Menoscabo de partidos tradicionales | El Nuevo Siglo
Sábado, 16 de Febrero de 2019

LA manera como se han comportado las relaciones entre la rama legislativa y la ejecutiva ha sufrido una  transformación en este nuevo período  presidencial.  No se puede saber si para bien o para mal; lo cierto es que el comportamiento mutuo ha sido bastante distinto a como estábamos acostumbrados  a percibirlo.

Por lo menos hasta de la puesta en ejecución la reforma constitucional de 1991, no podría afirmarse que las relaciones entre Ejecutivo y Legislativo eran distintas. Los partidos políticos estaban vigentes con sus fuerzas de representación  identificables con las cuales se podía llegar a acuerdos de mutua cooperación lo cual no significa, desde luego, que fueran necesariamente positivas. Los procesos de negociación eran conocidos y se sabía cómo el Ejecutivo pretendía “cuadrar” a los componentes del Congreso y a los directores de los partidos con influencia sobre ellos, a efectos de conseguir su adhesión a los programas gubernamentales consagrados en proyectos de ley  puestos a su consideración.

Estos, desde luego, contenían lo que el Ejecutivo quería que se convirtiera en leyes de cumplimiento  para todo. Ahí era donde aparecía la llamada “mermelada” como eran concesiones a los parlamentarios a cambio de garantizar el apoyo a las iniciativas gubernamentales. La cuestión de la “mermelada” no era necesariamente una manera de hacerlos partícipes del presupuesto nacional en forma de corruptelas, sino más bien  de complacerlos en el financiamiento presupuestal a iniciativas de carácter departamental o regional a cuyos intereses estaban vinculados los parlamentarios.

La atomización de los grupos parlamentarios ha sido fruto del menoscabo de los partidos tradicionales en virtud de las elecciones como ahora se practican y se aceptan. Quien cree que tiene sus propios adherentes se alejan de las disciplinas de los partidos y todo aquel que se siente propietario de un cañón, pone su propio ejército  con menoscabo de la disciplina y el orden. Esto ha conducido a la impropia condición que sean ahora las diferentes reparticiones partidistas las que se quejan de la falta de ayuda del Ejecutivo en el manejo de sus propias iniciativas, cuando las tienen. 

Antes era el Ejecutivo el que trataba de poner en orden a los parlamentarios a través de sus propios partidos. Lamentablemente hoy por hoy es tan atomizado el firmamento político que el Ejecutivo, dueño del presupuesto, campea a sus anchas dentro de la frágil estructura partidista que estamos viviendo. Las reuniones que el actual presidente ha propiciado con lo que queda de los partidos políticos tradicionales ha conducido a un serio memorial de agravios en desarrollo del cual cada repartición política se queja de un trato desacostumbrado. Lo cierto es que el señor presidente ha propiciado algo de este estilo, pues la composición de su gabinete ministerial, salvo el caso de los  componentes señalados por el auspiciador de Duque, ninguno puede acreditar efectiva ascendencia sobre algún grupo parlamentario en particular. Si eso es bueno para la democracia nuestra, es cuestión que habrá que observar con el tiempo.