Geopolítica nuclear | El Nuevo Siglo
Martes, 13 de Marzo de 2018
  • Impacto de posible cumbre EU-Norcorea
  • No se descarta que antes de mayo se cancele

Una cumbre de pronóstico reservado. Esa es la mejor forma de analizar las implicaciones que tendrá una eventual reunión, en mayo, entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el líder de Corea del Norte, Kim Jong Un. El jueves pasado, cuando la Casa Blanca anunció la posibilidad de dicho encuentro, de inmediato se generó un alud de reacciones en todo el planeta, ya que un encuentro entre ambos mandatarios era hasta ese momento más que improbable y, por el contrario, la beligerancia verbal y la tensión geopolítica venía en aumento.

¿Qué puede pasar en esa cumbre? Esa es la pregunta que en todo el mundo se están formulando y las hipótesis al respecto son muchas. Sin embargo, la principal duda alrededor del sorpresivo anuncio es establecer si, finalmente, el encuentro ese termina concretando, toda vez que la quisquillosidad y las declaraciones a flor de piel es lo que ha distinguido la accidentada relación entre Trump y Kim Jong Un. Así las cosas, todavía faltan muchas semanas para mayo y en ese lapso cualquier circunstancia puede darse y echar por la borda un escenario de distensión entre Washington y Pyongyang que, como se sabe, tiene como telón de fondo las presiones a la nación asiática para que desmonte su programa armamentístico nuclear.

La segunda hipótesis va dirigida a quién sería el que más podría ganar con la sola reunión, más allá de cuál termine siendo la conclusión del encuentro de ambos líderes y las bases que se sienten para un nuevo diálogo bilateral, si es que hay voluntad de lado y lado. Para la Casa Blanca es claro que Trump logró ya un triunfo geopolítico de amplio espectro al forzar a Kim Jong Un a un diálogo. Esto bajo la tesis de que el endurecimiento de las sanciones es lo que finalmente conduce al enigmático y desafiante líder asiático a ceder ante la potencia occidental. Igualmente, en Washington se pondera que la diplomacia férrea del actual mandatario en cuanto a Rusia y China es lo que forzó a Norcorea a sentarse a negociar, ya que estas dos últimas potencias habrían convencido a Pyongyang de aceptar una vía de negociación puesto que ya no tenían margen de acción para evitar una mayor escalada de sanciones económicas, tanto unilaterales de Estados Unidos y la Unión Europea, como desde el propio Consejo de Seguridad de la ONU, en donde a Moscú y Pekín ya les queda difícil oponerse a más castigos al régimen de Kim Jong Un por sus reiteradas y peligrosas pruebas con los misiles balísticos intercontinentales que podrían hasta llevar ojivas nucleares a territorio norteamericano.

Pero para otros analistas, la que más podría ganar con un nuevo escenario de diálogo sería Corea del Norte. Ello porque, en primer lugar, quedaría claro que por más amenazas y advertencias de Trump sobre la necesidad de detener por cualquier medio al régimen de Pyongyang, al final terminó por imponerse la vía negociada, en donde es claro que cada una de las partes tendrá que ceder y allí es en donde entra a jugar de nuevo el tema de flexibilizar las sanciones económicas. Algo similar al caso iraní. A lo anterior se suma que no pocos observadores consideran que Washington al arriesgarse a un diálogo con Kim Jong Un se expone a legitimar a nivel internacional un régimen cuestionado. Incluso, habría necesidad de un replanteamiento formal desde el punto de vista diplomático, dado el estatus quo que existe entre ambas naciones desde la guerra en la península coreana décadas atrás.

Como se ve, la cumbre entre los mandatarios de Estados Unidos y Corea del Norte genera más dudas que certezas. Y de allí las reacciones de cautela extrema en todo el planeta frente a la posibilidad de la misma. Es más, no faltan los análisis que señalan que puede que dicho encuentre no sirva para nada distinto a la ratificación de las diferencias y la negativa a ceder de las partes.

Por ahora hay que esperar a ver cómo se desarrolla el día a día geopolítico entre ambos mandatarios y cómo las coyunturas de Washington y Pyongyang terminan incidiendo en las respectivas agendas. Así será, por lo menos, hasta mayo.