La Adriana Lecouvreur de la Netrebko | El Nuevo Siglo
Foto cortesía Cine Colombia
Miércoles, 16 de Enero de 2019
Emilio Sanmiguel

ASÍ  como suena: “la Temporada musical en Colombia se abrió desde Nueva York”. En tanto que la “social” lo hizo en Cartagena en el marco del encantador “Festival de música” de la Signora Torres-Salvi Como del evento cartagenero se encargan, ampliamente, la prensa rosa y uno que otro espontáneo, pues me voy a Bogotá – Nueva York.

En los últimos años era el Teatro de Colsubsidio el encargado de abrir temporada con su Serie internacional de grandes pianistas, cosa que no ocurrió este año. De manera que Cine-Colombia lo hizo con la transmisión, en directo desde la Metropolitan de Adriana Lecouvreur, la ópera de Francesco Cilea con participación de la gran diva: Anna Netrebko.

Un poquito de historia

Historia es lo que hay. Porque la protagonista, Adrienne Lecouvreur (1692-1730) no sólo existió sino que fue una figura fundamental del teatro francés como creadora de un nuevo estilo de actuación, menos afectado y más natural que el de sus colegas y rivales, una suerte de Marie Sallè, su contemporánea, que hizo lo propio en el ballet. De manera que la inclusión en la ópera de Io son l’umile ancella, la famosa aria de aparición de la protagonista y el melodrama del acto III del monólogo de Fedra de Racine no son embelecos de Arturo Collauti, el libretista que tomó el tema de Scribe y Legouvé.

También existió Maurizio, Maurice Hermann de Wetin conde de Sajonia (1696 - 1750), hijo ilegítimo de Augusto II de Polonia, elector de Sajonia y de la condesa Marie  Aurore de Kœnigsmark; Maurice fue mariscal del ejército francés, probablemente el más importante militar de tiempos de Luis V, quien muy a la usanza de la época sostuvo un romance con la actriz, aunque, también, como era la costumbre, a la hora de la verdad no se casó con ella; fue el abuelo de George Sand, la amante de Federico Chopin.

También existió la antagonista, Maria Anna Mancini, duquesa de Bouillon -duquesa, no princesa como en la ópera- mecenas de las artes, protectora de La fontaine, sobrina del Cardenal Mazarino, famosa por sus infidelidades, cosa que tenía sin cuidado a su marido y protagonista del asunto de los venenos del cual resultó absuelta por falta de pruebas pero desterrada de la corte, así pues, el acto III en su palacio, con la presentación del Ballet El juicio de París y la actuación de la Lecouvreur tienen algo de verosimilitud.

La muerte prematura de la Lecouvreur fue el misterio que inspiró a Scribe y Legouvé.

Finalmente: la tragedia inspiró a otros compositores, como Tomasso Benvenuti, Edoardo Vera y Ettore Perosio. Pero sólo la ópera de Cilea logró sobrevivir. Se estrenó en el Teatro Lírico de Milán en 1902 con Caruso en el rol de Maurizio y con el tiempo se convirtió en ópera favorita de grandes sopranos, como Renata Tebaldi, Montserrat Caballé, Renata Scotto y nuestra protagonista, Anna Netrebko.

Luego de esta historia, que espero no resulte pedante, vamos a la presentación desde la Metropolitan, al medio día del pasado sábado.

La Lecouvreur de Anna Netrebko

El problema de la transmisión del sábado estribó en que la Met haya presentado la producción de Davis McVicar, original para el Covent Garden de Londres,  protagonizada en 2010 por Angela Gheorghiu como Adriana, Jonas Kaufmann como Maurizio y Olga Borodina como princesa de Bouillon. Para qué decirnos mentiras: es muy difícil volver a escalar el Everest, así la casa neoyorkina haya encabezado su elenco con la Netrebko.

Porque Netrebko no estuvo en plenitud de facultades. Dejó un mal sabor su vacilante, y por momentos imprecisa afinación de Io son l’umile ancela. Tras un intenso acto II el III fue irregular y volvió por sus fueros en el IV. Pero, Netrebko es grande y seguramente hará de esta ópera uno de sus caballitos de batalla.

Piotr Beczala hizo un buen Maurizio, resolvió bien las arias y nada más; evidentemente es un muy bien tenor, pero, no de la estatura de Kaufmann. Sobre ellos se impuso la mezzosoprano Anita Rachvelishvili, que abrió con pie derecho por la manera impresionante como abordó  su gran aria Acerba volutà, también se lució en el dúo del acto II y supo aprovechar con astucia sus intervenciones del III.

Ahora, lo que sí le ofreció la Met al público, de Nueva York y para el caso de Bogotá, fue un elenco de coprotagonistas de primerísima línea. Porque la actuación de Ambrogio Maestri como Michonet fue soberbia e hizo de su aria del acto I, Ecco il monologo uno de los verdaderamente grandes momentos de la función. Como en la mencionada versión de Covent Garden, la parte del Príncipe de Bouiillon estuvo a cargo de Maurizio Murano: excelente.

Y en los límites mismos de lo sublime estuvo la dirección musical de Gianandrea Noseda al frente de la orquesta de la Met: dramática, luminosa y cargada de voluptuosidad en más de un momento.

Finalmente hay que añadir que sí fue una buena recreación de la ópera. Sólo que, por tratarse de una de las grandes casas de ópera del mundo, pues las cosas no salieron todas como se espera de un gran teatro y fue inevitable comparar con la versión de Gheorghiou, Kaufmann y Borodina.

Cauda

Fuera de tono el desplante del presentador de la función, el tenor Mathew Polenzani durante las entrevistas del segundo intermedio cuando cortó la intervención de Ambrogio Maestri, porque este osó responderle en italiano. Inexplicable para un descendiente de italianos: Polenzani.