Mi cimera reflexión | El Nuevo Siglo
Jueves, 4 de Marzo de 2021

Iniciamos desde principios de febrero de este 2021 serie de columnas sobre temas que van constituyendo para mí “cimera reflexión”. Al avanzar, en marzo, surge ante mí, en primera línea, S. José por su personalidad  y favores obtenidos de él. Me siento muy en la línea del Papa Francisco, quien entre sus predilecciones ha mostrado profundo aprecio y devoción a él, de quien destacó en reciente documento, el fino amor hacia Jesús,  por cuya correspondencia le mereció el título de “hijo de José”. De tanta trascendencia tilda su paternidad legal sobre el divino Salvador, proclamada en el Evangelio como asumida por este “varón justo”,  quien acepta sin reparo su encarnación virginal, “por obra del Espíritu Santo”, y es quien le impone el nombre de Jesús (Mt 1,25). 

Importante unirnos en este momento, y de corazón, a la nueva exaltación del Papa Francisco de la figura de S. José, en su reciente Carta Apostólica Patris Corde” (“con corazón de Padre”), y lanzamiento de nuevo año en su honor, a los 150 de la promulgación de Pio IX (08-12-1870), desde el 8 de diciembre del 2020 al 2021, con especiales indulgencias. Encantadora la serie de títulos que de él recuerda el Santo Padre en su Carta: “humilde carpintero, desposado con María”; un “hombre justo, siempre dispuesto a hacer la voluntad de Dios”. Destaca, además: la “amorosa atención de S. José a María Santísima y al Niño por nacer y recién nacido”, lo cual nos despierta tanta gratitud y admiración nuestra, pues nos representa en esas circunstancias, así en el cuidado de la madre Iglesia, a la que tanto debemos y amamos.  

Siete son los distintivos que da el Papa a S. José, con los que destaca su gran misión, solamente superada por María Santísima. Lo señala como “Padre amado”, con toda su vida entregada  a esa misión; “Padre en la ternura”, quien vio a Jesús crecer día a día; “Padre en la obediencia”, que obedeció las indicaciones divinas y mereció la obediencia del Hijo de Dios; “Padre en la acogida de María”, sin poner condiciones; “protagonista valiente y fuerte con una fortaleza llena de esperanza”. Es además: “Padre de la valentía creativa”,  manifestada en Belén y en Egipto; “Padre trabajador”, carpintero que labora para asegurar el sustento de su familia, convirtiendo el trabajo en participación de la obra misma de la salvación; “Padre en la sombra”,  pues lo es, no solo por tenerlo como hijo, sino por hacerse cargo de él responsablemente, porque  “cada  niño lleva consigo un misterio”, y “S. José cubría el misterio infinito de Dios Padre”. ¡Qué condensado tan precioso de teología espiritual en la vida de S. José! ¡Qué reflexión tan cimera la que de su personalidad nos ha proporcionado el Papa! 

Anota Francisco que ningún varón santo ha ocupado tanto espacio en el Magisterio de la Iglesia, ni tanta profundización sobre su gloriosa figura de parte de los Romanos Pontífices a partir del Beato Pio IX. “Hacer crecer el amor a este gran Santo, y ser impulsados a imitar sus virtudes”, es el objetivo del Papa, con cuanto ha promovido en esta época. Que esta cimera personalidad nos guie hacia lo alto. 

 *Obispo Emérito de Garzón 

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