Están avisados | El Nuevo Siglo
Jueves, 2 de Mayo de 2019

EL río corre bien revuelto en esta parte de América Latina por los gestos de libertad que se agitaron en Venezuela.

Todos los líderes de la región quedan advertidos. La tentación a amarrarse en una silla presidencial termina en dictaduras.

Las reelecciones con cambios bruscos en mandatos constitucionales y luego, las artimañas políticas para amañarse en jefaturas de Estado, terminan en regímenes opresores.

Quedarse al frente de un país, aún contra la voluntad de mayorías, culmina con el incendio de una casa llamada democracia.

La lección de las últimas siete rebeliones sociales contra el testarudo Maduro en Caracas, es que en el poder, no es bueno jugar con fuego. Al final arden las masas y se queman los sistemas dominantes.

Los países del sur, con democracias tambaleantes, con algunos cuartos oscuros para dictaduras, están avisados del golpe de gracia.

En Venezuela, los militares acérrimos hinchas de Maduro perdieron la noción de la realidad. No saben a qué bando seguir ni a quién disparar.

Significa que las fuerzas armadas asimilan, aunque tarde, el peligroso filo de la navaja que constituye la dictadura.

En el mundo hay mucho dictadorcito camuflado en las mieles del poder. Colombia no es la excepción.

Hay regímenes arrogantes, suficientes y sin escrúpulos, acechando el Estado.

Pequeñas dictaduras en pueblos y capitales haciendo de las suyas, llevándose de paso las esperanzas de sus gentes.

Lo que sufren nuestros vecinos venezolanos es el resumen de un fanatismo político de quien engendró un demonio que equivocadamente llamó movimiento bolivariano.

Hizo creer desde el Palacio de Miraflores que él -Maduro, al igual que Chávez- era el sucesor del libertador Bolívar. De ahí su pregonera comedia de una revolución bolivariana.

Tanques de guerra, fuego cruzado, muertos, heridos, balaceras, enfrentamientos callejeros, oscuridad y horror, es el tiempo fatídico de los dictadores.

Ponen contra los palos a cercanos y opositores. Lo importante es vencer en la tiranía, doblegar al pueblo y ridiculizar a opositores.

Los más recordados tiranos, dictadores y feroces fieras al mando de un país terminaron muertos, depuestos, derrocados o fugados.

Salidas diplomáticas aún con el agua al cuelo por un golpe militar no bastaron para desactivar al tirano. Prefieren salir muertos que por la puerta de atrás.

Iguales a sistemas corruptos de la región. Solo la cárcel los saca de escena. Si no los señalan y acusan, continúan campantes en sus diabólicas faenas de sacar ventaja y robar.

Asumen poses de dioses y promocionan que las mayorías los respaldan. No importa que estanterías de tiendas y supermercados estén vacías y que las gentes mueren de sed y hambre.

Todo intento de extenderse en el trono es un nuevo escalón a la dictadura.

Presidente o jefe de Gobierno que condiciona democracia a su reelección, es el nuevo dictador.

Así las cosas, quedan advertidos gobernantes de América Latina a quienes no les faltan ganas de quedarse unas décadas en el poder.

Una línea delgada va de pretensiosos presidentes a dictadores.