Blindar al Sumapaz | El Nuevo Siglo
Viernes, 19 de Marzo de 2021

*Máxima protección a riqueza ecosistémica

* Parte clave del proyecto de ciudad-región

 

 

Cada vez que se habla de la necesidad de construir una arquitectura política, económica, social e institucional para implementar el proyecto de la llamada Bogotá-Región, no deja de ser paradójico que el foco se tiende a poner en la interacción entre los grandes conglomerados poblacionales, empresariales, de tránsito de carga y pasajeros así como de los nichos de generación de productos, bienes y servicios de la ciudad y los municipios circunvecinos. Sin embargo, es imposible concebir este esquema de integración metropolitana sin dar un lugar superlativo al Sumapaz, que no solo es la localidad más grande de la capital del país, sino que sus más de 78 mil hectáreas están clasificadas como suelo rural y, por lo tanto, factor clave en tres aspectos de primera línea: despensa alimenticia, reserva ambiental y puntal de lanza de la llamada bioeconomía, sin duda la estrategia de desarrollo sostenible y plusvalía socioeconómica que está imperando hoy en el mundo.

Lamentablemente por mucho tiempo Sumapaz ha estado en una especie de segundo plano dentro de los horizontes de progreso y planificación a largo plazo, no solo del Distrito sino de Cundinamarca. Pese a sus múltiples potencialidades, la región solo tomó una importancia estratégica a finales del siglo pasado cuando las Fuerzas Militares y de Policía decidieron intervenir de forma decidida en la localidad al sur de la ciudad con el fin de cortar un corredor geográfico que estaba tratando de consolidar la guerrilla de las Farc para acceder a través de este enclave de la cordillera Oriental, con ecosistemas típicos de macizo andino y sistema de páramos, a la capital del país.

Tras focalizar allí parte de la operatividad de la Quinta División del Ejército (creada en 1995) para blindar de la amenaza terrorista a Bogotá y el centro del país, sendos batallones de alta montaña y fuerzas de tarea lograron hacer retroceder la avanzada subversiva hacia sus enclaves históricos en el Meta y Caquetá. Para no pocos analistas de la evolución del conflicto armado en Colombia, recuperar el dominio institucional del Sumapaz, sobre todo a partir del mandato Pastrana y luego en el de Uribe, fue determinante para frenar la expansión guerrillera.

Por lo mismo, impactó a todo el país la polémica de esta semana entre el Gobierno nacional y la Alcaldía de Bogotá, luego de que esta última hiciera eco a versiones sobre la posible presencia e incluso enfrentamientos de las disidencias y las reincidencias de las Farc en algunos sectores del Sumapaz, hostilidades que incluso serían la causa de una serie de homicidios en la región. La preocupación nacional se justificó, de un lado, en la gravedad que significaría que los grupos armados ilegales hubieran vuelto a esta zona tan estratégica del centro del país y, de otro, porque el Ministerio de Defensa replicó que no había tal. Más allá de las aclaraciones que luego hizo el Distrito en torno a que el riesgo, en realidad, se presenta en los límites con el Meta, en el sector del río Duda, la noticia inicial tuvo eco incluso internacional, corriéndose el riesgo de generar un daño injustificado a la capital del país en muchos aspectos.

Sin embargo, ahora que Sumapaz está de nuevo en el foco es imperativo que la Alcaldía, la gobernación de Cundinamarca y el Gobierno nacional empiecen a sentar las bases de una estrategia de desarrollo moderna, sostenible y prioritaria de una zona que limita, incluso, con el Huila al sur, al oriente con los municipios de Une, Gutiérrez y el departamento del Meta, en tanto al occidente llega a las estribaciones de las poblaciones de Pasca, San Bernardo, Cabrera y Venecia. Como se dijo, son 78 mil hectáreas, de las cuales 46 mil corresponden a suelo protegido. Hay allí, obviamente con todas las precauciones ambientales del caso, un potencial de desarrollo en múltiples aristas, empezando por una agricultura moderna, tecnificada y respetuosa de la biodiversidad y su riqueza hídrica, sin dar lugar, en modo alguno, a la urbanización depredadora ni práctica alguna contaminante. También es esta zona una trampa de carbono clave para amortiguar la emisión de gases de efecto invernadero, lo que termina siendo una oportunidad para allanar importantes recursos internacionales para su preservación. Un filón para el ecoturismo y, como ya se mencionó, la bioeconomía. Pero, sobre todo, una ventana para ayudar a su población a salir de la pobreza y el aislamiento.

Bienvenido, pues, el debate sobre el futuro del Sumapaz. Un futuro que debe partir de la premisa ineludible de hacer respetar y proteger su importancia ecosistémica. Blindarlo de las amenazas criminales de vieja y nueva data. Pero, sobre todo, un futuro acorde con las políticas de desarrollo sostenible.