Reflexiones sobre la peste | El Nuevo Siglo
Sábado, 4 de Abril de 2020

Esta situación que se está viviendo en Bogotá, digamos en todo el país, mejor en el mundo entero, digamos el conocido, es algo que no se había vivido antes. Es una nueva experiencia que necesariamente tiene que conducir a la modificación de conducta y usos en las costumbres colectivas. Las relaciones entre los países tendrán que acomodarse a la adaptación de todo lo que ha surgido a raíz de esta emergencia, que no se puede calificar en forma diferente a la de una peste que llego, que nos puede afectar a todos y que todavía la ciencia no ha podido dilucidar la manera como se debe combatir, de suerte que en forma certera se pueda decir que esta peste ha sido dominada. De ahí que hayan recibido las recomendaciones oficiales tendientes a no permitir que se propague indiscriminadamente a cualquier ciudadano. Estamos todos a bastante obscuras con respecto al origen y a la manera como se debe combatir; que no se puede calificar en otra forma el peligro al cual estamos todos expuestos.

No debe existir la menor duda al respecto a que el comportamiento individual y colectivo de nuestra sociedad con respecto al enfrentamiento a esta epidemia es algo que no solamente debe estudiarse en sus efectos con respecto al combate para tratar de evitar esta peste, sino como un activo el cual debe contarse para poder medir y prever la conducta colectiva en el futuro. Menudo trabajo para los sociólogos y miembros de organismos de disciplinas que se ocupan del análisis de la conducta colectiva de una sociedad; la nuestra así como la del resto del mundo no será la misma una vez se hayan superado o desaparecido los efectos que se han podido evidenciar hasta ahora.

Ha habido una conciencia colectiva con respecto a que la conducta individual tiene efectos sobre la colectividad. Es una prueba en contra del individualismo que no puede ser calificado como censurable, sino como una responsabilidad con respecto al comportamiento colectivo; la colectividad debe ser la sumatoria de la conducta individual; esta afirmación puede ser una anatema con respecto a la experiencia.

Pero aun así, estas manifestaciones individuales que en estos días hemos visto, se han traducido en efectos importantes en la observación de la conducta colectiva. De otra manera podría apreciarse la disciplina con respecto a la cuarentena a la cual hemos estado sometidos estas semanas y las semanas  que seguramente tendremos que estar sometidos más adelante, no solamente para defendernos  individualmente de la peste, sino porque  la conducta individual va a incidir  en lo que le pueda acontecer a la comunidad.

Pero si las argumentaciones son válidas, ¿no se podrá pensar en forma semejante con respecto a las relaciones entre todos los países victimas también de esta peste? Las relaciones internacionales tendrán que tener en cuenta esas consideraciones utópicas, desde luego, pero obligatorias para políticos y diplomáticos.