Torpezas y silencios | El Nuevo Siglo
Domingo, 26 de Mayo de 2019

Trump, a sabiendas de que es contrario al multilateralismo a cuyas organizaciones todavía pertenecen los Estados Unidos (OMC), impone sin embargo a las exportaciones de China una brusca subida de aranceles al 25%. China procede a responder con la misma moneda, como ya lo había hecho.

El efecto de esto, como lo han anticipado todos los observadores serios, será introducir un gran desorden al comercio internacional y sembrar las semillas de la depresión mundial. Así lo ha dicho recientemente el FMI con gran crudeza. Las bolsas con su derrumbe así lo han ratificado.

Se está pasando de mostrarse los dientes a los primeros disparos fuertes, en lo que puede convertirse en una guerra comercial profunda y mundial. De la que nadie saldrá vencedor. Todos perderemos incluida Colombia. Los productos chinos que se encarecen por virtud de estos nuevos aranceles de Trump van a buscar recalar en mercados alternativos como el nuestro a precios de quema. Tal como ya empieza a verse con el acero.

De las guerras en general, y de las comerciales en particular, nadie sale ganancioso. Recordar por ejemplo que la gran depresión de los años veinte del siglo pasado comenzó precisamente con restricciones al comercio internacional que rápidamente se acentuaron a nivel planetario cuando los Estados Unidos, actuando torpemente como ahora lo hace Trump, resolvió subir aranceles abruptamente a sus socios comerciales (aranceles Smoot- Hawley)

Guardadas todas las proporciones, se está actuando con la misma ceguera como cuando en el Plan Nacional de Desarrollo se suben los aranceles a los textiles y a las confecciones.

La medida no solo es abiertamente inconstitucional, pues la Constitución es muy clara que todo lo atinente a los aranceles es del resorte del ejecutivo en desarrollo de las leyes marco de comercio exterior, y no del Congreso, sino que no va a servir para proteger la industria nacional. A lo que conducirá este embeleco será a disparar los contrabandos de textiles que ya son bien altos por cierto.

Pero las torpezas del Tío Sam no se circunscriben al ámbito del comercio internacional. También al doméstico. Nos hemos enterado con estupor los colombianos que los gringos están utilizando el mecanismo de las visas para presionar indebidamente a los magistrados de las altas cortes para que voten en tal o cual sentido, según los caprichos de la embajada norteamericana en Bogotá. Insólito.

La reacción de la rama jurisdiccional ha sido inmediata y de rechazo como correspondía. Pero el silencio del Presidente, del Ministro de Relaciones Exteriores (que ya hubiera debido llamar al impertinente embajador en Bogotá a rendir explicaciones y se limitó a una vaga declaración en la que le prendió una vela a Dios y otra al diablo) y del propio Fiscal, ha sido sepulcral y por tanto inaceptable. En este asunto va envuelta la dignidad nacional. Que es deber de estos funcionarios hacerla respetar.

¿Ustedes se imaginan qué le pasaría a Pachito Santos si en una más de sus desabridas salidas le diera por presionar a los magistrados de la Alta Corte Constitucional de los Estados Unidos?