Amar en el conflicto | El Nuevo Siglo
Domingo, 10 de Febrero de 2019

Aceptar la vida tal como es, como se manifiesta a cada momento que vivimos en medio de la incertidumbre, implica todo un aprendizaje, que puede llegar a ser bastante difícil.  La cuestión no es tan complicada cuando todo fluye de acuerdo con nuestros deseos y los multiversos parecen congraciarse con los anhelos y las expectativas que vamos creando cada día se realizan una a una. Todo es felicidad y el amor brilla. Pero, como la expectativa es el camino más rápido hacia la frustración, cuando ella no se cumple emerge el conflicto. ¡Bienvenido!

Podemos relacionarnos con el conflicto desde el miedo, pues se le ha presentado tradicionalmente como ese monstruo que amenaza nuestra integridad, que entra como un cazador furtivo para robarnos la serenidad: con tan solo escuchar la palabra conflicto podemos entrar en crisis, lo que ya es -efectivamente- un conflicto.  Nos aterra la confrontación, nos asusta que la vida nos ponga en jaque, nos molesta que otro venga y nos revuelque la vida.  Sin embargo, también nos podemos relacionar con los conflictos desde el desafío: ¿qué hay detrás de esto que no nos gusta? ¿Qué me quiere mostrar la vida con esto que me molesta? ¿Qué está a punto de asomarse? Con plena seguridad, nos sorprenderemos...

Dado que nada ocurre por casualidad, los conflictos que se manifiestan en nuestras vidas, bien sea porque surgieron ante nosotros o porque los creamos -así no nos demos cuenta de ello-, tienen significados vitales de gran trascendencia: cada encuentro inarmónico encierra un mensaje, que corremos el riesgo de perder si evadimos lo que pasa, negamos a la persona con quien nos tuvimos un momento desagradable o hacemos de cuenta que nada pasó. Sí, el conflicto ocurrió y tiene un para qué, un propósito final que nos puede catapultar hacia lugares de mayor consciencia.

Esa persona con quien nos estrellamos durante el maravilloso encuentro que se enmarcó en el conflicto es nuestro espejo. ¡Gracias! La situación que vivimos es, también, reflejo de aspectos de nuestra vida en los cuales tenemos aún aprendizajes por realizar.  ¡Gracias! El conflicto es una gran oportunidad para reconocer las heridas que aún tenemos abiertas, los dolores que todavía arrastramos, aquello que aún no hemos podido integrar. Por eso el conflicto es inevitable y aprovechable: nos permite salir de la zona de confort, cuestionarnos y cuestionar.  Y cuando hacemos las preguntas necesarias, surgen las respuestas poderosas.

¿Y el amor qué? Como el amor más que una emoción es la fuerza que rige la existencia, siempre está presente. Cada parte vinculada en un conflicto está, entonces, imbuida de esa fuerza amorosa y el conflicto ha surgido para potenciar la transformación.  Y si además de esto, que no es poca cosa, podemos mantener una actitud compasiva con quien nos abrazamos en el conflicto, estaremos en paz.  Podemos aproximarnos a los conflictos con mirada amorosa, con un interés genuino en comprender lo que trae. Cada conflicto deja huella: de nosotros depende si es de resentimiento o de amor.