Integral de los cuartetos de Beethoven | El Nuevo Siglo
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Viernes, 21 de Febrero de 2020
Emilio Sanmiguel

La sala de conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango se ha preciado desde su inauguración en 1966, con bastante razón, de ser el sancta sanctorum de la música de cámara en el país. Por eso era impensable que pasaran por alto los 250 años del nacimiento de Ludwig van Beethoven en Bonn, el 16 de diciembre de 1770. Para hacerlo han programado la Integral de los cuartetos de cuerdas del compositor alemán, que sin exageración, puede ser el Himalaya de la música de cámara, del siglo XIX. Así abrieron “Temporada de conciertos 2020” la noche del pasado miércoles 10 de febrero.

Seis conciertos para recorrer los 16 cuartetos: el primero, como dije, la noche del miércoles 10, segundo la del viernes 14. El tercero ha debido ocurrir el domingo 16 a las 11:00 am, pero se canceló por problemas de salud de uno de sus integrantes y ha sido reprogramado para hoy, sábado 22, a las 10:00 am. Tremenda faena, y si se quiere, una prueba de fuego para el cuarteto español. Porque anoche , a las 7:30 pm, tocaron los Cuartetos 5º, 10º y 12ª; hoy a las 10:00 am el 1º y 8º, esta tarde, a las 5:00 pm 4º, 9º y 14º, mañana, domingo, 11:00 am, 11º y 13º, el de la Gran fuga, que harán como lo quería Beethoven y no su editor.

Dicho en otras palabras, en cosa de 36 horas, en Casals tocará en 4 recitales ¡10 cuartetos beethovenianos!

Que se dice fácil, pero lo que suena sencillo sobre el papel es muy distinto en la realidad. Si bien es cierto, se trata de una agrupación «profesional» de prestigio internacional y con enorme experiencia -conmemoraron sus 20 años de fundación con la Integral de los cuartetos- no se trata de instalar partituras sobre los  atriles y leer la nota escrita; se trata de resolver un conjunto de composiciones, todas de alta complejidad técnica y expresiva, es saltar en cada recital de cuartetos de la primera época a la segunda, a la Tercera. A la fecha el Casals ha demostrado que su aproximación a ellos trasciende en todo sentido, porque en los dos primeros recitales, los de la semana pasada, fue evidente que lo hacen con increíble responsabilidad, hasta en la forma de empuñar el arco, en la sobria utilización del vibrato especialmente en los cuartetos de Lobkowitz, los que tienen más atavismos con los de Mozart y Haydn, los de mayor influencia dieciochesca.

16 cuartetos que son un testamento

Para aclarar las cosas, Beethoven escribió 16 cuartetos. Los 6 primeros, los dedicados al Príncipe Lobkowitz, son de 1800, son los más clásicos. Siguen 5 de la segunda época, entre 1806 y 1810, totalmente personales y con cierto aliento sinfónico, los 3 primeros, dedicados al Conde Razumovsky, denominados cuartetos rusos, el 10º es el de las arpas, el 11º lo dedicó a Nicolás Zmeskall. Los 5 últimos, escritos entre 1824 y 1826, para no darle vueltas innecesarias al asunto, son la cumbre, son la expresión más íntima del pensamiento beethoveniano, música desligada de toda materialidad, consagrada a la expresión de lo irreal, escribió Otto de Greiff en 1948.

Primero y segundo conciertos

Ahora sí al grano. La noche del 12, la inaugural, lo más granado y selecto de la afición camerística de Bogotá. En la Luis Ángel, estaban los expertos, los académicos, los que aspiran a serlo, los que simplemente adoran a Beethoven, los melómanos a secas mezclados con otros más teatrales, todos sinceros amantes de la música, ni un famoso y mucho menos farándula, porque la cosa iba en serio. Y fue seria. El Casals, a la fecha, no ha defraudado, todo lo contrario.

Abrieron con el Nº3 en Re mayor, op. 18 nº3, cronológicamente el primero de los 16 para seguir con el Nº2 en Sol mayor, op. 18 nº 2, tercero en orden de composición. En estos mostraron destreza y algo para no dejar pasar inadvertido, los recorrieron como lo que son, de manera beethoveniana, es decir, con fuerza, con vigor, con personalidad. La segunda parte fue para el Nº7 en Fa mayor op. 59 nº1, primero de los Razumovsky, otra atmósfera, otro sonido, otra manera de comunicar, imposible pasar por alto como manejaron la tensión dramática del tercer movimiento Adagio molto e mesto.

La primera parte del concierto del viernes 14 trajo en primer lugar el nº6 en Si bemol mayor, op. 18 nº6, cuánta sinceridad en el Lied que es segundo movimiento y qué destreza en el cuarto La malinconia. Enseguida el Nº16 en Fa mayor op. 135, donde se reveló la estatura de los intérpretes, con momentos conmovedores, casi recorrido a la manera de una confesión. La segunda parte de la noche fue para el Nº15 en La menor, op. 1332, de nuevo la profundidad, la inteligencia al servicio del mensaje, hubo melancolía, no melodrama, en el segundo movimiento y enseguida habilidad para mantener el auditorio en el filo de los asientos cuando recorrieron el tercero, Allegro man non tanto, oscilante, rústico por momentos, sencillamente maravilloso.

Cauda

Bueno, algo de semejante talla, la Integral de los cuartetos habría merecido un buen Programa de mano. Pero, el compositor Guillermo Gaviria, a quien la biblioteca encomendó de esa responsabilidad, la dejó pasar por alto, prefirió mejor variaciones y digresiones alrededor de Beethoven y nada sobre los cuartetos. Algo intenta el banco en cada recital, encargando a uno de sus funcionarios de hacer una breve Introducción.

Habría sido buena idea haber recurrido al estudio de Otto de Greiff, que es insuperable, que sin duda les habría facilitado Ilse de Greiff, cancerbera afectuosa del legado de su padre.