Setenta y tres años después | El Nuevo Siglo
Martes, 13 de Abril de 2021

Para tener un mayor entendimiento de lo ocurrido el 9 de abril de 1948 es indispensable conocer las tensiones políticas que atravesaba el mundo en ese momento.

Luego de la firma del Tratado de Yalta por los líderes de las potencias aliadas, Franklin D. Roosevelt, Winston Churchill y Josef Stalin, las tensiones entre los Estados Unidos y sus aliados y la Unión Soviética, conformada por Rusia y los países bajo su influencia al finalizar la II Guerra Mundial, dieron pie a la llamada Guerra Fría.

Fue esta una intensa confrontación para lograr implantar en el mundo sus teorías políticas y económicas, diametralmente antagónicas. Esta confrontación determinó el destino político en la segunda parte del siglo XX, hasta la caída del muro de Berlín, en 1989.

Estados Unidos abanderó la defensa de la democracia, al igual que la economía de mercado. Stalin, por su parte, consolidó el comunismo en los países bajo su control y, por todos los medios, pretendió exportarlo al resto del planeta.   

Tomarse a Latinoamérica era importante para Stalin. Ya, en 1948, Venezuela y Bolivia, tenían gobiernos revolucionarios y el Aprismo amenazaba por llevar a Perú por el mismo camino.  

Pero a Stalin le faltaba Colombia, indispensable para solidificar el poder comunista en el área, especialmente por su vecindad con el Canal de Panamá, punto de gran valor estratégico en poder de los Estados Unidos.

El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, como piensan importantes estrategas políticos, pudo haber sido planeado con antelación y detalle por Stalin para lograr derrocar el gobierno de Mariano Ospina Pérez y tomarse el poder. Con tal motivo, se escogió un momento clave: la inauguración de la IX Conferencia Panamericana que daría paso a la fundación de la OEA.

Sería un golpe magistral contra una organización creada, específicamente, para fomentar la democracia, el libre desarrollo económico e impedir la expansión comunista.

La Internacional Comunista participó en pleno el 9 de abril. En Bogotá, en esa fecha, estaban revolucionarios del calibre de: “el chileno Salvador Ocampo, el venezolano Gustavo Machado, el catalán Luis Fernández Juamm, Milorad Pesik, Luis Cardoza, Alexander Okilikoff, Ramón Anzokoff, Enrique Ovares, Alfredo Guevara y Fidel Castro Ruz”. (José Alvear Sanín, La Linterna Azul, 9/abril/21).

La velocidad con que ocurrieron los hechos luego del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, confirma la teoría de que estaban planeados con gran sagacidad y anterioridad. El inmediato asesinato de Roa Gómez “el asesino”, seguidamente la toma de las emisoras que se dedican a dar noticias falsas sobre el triunfo de la revolución; la manufactura de cocteles incendiarios y consignas revolucionarias; la sublevación de la policía, la liberación de los presos; el incendio simultáneo de los más importantes edificios de gobierno y religiosos, entre otros hechos, son pruebas fehacientes.

El asesinato de Gaitán no fue espontáneo. Fue un crimen enraizado en los esfuerzos comunistas para tomarse el país. Colombia sobrevivió al ataque comunista por la férrea voluntad del presidente Ospina Pérez, quien, valerosamente, no permitió el derrumbe de la democracia colombiana.