Trump, auto entrampado | El Nuevo Siglo
Martes, 12 de Enero de 2021
  • El incierto futuro en Estados Unidos
  • Insistir en política internacional bipartidista

 

Un presidente no tiene que ser un sabio. No se le exige que sea un notable escritor. Tampoco un destacado orador. Pero hay dos condiciones que debe cumplir puntualmente en toda democracia: la decencia tanto política como personal y la virtud de la veracidad, que es la congruencia entre lo que se dice y lo que se hace. No debe nunca engañar a los ciudadanos que gobierna.

En esta época de fake news y polarización política desbordada, tanto Donald Trump como sus oponentes han roto con esas premisas, con la gran diferencia de que Trump es el gobernante. Y eso exige altas responsabilidades, tanto indviduales como institucionales, cuyo quebrantamiento encarna, además, graves delitos.

Precisamente en los últimos días -cuando Trump ha sido desconectado de las redes sociales por inducir inconstitucionalmente a través de ellas a sus seguidores a tomarse el Capitolio norteamericano- su figura ha implosionado, sin tenerse la certeza de cual será su futuro. Para una gran mayoría ha quedado reducido a la ínfima estatura de un mal gobernante, pese a retractarse de su conducta después de hecho el daño. Y con ello el Partido Demócrata ha podido corroborar lo que siempre ha sostenido: que no estaba habilitado para ocupar el cargo, frente al desconcierto de no pocos republicanos.

En efecto, los bochornosos hechos de los últimos días, que el mundo ha observado con estupor por tener su origen en el mandatario más poderoso del mundo, son dicientes: el intento para que un funcionario estatal le sumara dolosamente los votos que le hacían falta para ganar la elección en Georgia; el aupamiento a sus seguidores para que se tomaran el Congreso de modo ilegal y escamotearan la refrendación de la elección de Joe Biden; el persistente alegato de fraude sin pruebas concluyentes; el berrinche para no asistir a la ceremonia de posesión del nuevo presidente el próximo 20 de enero, rompiendo elementales normas de la cortesía democrática… y, más grave aún, su pretensión para que el vicepresidente Mike Pence no validara, en su condición de presidente del Senado, la decisión adoptada por el colegio electoral sobre la legitimidad de la elección de Biden, son, entre otros ademanes, la manera como actúa alguien que aparentemente se ha puesto fuera de la realidad: no el Jefe de Estado en una democracia tan importante como la de Estados Unidos.

De otra parte, no deja de sorprender al mismo tiempo que Trump todavía goce de respaldo en amplios sectores norteamericanos. De hecho, según encuestadoras tradicionalmente independientes, más del 45 por ciento de los republicanos cree a pie juntillas que hubo un fraude generalizado, una proporción no desestimable de los electores sin partido consideran lo mismo y más del 10 por ciento de los demócratas mantienen esa opinión.

En ese sentido, con todo y sus fanfarronadas, Trump mantiene su vigencia política, lo cual despierta grandes incógnitas sobre su suerte política en adelante. De hecho, no existe nadie en el Partido Republicano con arraigo popular suficiente para disputarle la candidatura presidencial en las siguientes elecciones, salvo que se le cierre el espacio electoral por la vía jurídica, que es precisamente y entre otras lo que actualmente se discute en el Congreso norteamericano con la aplicación de la enmienda 25 de la Constitución norteamericana o con el inicio de un juicio político que no solo revoque su mandato, sino le impida nuevas aspiraciones electorales.

En tanto, Colombia debe sacar conclusiones. Como hemos dicho reiterativamente, nunca, nunca, debemos olvidar la regla de oro de nuestras relaciones con Estados Unidos: mantener vigorosas y amigables relaciones con los dos partidos de la Unión Americana. Hay que trabajar tanto con la Casa Blanca como con los congresistas de ambos partidos en el capitolio. Cualquier desvío de esta norma de conducta es muy costosa para la nación.

Viene ahora la gran tarea de tejer unas relaciones recíprocas y productivas para nuestro país con el nuevo gobierno de los Estados Unidos. Existe la ventaja de que el presidente Biden nos conoce bien y fue uno de los artífices del Plan Colombia. No es, pues, bueno para nada que se mantenga la idea de que nuestro gobierno, en los delicados momentos de las elecciones de los Estados Unidos, no mantuvo el fiel de la balanza. Pero esta percepción negativa puede superarse si se actúa rápido y con prudencia.