El manejo político de la epidemiología | El Nuevo Siglo
Frente a la pandemia los gobiernos realizan acciones de poder. Ejemplo de ello es la vigilancia epidemiológica: la inspección, supervisión y control con la amenaza permanente de la población hacia formas más severas y estrictas de confinamiento
Foto archivo Anadolu
Lunes, 11 de Enero de 2021
Luis Jorge Hernández*

EL filósofo francés Michael Foucault habló en la “Arqueología del saber” de cómo se construyen discursos para justificar una estrategia concreta de poder, y como se “aprovechan” las ciencias como la economía o la psiquiatría para elaborar dispositivos de dominación. Foucault no habló de la epidemiología, pero sin duda hoy la hubiera mencionado.

La epidemiología es una disciplina científica que estudia la ocurrencia y los factores asociados con enfermedades y mortalidad. Es básicamente cuantitativa y se basa en la metodología científica.  Este carácter de ciencia objetiva, fundamentada en la evidencia, puede es utilizada por sectores políticos para construir formas de coartar libertades y fortalecer su propio poder.



En nuestra vida cotidiana y en los contextos de la sociedad se dan diferentes “relaciones de poder” las cuales se materializan de varias formas y reflejan estructuras asimétricas de la sociedad. Se dan entonces “prácticas” y acciones de dominio de unas personas o de colectividades sobre otras. Por ejemplo, en la actualidad, frente al covid-19 las “normas” sanitarias de prevención, de mitigación y de control se convierten en verdaderos aparatos estatales de poder, de restricción de libertades y de disminución de la autonomía de los individuos, las familias y las comunidades.

Los gobiernos nacional y territorial frente a la pandemia realizan acciones de poder como “vigilar y castigar” y de “dispositivos de control, disciplinamiento y sometimiento”. Un ejemplo de esto es la vigilancia epidemiológica: la inspección, vigilancia y control; y la amenaza permanente de la población hacia formas más severas y estrictas de confinamiento.

La biopolítica es un concepto que dejo incompleto Foucault y que han retomado diversos pensadores, destacándose el italiano Giorgio Agamben. La biopolítica es el uso del cuerpo individual y colectivo como estrategias de poder y dominación. Se constituyen al menos “dos formas de poder político: la biopolítica que controla a los individuos ejerciendo poder sobre el cuerpo humano, que es disciplinado para extraerle la mayor productividad económica posible -la anatomía política del cuerpo humano-; y la biopolítica de población, empeñada en ordenar y regular a los grupos humanos para mantener el orden social y la eficacia de la producción material”. (Ambos, 2010)

 La vigilancia epidemiológica y la salud pública se convierten en “policía sanitaria” y en una nueva moral de la sociedad que decide por los ciudadanos qué hacer y qué no hacer, así cómo comportarse en la sociedad. A la par de estas restricciones por “nuestro bien” se agazapan formas de autoritarismo y de aprovechamiento de la coyuntura para aminorar libertades y restringir espacios democráticos de participación y convivencia.

Así mismo las reivindicaciones de los individuos y las colectividades quedan postergadas. La bioética permite las anteriores reflexiones y la identificación de dispositivos del Estado y del funcionamiento del poder que muestran en realidad una intencionalidad de conservar iniquidades y asimetrías a conveniencia de algunos actores sociales. Develar esto y ofrecer alternativas frente al poder es una de las funciones de la bioética.

Foucault resalta la predisposición del gobierno moderno a considerar y gestionar la salud del cuerpo humano como algo político y sobre un mismo cuerpo colectivo se ejercen diversas posturas ideológicas y pulsos de poder familiares, institucionales, religiosos y estatales.  Esto se ve claramente en la tensión aparentemente tecnocientífica entre el gobierno nacional y el de Bogotá, por ejemplo por la nueva variante del virus o la vacunación, pero que en el fondo son disputas de visiones ideológicas diferentes.



Surge entonces aquí la necesidad de una bioética civil como contrapeso o contrapoder y contra el discurso de la biopolítica.

La medicalización de sucesos normativos de la vida, normativos en el sentido de enfoque de curso de vida en cuanto pueden o no ocurrir y variar su intensidad como la menopausia, la disfunción sexual o los estados de ansiedad y depresión son también una forma de biopolítica debido a que se crea un discurso de anormalidad y de” causalismo biológico” que se puede solucionar con un medicamento, afectando la autonomía de las personas.

En el caso de la pandemia covid-19 a pesar de considerarse una sindemia, la misma OMS y los gobiernos identifican como solución unicausal la vacuna debido a que se elude resolver también los graves problemas de iniquidad socioeconómica y de acceso a los servicios de salud con una intervención de tipo farmacológico.

El Ministerio de Salud de Colombia habla de que trabaja basado en la evidencia, entonces este término que es de las entrañas de la epidemiología, se convierte en un dispositivo para realizar todo tipo de intervenciones y darle un aire de cientificidad y rigurosidad científica a intervenciones. Por ejemplo, basta a un alcalde mostrar una curva de casos crecientes en un municipio para generar intervenciones como cierres, restricción de movilidad y empadronamientos. Sin embargo, la información epidemiológica debe ser considerada solo como una aproximación, debe ser contrastada y utilizar indicadores de comparación validados por la comunidad científica nacional e internacional.

Bajo el nombre de la epidemiologia se buscan justificar acciones que son propias de la guerra y del fuero militar los “toques de queda”; estamos entonces ante un dispositivo social poderoso por lo cual es clave que la ciudadanía y la academia tomen un papel más activo y como dice el exministro Alejandro Gaviria, convertirse en contrapoder.

Como ciudadanos debemos también saber que la mayoría de las decisiones en política pública, tanto a nivel nacional e internacional, no se toman solo con la mejor evidencia; éste es solo un criterio y tanto el Ministerio de Salud como los gobernadores y alcaldes deberían tener una unidad o equipo humano de “traducción del conocimiento” que les ayudara a convertir la mejor evidencia en decisiones. Median otros criterios: los políticos, los culturales y los religiosos.

Cuando nos dicen que una decisión se tomó basada en evidencia científica esto no es tan cierto, median otros intereses también legítimos o no. Ya lo decía el medico canadiense David Lawrence Sackett, el padre de la Medicina Basada en evidencia: cuando un médico formula a un paciente parte de su conocimiento científico, pero también de sus experiencias y sus percepciones. Igual ocurre a nivel social.

*Profesor Universidad de los Andes