cuidadoso en este punto.

Lo que tiene que ver con las proyecciones de la recuperación económica para este año es un ejemplo típico. Se espera que el 2021 sea el año de la gran recuperación frente al horrible que fue el 2020. Pero hay que ser cautelosos.

Es evidente que en este año las cosas deben mejorar, sobre todo si se logra una vacunación masiva y si no hay que retornar a confinamientos masivos en nuestras ciudades. Pero como van las cosas, la reactivación va a ser más lenta de lo que se había previsto y deseado. Las proyecciones del decrecimiento económico que se conocen para el año pasado (2020) empiezan a ser corregidas a la baja por entidades como el Banco Mundial, haciendo más fuerte la caída del PIB. Y para el año en curso los cálculos festivos que se anunciaron inicialmente del “rebote” empiezan a ser también más cautelosos. Las nuevas cepas del virus que se vislumbran; los confinamientos de las ciudades que como en el Reino Unido alcanzan magnitudes que no se sospechaban hace muy pocas semanas; las que ya han empezado a imponerse en algunas ciudades colombianas como Bogotá; la indisciplina social que campea; la incertidumbre y tardanza que empieza a verse en la operación “vacuna”; y en fin, cierta opacidad que sigue rodeando a las cifras oficiales de los recursos fiscales de que se dispone para combatir el virus, son factores que imponen circunspección y aconsejan evitar desbordamientos de optimismo que luego resultan muy  costosos.

Según las noticias que el Ministerio de Hacienda ha ido soltando a cuentagotas en este año, es decir, en el 2021, se debería retomar la senda de la regla fiscal, transitoriamente abandonada. Esto significaría que el actual déficit fiscal (8,2% del PIB) deberá retornar a finales de este año a la severa camisa de fuerza del 2% o 2,5% del PIB. En buen romance esto quiere decir que a lo largo del 2021 debería haber menos déficit, menos endeudamiento público, menos gasto contra cíclico, más apretón fiscal. Sin embargo, todo indica que esto no va a ser así.

Los requerimientos del gasto público siguen vigentes y crecientes; la misma reforma tributaria que ahora se llama piadosamente reforma fiscal parece que quedará para el 2022, o sea, para el próximo gobierno; y las expectativas ciudadanas en vez de decrecer aumentan, tanto más si los nuevos confinamientos se prolongan y se generalizan. Subsiste una sombra de duda sobre los recursos que están efectivamente fluyendo hacia el sector salud. La lucha contra el desempleo y la pobreza rampante exigen una política fiscal mucho más agresiva y ambiciosa que la que se viene practicando con dosis homeopáticas. Así no volvamos tan pronto como se esperaba a la camisa de fuerza de la regla fiscal. Y así algunas agencias calificadoras de riesgo refunfuñen.

Esta es la hora, por ejemplo, que no se ha podido saber a ciencia cierta cuánto es que está gastando el gobierno en la lucha contra la pandemia. Algunos voceros oficiales siguen hablando del 11% del PIB, al paso que el mismo ministerio de Hacienda o entidades como la Cepal y Fedesarrollo coinciden en que el gasto contra cíclico que se está practicando -en el mejor de los casos- no excede el 3,5%. Es apremiante un libro blanco y creíble con las cifras fidedignas de la política fiscal, como tantas veces lo hemos reclamado desde estas páginas editoriales, pero del que no se dispone tras casi un año de haber empezado la pandemia.

No podemos decir, afortunadamente, que las cosas se están haciendo mal. Por el contrario: se nota diligencia y deseos de acertar por parte de la mayoría los funcionarios gubernamentales que se pronuncian sobre estos temas. Pero debe evitarse caer en el síndrome del “color rosa” que cuando se utiliza con moderación sirve para alegrar el cuadro que se describe; pero cuando se utiliza en exceso termina convirtiéndose en un fastidioso pastiche.