Geopolítica de Trump | El Nuevo Siglo
Sábado, 11 de Mayo de 2019
  • Casa Blanca con distintos frentes abiertos
  • La economía y la prevalencia de potencia

 

 

Desde el día uno de su mandato el presidente Donald Trump se ha dedicado a hacer lo que prometió en campaña: redimensionar el estatus de Estados Unidos como primera potencia mundial. Ese rol geopolítico lo desarrolla de manera frontal, lo que le ha generado tantos apoyos como contradictores tanto al interior de su país como en el resto del planeta.

Esta semana, por ejemplo, a todo el mundo le ha quedado claro que la geopolítica del titular de la Casa Blanca no se detiene por nada y ante nada.

Por ejemplo, los mercados bursátiles se han estremecido por la decisión de Trump de cumplir lo que le había advertido de forma reiterada a China en caso de no tomar medidas para reducir el déficit comercial que afecta a la potencia norteamericana: la imposición de aranceles a la mayoría de exportaciones de esa nación asiática.

Se trata de nada menos un alza del 10 al 25 por ciento de los aranceles, con la idea que la potencia del Norte no siga financiando el crecimiento y armamentismo chino. La medida representa unos US $200.000 millones en dichos pagos, una suma colosal. A esta cantidad se suman los US $ 50.000 millones de la anterior alza. La sorpresa de los analistas internacionales ha sido grande por cuanto se mantienen las conversaciones entre las autoridades económicas de ambos países y los augurios eran buenos. Sin embargo el mandatario de los Estados Unidos, conocedor de la habilidad de Pekín para dilatar los asuntos y sacar ventajas, resolvió actuar de una. Hizo un buen cálculo de la situación y decidió adelantarse al juego chino. Así, como en una partida de póker, sacó a tiempo el as bajo la manga y ahora puede esperar con calma los resultados de la negociación comercial bilateral.

Cuando las potencias se confrontan en tan fuerte guerra comercial, los países menos poderosos y los más pequeños tiemblan. Mas, también, es una oportunidad para que los más audaces y mejor preparados saquen ventajas.

Por lo pronto el gobierno de Trump ha dado una dura lección a la academia y a los más famosos economistas de su país, quienes, desde tiempos de Clinton y Obama, se habían resignado a hacerle el juego a Pekín. Ahora, con el alza de aranceles se generarán grandes dividendos que, según anunció el propio mandatario, se destinarán a la compra y envío de alimentos baratos para los más pobres en el mundo. La nueva “arma” de Trump, que ya probó en Venezuela, es la de “bombardear” a los pueblos marginados con alimentos.

Trump se salió del Tratado sobre armamento nuclear con la idea de negociar directamente con China, Rusia y Corea del Norte, dado que ha percibido que a la larga juegan de manera combinada. Lo mismo que anunció sanciones contra Irán, que es otra de las naciones que se mueve al mismo compás de los anteriores. Tiene bajo amenaza al GAT y les negó la visa a varios magistrados de la Corte Internacional de Justicia de La Haya que pretendían juzgar a unos soldados de su país.

Otros de los puntos de atención de Trump son Venezuela, Cuba y Nicaragua. Por primera vez, en décadas, las mayorías de los países democráticos del mundo ven con buenos ojos una eventual intervención militar de EU contra el régimen de Maduro. En los últimos meses y desde que apareció Juan Guaidó en el firmamento político de Venezuela, varias de las democracias del planeta están de acuerdo con un fuerte cerco diplomático y hasta militar para poner fin a un régimen que viola los derechos humanos y conculca las libertades en la patria de Bolívar.

Entre tanto, con cierta lentitud, el gobierno de México le pone talanqueras a las marchas de desarrapados que pretenden cruzar a los Estados Unidos, sin documentos y por medio de la presión de las masas. Otro de los frentes de batalla de Trump.

Es evidente el predominio del presidente Donald Trump en política interior. El crecimiento económico y el éxito de su política de pleno empleo lo han fortalecido y así se evidencia en la más reciente encuesta sobre su popularidad. Hoy, hasta los más escépticos se atreven a sostener que si las presidenciales en Estados Unidos fueran hoy, el líder republicano continuaría como inquilino de la Casa Blanca.

En cuanto a la política exterior del mandatario se puede hablar de un modelo corte Bismarkiano y realista.

Y, para citar solo un ejemplo, el de Venezuela. Aunque muchos aseguran que la posición que ha asumido Trump es débil porque no ha conseguido que Maduro y sus áulicos dejen el poder, lo que ha hecho, paso a paso, es achicar el cerco sobre éstos, con decisiones que pasaron del plano diplomático al económico.

Haciendo un parangón puede compararse con la que el mundo libre empleó, décadas atrás, con Polonia cuando parecía imposible el derrumbe del sistema pero que, a la postre, tras las presiones externas terminó haciendo implosión. Y, como una reacción en cadena, llevó después a la caída de la Cortina de Hierro.

Así las cosas, algo similar puede pasar en Venezuela, donde no sólo una gran mayoría de los gobernados por Maduro están indignados con la crisis económica y social, sino muchísimos países demócratas que ven con horror cómo a diario se violan las libertades individuales y los derechos básicos de los compatriotas que no son afectos al régimen, ese que a punta de represión y miedo se aferra al poder.