Rodando por la pendiente | El Nuevo Siglo
Jueves, 3 de Junio de 2021

El cortocircuito de las “garantías”

Todo menos llegar a una concertación

A medida que avanzan los días, una pregunta empieza a imponerse al analizar la dinámica que ha venido tomando el paro que ya entra en su sexta semana: ¿cómo se explica que luego de tan traumáticas calendas no se haya logrado ni siquiera comenzar a estudiar y dar curso mínimo a los contenidos del pliego presentado?

La razón de fondo puede comenzar por la necesidad de utilizar el lenguaje de forma precisa y atinada. Porque es a partir de allí por donde debe arrancar a desenredarse problemática tan compleja y encontrar el camino de las soluciones apremiantes. No pueden seguir el Gobierno ni los voceros del paro, como llamamos la atención aquí cuando no llegaron a conclusión alguna en los supuestos acercamientos del domingo pasado, dando declaraciones y actuando a costa de la ruina del país y el destrozo de la economía como bien público y social. Además, propiciando, en paralelo, la crisis pandémica hasta los índices fatales que ya se vislumbran sin límite y que progresa por fuera de todo marco sensato de salud pública.

En ese escenario telúrico e impredecible, donde el Ejecutivo habla de diálogo y los voceros del paro hablan de negociación, y cada cual se afianza tercamente en sus posiciones sin ningún punto de encuentro, seguimos insistiendo en la necesidad de sentar las bases y desarrollar la concertación inmediata, que es el término preciso para abocar tan sensible asunto. Esto, por supuesto, si en verdad se quiere llegar a una solución mancomunada y factible en la que sea posible pasar del disenso arduo al consenso viable, en un plazo razonable, una vez se hayan decantado las posiciones sobre el pliego ¡que ni siquiera se han presentado en la mesa!

Salvo, claro está, que se pretenda lo contrario. Es decir, como también lo indicamos en su momento, que se busque más bien generar un desgaste colosal de lado y lado, y solo a partir de ahí sentarse a pactar sobre los escombros. En otras palabras, aceptar la idea compartida implícitamente de una lesiva prolongación de las circunstancias adversas para todos los colombianos. Que es, ciertamente, lo que parecería derivarse de lo que está ocurriendo. Lo cual es, desde luego, un despropósito cuando de por medio están, primero vidas humanas, y después la erosión institucional, económica y social a partir del anarquismo que, por igual, afecta el amparo constitucional de las protestas y las reivindicaciones sindicales.

En tanto, el llamado “acuerdo de garantías” se ha vuelto la piedra de discordia. Las recriminaciones mutuas al respecto parecerían provenir de que los voceros del paro quieren pactar, por escrito, unas determinadas condiciones consistentes en que el Gobierno debe ajustarse a su noción del manejo del orden público nacional. Y el Ejecutivo, a su turno, se dio tardíamente cuenta de que no podía resignar de tal modo sus atribuciones constitucionales, frente a los bloqueos viales y el vandalismo, puesto que alcanzó a dudarlo en el preacuerdo llevado a cabo por el exdelegado presidencial y excomisionado de Paz, Miguel Ceballos, so pena de incurrir en un ostentoso prevaricato por omisión al negociar abruptamente el principio de autoridad.

Lo único que se sabe con certeza es que cuando los delegados aceptaron el famoso “acuerdo de garantías” hubo cerrados aplausos de las partes en el recinto de Cafam de La Floresta, en Bogotá, donde se vienen desarrollando estas reuniones.

Estamos, pues, metidos en un cortocircuito tóxico y aparentemente un pulso de inamovibles. Ojalá se encuentre una pronta solución. Entretanto, ambos lados siguen enfrascados en sus agrias discusiones, mientras no hay una ruta de concertación mínima y, por el contrario, surge un abismo que parecen querer profundizar a costa de la mayoría de colombianos. Es claro, según múltiples sondeos, que la ciudadanía pretende algo positivo de esa concertación, de la resolución del paro, de la protesta encarnada en los jóvenes, en tanto es absolutamente tajante el rechazo generalizado a la violencia, los bloqueos y el vandalismo. Pero, asimismo, los encargados de encontrar las soluciones optan más bien por seguir rodando por la pendiente, con las UCI del país completamente desbordadas y las cifras de contagio y letalidad por el coronavirus en ascenso; 480 mil millones de pesos diarios en pérdidas económicas y la mayoría de los colombianos sin poder movilizarse, trabajar y hacer uso de sus derechos fundamentales ¿Quién responde?