Relación Colombia-EU se afianza | El Nuevo Siglo
Miércoles, 2 de Junio de 2021

 

Cuatro meses de hechos concretos

200 años del reconocimiento colombiano

 

Si algo ha quedado claro con el pasar de las décadas es que los hechos concretos son los que marcan el estado real de las relaciones diplomáticas. Más allá de las percepciones y de los análisis subjetivos, al final son las decisiones oficiales las que cuentan.

Bajo esa premisa se puede concluir que las relaciones entre Colombia y Estados Unidos, más que pasar por un buen momento entre los gobiernos de Joe Biden e Iván Duque, mantienen la solidez propia de una alianza geopolítica estructural, con agendas de corto, mediano y largo plazos en distintos frentes.

Por otra parte, el propio primer mandatario de los Estados Unidos es un gran conocedor del devenir colombiano, sin necesidad de intermediarios, al haber sido uno de los artífices del Plan Colombia durante la administración Clinton. Pocos como él, pues, para conocer el valor estratégico de nuestro país en la zona y las características del pueblo colombiano como gestor de una de las más antiguas democracias americanas y del mundo. No en vano, además, se cumplen en estos días 200 años de relaciones binacionales, desde que Estados Unidos fue el primer país del orbe en reconocernos como una nueva república en el concierto de naciones.     

Aunque desde el mismo momento en que se confirmó la victoria de Biden se habló de una molestia, a raíz de la forma en que algunos dirigentes políticos colombianos tomaron partido en la campaña norteamericana del lado trumpista, lo cierto es que la relación bilateral y estratégica no se ha debilitado una vez se produjo el relevo en la Casa Blanca. Desde luego, en todo caso ha quedado demostrado que en este tipo de circunstancias electorales es mejor no intervenir en modo alguno. Por el contrario, en el propósito de salvaguardar los más altos intereses nacionales es menester no dejar el más mínimo asomo de favorecimiento y respetar a rajatabla la autodeterminación de los pueblos. El arte de la diplomacia, pero ante todo del buen gobierno, exige absoluta discreción en la materia.     

Pese al estremecimiento de una campaña presidencial tan telúrica, que por demás valió una declaración del embajador norteamericano en Bogotá pidiendo neutralidad, hoy bien podría decirse que desde la posesión del presidente Biden las relaciones colombo-americanas han evidenciado dinamismo. Los mandatarios de ambos países han sostenido conversaciones telefónicas, al tiempo que los funcionarios delegados han avanzado en la revisión de políticas y programas cruciales. Incluso Duque fue invitado por el presidente norteamericano a la cumbre climática que organizó la Casa Blanca semanas atrás. Bogotá y Washington han analizado, de igual manera, la crítica situación venezolana y reforzado su alianza contra el régimen dictatorial y la satrapía de Nicolás Maduro, al tiempo que el gobierno norteamericano felicitó el estatuto de normalización migratoria de los venezolanos en Colombia.

En materia antidrogas, de igual manera, las autoridades estadounidenses certificaron semanas atrás el desempeño de nuestro país durante 2020 en erradicación de narcocultivos e incautaciones de estupefacientes, al tiempo que no dejó de evaluarse la posibilidad de retomar las aspersiones aéreas para acelerar la destrucción de los cultivos ilícitos periféricos, con base en los dictámenes de las Cortes colombianas.

Asimismo, Washington ha expresado su preocupación por asuntos puntuales en Colombia, como la persistencia del asesinato de líderes sociales y desmovilizados, condenando días atrás el vandalismo y la violencia en la ola de paros, llamando igualmente a la Fuerza Pública a actuar dentro de los protocolos de proporcionalidad en el uso de la fuerza. A ello se suma que su embajador en el Consejo de Seguridad de la ONU ha respaldado las ejecutorias del gobierno Duque en torno a la implementación del acuerdo de paz con las Farc.

Por todo lo anterior, no resulta sorpresiva la decisión del gobierno Biden de plantear al Congreso un importante aumento en rubro de ayudas a Colombia, que en esta ocasión sería de 453 millones de dólares. Igual ocurre con el resultado de la gira de la semana pasada de la vicepresidenta y nueva canciller Marta Lucía Ramírez. Allí, de la natural reafirmación de la alianza bilateral y la revisión de los puntos clave de la agenda, se avanzó hacia temas concretos antidroga, geopolíticos e incluso de ayuda en vacunación anticovid.

Como se ve, se trata de una relación que siempre ha tenido asuntos complejos en su marcha, pero a la que los gobiernos actuales le siguen apostando conscientes de que es una alianza geopolítica sólida, vital y de largo plazo.