Vives, los Daza y el Festival Vallenato | El Nuevo Siglo
Sábado, 4 de Mayo de 2019

Octavio Miguel Daza, hijo del profundo Octavio, se alzó con el premio a mejor compositor de canción inédita en la versión 52 del Festival Vallenato. Lo hizo con canción clásica, como todo los de su estirpe, con letra clara y sensibles décimas, como es tradición en estos galardonados.

Y lo recibió al día siguiente que Carlos Vives, el maestro de maestros, el inmortal, nos demostraba para qué es y para qué debe ser la fama. Vives irrumpió en medio de los “puristas” rescatando el denominado Tropi Pop, como quien busca el sacrilegio. Lo hizo de forma valiente y jovial en la meca de la cultura más genuina que tenemos: el vallenato. Y lo hizo a su estilo, como si de su presencia se descolgasen promesas ya conocidas de artistas jóvenes que a pesar de sus créditos tienen más porvenir que legado.

En el más maravilloso y quizás más puro encuentro artístico de estos pagos se reunieron los Daza de Patillal, siempre alegres, sobrios, talentosos, disciplinados y meticulosos, con el Vives de Gaira y Pescadito, el de la sierra que mira al mar, el de esa costa con luminosidad diferente a la del “valle”, pero con idéntico origen.

Tal vez de Vives se ha reconocido todo, pero no se ha exaltado con suficiente justicia una de sus principales virtudes, el liderazgo. Vives no da órdenes, a Vives lo obedecen. Vives no marca rumbo, sino que es el rumbo. Vives tiene la generosidad de llevar por los puentes que unen cantantes nuevos para que transiten por los senderos de las viejas glorias. Y también tiene la genialidad que le permite comprender que las culturas en nuestros tiempos son mezcladas, mestizas, como nuestras gentes.

Así, del Valle del Cacique de Upar y de los aportes tecnológicos del viejo mundo y de los encantadores ritmos de la áfrica subsahariana nació, ya no digamos solamente el vallenato sino el Tropi Pop y otra serie de estilos artísticos que nos demuestran a diario que si es posible convivir en la diversidad. La tradición, al fin de cuentas y al pensar de Adam Smith, no es otra cosa que la experiencia acumulada puesta al servicio de una época. Vives y los Daza, conocedores de esa verdad indiscutible la pusieron a prueba otra vez: el primero con el manto del liderazgo y la promoción; con el sello de la unión nacional y el lema de la esperanza. El segundo, con la tradición ancestral que fluye por sus venas, sin negar sus orígenes indios como tampoco sus genes españoles pues, ambos, al fin de cuentas, son indispensables para reconocerse por lo que somos.

*Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI.

@rpombocajiao