Los retos de Guaidó | El Nuevo Siglo
Domingo, 9 de Enero de 2022

* Urge superar divisionismo opositor

* La carta más fuerte contra Maduro

 

 

Décadas atrás quienes analizaban el futuro de la que se denominaba por entonces “Venezuela saudita”, por sus ingresos petroleros, señalaban que ese país estaba destinado a convertirse en una potencia regional si utilizaba de manera positiva los billonarios recursos de los hidrocarburos. De hecho, se hicieron esfuerzos por mejorar la educación e infraestructura, impulsando el desarrollo industrial con empresas de última tecnología como Sidor. De igual manera, se aprobaron gigantescos proyectos para favorecer el crédito a los emprendedores en distintos sectores. Muchos de esos negocios e iniciativas no fructificaron, en gran parte por ser una economía altamente dependiente del rubro petrolero.

Lo más grave era que, incluso, famosos escritores y políticos como Arturo Uslar Pietri proclamaban insistentemente que se debían “sembrar” los multimillonarios ingresos del petróleo. De lo contrario, estaría el país abocado al desastre. 

Esas recomendaciones no tuvieron eco. Se recibieron miles de millones de dólares por la renta petrolera, pero gran parte se malgastó, sin hacer inversiones de largo plazo para diversificar el sector productivo y la red empresarial.

El panorama se complicó aún más cuando Carlos Andrés Pérez giró una suma extraordinaria con el objetivo de nacionalizar la industria petrolera, que estaba mayoritariamente en manos de multinacionales. La lógica que se aplicó era que el negocio más lucrativo no era el de extraer petróleo sino el de refinarlo, comercializarlo y producir múltiples derivados. Lo que ocurrió es que Venezuela pasaba de ser país rentista, a convertirse en una nación que se endeudaba para financiar su economía y conseguir recursos para el empujar su desarrollo. Algo impensable, pero que Arturo Uslar Pietri, lo había advertido.

El mismo visionario había profetizado que con la corrupción no se puede convivir por cuanto es la peor plaga de la humanidad. Décadas después Venezuela estaba en el top de naciones afectadas por este flagelo.

Todo ello fue el caldo de cultivo crítico que llevó a que Hugo Chávez apareciera en el firmamento político venezolano, tras un frustrado golpe de Estado. Luego de un tiempo en prisión el presidente Rafael Caldera lo indultó y el excoronel enarboló de inmediato la bandera de la lucha contra la corrupción.

El establecimiento político reaccionó y muchos dirigentes denunciaron que Chávez buscaba instaurar un sistema comunista. Ya era tarde, el pueblo venezolano hizo eco en las urnas del discurso anticorrupción de Chávez, mientras que la clase media y los sectores moderados, hastiados de la clase partidista, se abstuvieron de votar, dejando el camino libre al exmilitar golpista.  

Pero pronto fue evidente que la prometida reforma en las costumbres políticas no se daría. Desde la llegada al poder de Chávez en 1999, se instauró un régimen que dilapidó más los recursos públicos. No contento con ello, el régimen confiscó y destruyó la incipiente industria privada, al tiempo que asfixió las principales compañías estatales. Así, de la tan promocionada “Venezuela Saudita” no quedó nada...

Al derrumbarse los partidos democráticos fundados por Rómulo Betancourt y Rafael Caldera, la clase política sin respaldo popular y perseguida por el régimen chavista empezó a desaparecer, en tanto que unos pocos dirigentes que se enfrentaron a la dictadura en gestación comenzaron a ir a las prisiones y el exilio. Aunque hubo intentonas para sacar a Chávez del poder, no prosperaron. Por el contrario, se recrudeció la persecución a todos los opositores del régimen, llevando de paso a millones de personas al huir del país, mientras se sucedieron varias elecciones amañadas.

Conocer todo este escenario político e histórico es vital para entender la importancia del rol que juega Juan Guaidó, el joven presidente de la Asamblea Nacional que años atrás fue designado por esta -única instancia que entonces estaba en manos de la oposición- como presidente legítimo del país. Aunque Maduro siempre lo ha demeritado, más de cincuenta naciones lo reconocen como tal. La dictadura ha tratado de apresarlo, exiliarlo, anularlo e incluso, según denuncias de sus partidarios, de eliminarlo físicamente. Como nada de ello ha funcionado, el régimen también logró infiltrar y dividir el bloque opositor, incluso convenciendo a una parte de ir a elecciones pese a que estas no tienen transparencia ni legitimidad algunas.

La semana pasada el sector democrático de la Asamblea “legítima” de Venezuela reeligió a Guaidó como presidente de la misma y, por ende, “presidente interino” de Venezuela, dado que Maduro derivó en dictador.

Son muchos los retos que Guaidó tiene en este 2022. No solo debe superar las fracturas de la oposición y alinear el bloque en torno suyo, sino aplicar una nueva línea de acción política interna y externa para redimensionar su rol, no solo de cara al congelado diálogo con el chavismo en México, sino para forzar el retorno del cauce democrático e institucional a su país. No será fácil, pero él es la carta más fuerte con que la causa cuenta ahora.