¿Canto del cisne en industria carbonífera? | El Nuevo Siglo
Domingo, 7 de Febrero de 2021

* La voz de alerta tras salida de Prodeco

* Prepararnos para esta descarbonización

 

El anuncio de la firma carbonífera Prodeco en torno a que devolverá anticipadamente al Estado las licencias que la habilitan para explotar los yacimientos del mineral en las minas Cuestecitas y La Jagua, en el Cesar, amerita una profunda reflexión.

Este anuncio hace parte de la cadena de noticias -algunas ya alertadas al mercado pero seguramente se escucharán otras prontamente- de lo que se conoce con el nombre de la “descarbonización” de las economías energéticas en el mundo entero. En todas las latitudes, con una u otra intensidad, se está dando el tránsito de las energías fósiles (petróleo, gas y carbón) hacia combustibles limpios y renovables, como el eólico y el fotovoltaico que utiliza la energía solar.

La canasta energética del mundo -y Colombia no es una excepción-está experimentando en estos últimos tiempos una modificación  dramática. Consideraciones ambientales y de lucha contra el cambio climático están exigiendo un giro radical hacia las energías limpias. El carbón es una de las fuentes energéticas más severamente cuestionadas en este giro de la opinión y de las políticas públicas. Todo este telón de fondo se ha visto acentuado con la caída fuerte de la demanda de este mineral en todo el planeta ocasionada por la pandemia y los confinamientos derivados. Es dentro de este contexto que debemos interpretar el anuncio de Prodeco.

Colombia es uno de los más importantes exportadores de carbón a nivel global. Tiene inmensas reservas carboníferas y la calidad de su producto es universalmente reconocida. Sin embargo, la caída de los precios y, sobre todo, el derrumbe de la demanda internacional ha averiado gravemente las cuentas financieras de las grandes empresas carboníferas. Hasta el punto de que Prodeco ha considerado que dejó de ser rentable la explotación de este otro ‘oro negro’ en Colombia.  Y por eso devuelve anticipadamente sus licencias mineras al Estado.

Este no es un anuncio menor. El eventual cierre de la actividad carbonífera en el corredor de Cesar, Magdalena y La Guajira (en el evento de que las otras empresas que operan en estos departamentos siguieran la decisión de Prodeco) traería gravísimas repercusiones para las finanzas de estos departamentos que derivan una buena parte de sus ingresos de las regalías y demás compensaciones que reciben de las empresas carboneras. Y, naturalmente, el empleo de la región resultaría severamente afectado si esta determinación de Prodeco, repetimos, se generalizara. Esta sola empresa emplea a 1.100 operarios.

La terminación anticipada de la actividad minera de una compañía debidamente autorizada para explotar el mineral debe cumplir, naturalmente, un proceso legal que habrá de observar Prodeco. Debe estar a paz y salvo e indemnizar a sus trabajadores, proveedores y, en general, a todos sus acreedores antes de retirarse. Y tiene que acreditar que los pasivos ambientales de la compañía están también debidamente atendidos. Es una operación legal y financiera supremamente compleja que apenas comienza.

Pero es una campanada de alerta muy seria la que acaba de lanzar Prodeco para la economía carbonífera de Colombia. Podemos estar comenzando a presenciar el canto del cisne de las explotaciones carboníferas en nuestro país. Y debemos prepararnos para ello.

El Cesar, el Magdalena y La Guajira son regiones que tienen un potencial agropecuario y forestal inmenso, pero mal explotado. Los planes de desarrollo y la inversión pública que se diseñen deben ocuparse de esta contingencia que empieza a sombrear en el horizonte. Y para la cual el país debe comenzar a preparar las actividades socioeconómicas de relevo.

La transición energética que se está dando en el mundo y, por supuesto, en Colombia, tiene un lado amable pero también otro traumático: ¿qué va a pasar con las actividades económicas y con el empleo que está comprometido con las viejas formas de energía?

Las grandes petroleras multinacionales, incluida Ecopetrol, están orientando una parte importante de sus inversiones hacia energías renovables. No quieren tener todos los huevos puestos en una canasta energética que, como la de los combustibles fósiles, comienza a dar señales de fatiga, Su ocaso puede llegar más temprano que tarde. El interés manifestado por Ecopetrol recientemente para invertir el ISA (negocio concentrado en el transporte de energía y no en la explotación de combustibles fósiles) es una buena prueba de ello.

La voz de alerta que nos envía el anuncio de Prodeco debe ser escuchada, pues, con sumo cuidado.