Ecuador ratificó el rumbo | El Nuevo Siglo
Lunes, 12 de Abril de 2021

* Portazo contundente al correísmo  

* La dura tarea que le espera a Lasso

 

En los sistemas democráticos son las urnas las que definen el rumbo de un país. En la intimidad de cada cubículo es el ciudadano el que tiene la discrecionalidad de señalar no solo quién debe ser el próximo gobernante sino qué clase de políticas deben ser implementadas, según lo propuesto por cada candidato. Sin embargo, ese no es el poder más grande, ya que se hacen muchas promesas en campaña y no en pocas ocasiones ninguna de ellas se termina cumpliendo. Por eso, precisamente, el poder más grande de un ciudadano a la hora de sufragar no es tanto lo que con su voto se determine hacia el inmediato futuro, sino lo que deja por sentado frente al pasado. En otras palabras, nada más fuerte y decisivo que un voto para señalar qué es precisamente lo que las mayorías no quieren que se repita ni continúe.

Esta es una premisa clave para leer los resultados de las elecciones presidenciales del pasado domingo en Ecuador, en donde el conservador Guillermo Lasso no solo le infringió la primera gran derrota a la izquierda socialista en década y media, sino que su triunfo es un mensaje claro y contundente de la ciudadanía: no más “socialismo del siglo XXI”, no más populismo económico, no más cambios intempestivos a las reglas de juego de la democracia para perpetuarse en el gobierno, no más al uso del poder oficial como arma para atacar y neutralizar a la oposición, no más a empeñar la riqueza petrolera por décadas, no más a la corrupción enquistada en las altas esferas… En últimas, no más al estilo de gobierno, a la propuesta de país ni al rumbo que el expresidente Rafael Correa, que dominó por una década a la vecina nación, quería volver a imponer a través del candidato que resultó derrotado este domingo en el balotaje final: Andrés Arauz.

Muchos analistas coincidían ayer en que la elección de Lasso dejó en claro que Ecuador ratificó el rumbo que le supo marcar su saliente mandatario Lenín Moreno. Pero no el de su elección cuatro años atrás, cuando fue claro el apoyo de Correa a quien fuera su Vicepresidente, sino el que el mandatario, una vez en el poder, señaló cuando rompió de manera tajante con las toldas de su páter político, empezó a reversar no pocas de sus reformas y frenó, vía referendo y con el apoyo de muchos partidos de centro y derecha, incluido el del propio Lasso, la posibilidad de que el expresidente socialista regresara al poder en este 2021.

La mayor prueba de que el domingo se dio un portazo definitivo al correísmo, y que ese fue el mensaje más importante de la jornada electoral, es que la polarización política en el resto del escenario se mantiene sustancialmente en Ecuador. De hecho, el nuevo gobierno conservador tendrá que trabajar con un Congreso de mayorías opositoras, en cabeza del partido de Arauz y del movimiento indigenista, que no solo se fortaleció en el Parlamento en los comicios de febrero pasado, sino que su campaña por el voto en blanco el pasado domingo tuvo un resultado superior al esperado.

Tiene ahora Lasso la difícil tarea de seguir enderezando la hoja de ruta del vecino país. No en vano Moreno registra hoy un alto grado de descalificación ciudadana. Si bien es cierto que Ecuador está soportando -como todos los países latinoamericanos- el duro embate de la pandemia y adelanta un esquema de vacunación muy lento, es claro que tiene impactos muy graves en materia de recesión económica, alto desempleo, deuda pública disparada y un clima social muy tenso. Tomará tiempo, recursos y mucha voluntad política Gobierno-Parlamento enfrentar cada una de esas crisis.

Sin embargo, lo primero que debe hacer el nuevo mandatario, que llega al poder tras dos campañas fallidas sucesivas, es demostrar desde el día uno de su periodo que el estilo polarizador, beligerante y maniqueo así como el maniobrerismo político, ideológico, gubernamental, institucional y económico del correísmo definitivamente quedaron atrás. Si logra hacerlo, entonces el entrante presidente ecuatoriano tendrá un camino más despejado para recuperar al país en muchos frentes.

En su discurso de victoria, el mandatario electo dijo que haría un gobierno de cambio "sin dejar a nadie atrás" y que viabilizaría una "época de encuentro" en un país a todas luces dividido. A partir de mayo se empezará a vislumbrar si podrá hacer realidad esa promesa.