¡Foco en los jóvenes! | El Nuevo Siglo
Viernes, 16 de Abril de 2021

* Prioridad: impulsar empleo de calidad para ellos

* Urgen incentivos eficaces en el mercado laboral

 

El impacto de la pandemia sobre el empleo es dramático. La cantidad de plazas de trabajo que se ha perdido en estos quince meses de emergencia sanitaria en todo el planeta no tiene precedentes. Una semana atrás un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) daba cuenta, por ejemplo, de que solo en América Latina y el Caribe se han malogrado 26 millones de puestos como consecuencia del coletazo social y económico del covid-19. Lo más grave es que la misma institución advirtió que este 2021 arrancó con un panorama laboral complejo agravado por nuevas olas de contagios y lentos procesos de vacunación, circunstancias que hacen más inciertas las perspectivas de recuperación a corto plazo.

De esta forma el escenario del empleo es muy preocupante, ya que no solo se trata de los millones de personas sin trabajo, sino de lo que ello implica en materia de aumento de los índices de pobreza e indigencia, mayor dependencia de los subsidios y transferencias monetarias estatales, creciente informalidad laboral, profundización de la desigualdad y la baja cobertura de la seguridad social (sobre todo de la salud en una coyuntura tan delicada). Incluso, no pocas encuestas y estudios sobre las consecuencias nocivas de la pandemia han relacionado el alto desempleo con mayores niveles de delincuencia común en el último año.

En Colombia, la situación no es distinta. A finales del primer semestre del año pasado la tasa de desocupación se alcanzó a disparar por encima del 25% y se habló entonces de más de cinco millones de empleos perdidos. Ya en la segunda mitad del 2020, a medida que la curva epidemiológica fue cediendo, mes tras mes se fueron reactivando una cantidad sustancial de empleos, disminuyendo el indicador a la mitad. Sin embargo, las cuarentenas de enero y el fenómeno estacional laboral tras las festividades decembrinas y de cambio de año volvieron a  invertir la tendencia. A hoy, el último informe del DANE, con corte a febrero pasado, señaló que la tasa es de 15,9%.

Más grave aún resulta el hecho de que las mujeres y los jóvenes han sido los más afectados por la pérdida de las plazas laborales. De hecho, la tasa de desempleo de la población joven (entre 14 y 28 años) se ubica hoy en un 23,5%. Ese indicador es más dramático cuándo se clasifica por género, ya que mientras en los hombres es del 17,5%, en las mujeres llega a un 31,6%.

Es urgente, por tanto, que el Estado y el sector privado, en el marco de los planes de recuperación social y económica, profundicen la estrategia para incentivar la generación de empleo para la población juvenil. Si bien es cierto que desde años atrás está vigente una serie de beneficios tributarios y de componente salarial para las empresas que contraten trabajadores entre los 18 y 28 años, el crítico escenario que está dejando la pandemia obliga a redoblar esfuerzos. Estrategias como “Estado Joven”, “Primer empleo”, los mayores beneficios para patronos que contraten a pasantes y recién graduados, la equivalencia de las prácticas como experiencia laboral referenciable, el fortalecimiento del SENA y otra serie de herramientas oficiales y privadas tienen que multiplicarse.

De hecho, resulta positivo que en el proyecto de reforma tributaria que el Gobierno radicó esta semana en el Congreso se esté planteando, por ejemplo, que las empresas que contraten a jóvenes para su primer empleo (por un mínimo de cinco años) quedarán exentas del pago de los aportes a salud, pensión, parafiscales y cajas de compensación familias. Esos costos serán asumidos por el Gobierno.

A su turno, es claro que la empresa privada ha venido realizando esfuerzos para enganchar a jóvenes que apenas ingresan al mercado laboral. Esa clase de políticas deben multiplicarse, no solo para obtener los beneficios fiscales y tributarios ofrecidos, sino también como parte de su estrategia de responsabilidad social y capacitación de talento humano.

Lo hemos reiterado en estas páginas: dentro de la política de generación de plazas de trabajo uno de los principales énfasis debe ser el relativo a facilitar el ingreso de los jóvenes al mercado laboral. De poco sirve aumentar las coberturas de la educación media y superior, si después de graduados los adolescentes no consiguen en dónde desempeñar sus oficios y profesiones. Y en este marco, no solo debe impulsarse la capacidad del sistema productivo para demandar mano de obra calificada o no, sino que el sistema educativo debe perfilarse para cualificar la oferta laboral hacia lo que más están solicitando las empresas, como es el caso de las ingenierías y profesionales con capacidad en tecnología, innovación e investigación multidisciplinaria. Ese debe ser el foco.