El caso Pinker | El Nuevo Siglo
Lunes, 7 de Mayo de 2018

“Ciencia no contesta la pregunta ¿Por qué hay algo?”

Con la revolución francesa se enfatizó el iluminismo con los ideales (no del todo realizados) de Libertad, Igualdad y Fraternidad.

Estados Unidos buscó la libertad, y Rusia la Igualdad, ninguna nación ha tenido la fraternidad como propósito. Pero el ansia iluminadora de conocimiento es mucho más antigua, la magia se convirtió en ciencia, la astrología en astronomía, la alquimia en química, etcétera. Y cuando cayó Roma en el siglo V, los iluministas de su época, los letrados, vale decir los monjes, en particular los benedictinos, preservaron los avances del pasado. Al inicio debieron cuidarse de los bárbaros que les quemaban sus libros para mitigar el frío en los inviernos. Decidieron, evangelizarlos, fundaron escuelas y luego universidades y tras una lucha persistente de diez siglos (la llamada paciencia benedictina) convirtieron esa edad oscura en Renacimiento. Sin ellos no habríamos resistido el embate del islam en el siglo XIII, ni salido de la barbarie. No habría un puente con el pensamiento griego y la ingeniería romana, ni bibliotecas, ni escuelas ni mucho menos ilustración.

 La también llamada Edad Benedictina aceptaban que el aumento en el saber calibra el ser. Pero dudaba, por experiencia propia, que eso por sí solo hiciera bueno al ser humano. No se habría asombrado por lo ocurrido en la ultra tecnológica Alemania nazi, ni en la URSS de Stalin. O que hoy bajo el capitalismo, 3/4 partes de los científicos estén al servicio de programas de armamento, como si eso mereciera su aporte.  ¿Es solo por ignorancia?

 Pinker, un psicólogo de Harvard, publicó un libro intentando casar la ilustración con el progreso del ateísmo. Débil en arte, pretende que el Romanticismo es retrogrado lo cual es un disparate. Da gráficos con avances mundiales en economía y ciencia. Omite a las grandes religiones originarias, las confunde con extravagancias de las sectas y convenientemente se guarda de hacer reconocimiento alguno al milenio anterior al renacimiento, descarta ese aporte ¡con una alusión a la inquisición! Con un flaco aporte a la ilustración sostiene que los científicos creyentes desconocían la teoría de la evolución o del origen del universo, argumento ya trillado de los cientificistas soviéticos sin éxito: mentes brillantes en distintas ramas del saber siguen siendo creyentes.

 En suma, ignora la antropología y la historia. ¡Y su “humanismo”, sin raíces profundas, tiende al conjunto matemático vacío, expulsa al hombre al prescindir del aporte de las religiones en su humanización!

En contraste con científicos serios como el otrora gran físico teórico Alfred Whitehead profesor de filosofía en Harvard, Pinker ignora que la ciencia no contesta a la pregunta metafísica originaria ¿Por qué hay algo y más bien no hay nada?

 Difícil en este espacio explicar la relación simbiótica entre civilización y religión. La Royal Society en cabeza de Toynbee comparó, en diez gruesos volúmenes, 21 civilizaciones. Si colapsa la fe respecto a la religión originaria, colapsa esa civilización a pesar del avance material. Y esa verificación no es un mero acto de fe.