Prueba de fuego a Biden | El Nuevo Siglo
Jueves, 10 de Junio de 2021

 

  • El reto de aterrizar nueva política exterior
  • Cara a cara con Putin será determinante

 

Del discurso a la acción. Así ven no pocos analistas y medios de prensa estadounidenses el debut del presidente Joe Biden en la escena internacional. A punto de cumplir cinco meses en la Casa Blanca, el mandatario participará mañana en la cumbre del G7, en suroeste de Inglaterra, junto a los líderes de otras de las principales potencias del mundo: Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá. Si bien no hacen parte de este bloque países como China, Rusia, Brasil o India, que por el peso de sus economías podrían estar, lo cierto es que las siete naciones originarias tienen una importancia superlativa, toda vez que concentran el 65% de la riqueza global.

La Casa Blanca tiene muchas apuestas en esta gira de Biden por Europa, ya que después del Reino Unido irá a Ginebra, en donde la cita crucial será con el presidente ruso Vladimir Putin, con quien el mandatario norteamericano ha desarrollado en corto tiempo una agenda llena de altibajos, beligerancia verbal, cruce de ultimátum y picos de tensión por distintos asuntos geopolíticos relacionados con los ciberataques, el caso del encarcelado opositor ruso Alexéi Navalni, Ucrania, Bielorrusia y otros pleitos mundiales en donde Washington y Moscú tienen intereses enfrentados.

La administración demócrata sabe que los ojos de la oposición interna de los republicanos así como de la comunidad internacional están sobre Biden y la forma en que aterrizará su promesa de un viraje en la política exterior estadounidense, pasando del marcado unilateralismo y posturas fuertes y verticales de su antecesor, a una estrategia menos confrontacional, con más enfoque multilateral y horizontal.

En los círculos de poder en Estados Unidos se afirma que no será nada fácil pasar de esta formulación general geopolítica a una aplicación puntual y específica en distintos frentes de primer orden. De hecho, en las reuniones preparatorias del G7 ha quedado claro que no es fácil la conjunción de intereses de las potencias en asuntos como políticas y compromisos exigibles y vinculantes sobre lucha contra el cambio climático, la creación de un impuesto global a las grandes empresas o el mecanismo efectivo que se utilizará desde las naciones con más poderío económico -que son las que han concentrado más del 80% de la producción y aplicación de vacunas- para ayudar al resto del planeta a enfrentar la pandemia del covid-19.

Biden abanderó ya una cumbre internacional ambiental, es partidario del tributo global a las multinacionales y anunciará mañana que Estados Unidos está dispuesto a comprar y donar 500 millones de vacunas anticovid con destino a los países más pobres y golpeados por la crisis sanitaria. También insistirá en su condena a los regímenes autoritarios, recalcará la importancia de la retirada de tropas de Afganistán, la urgencia de regular las poderosas plataformas digitales así como la definición de asuntos más puntuales como el rol de la OTAN, la migración trasnacional, la cuestión israelí-palestina, el pulso comercial con China o el espinoso asunto de Irán y Corea del Norte, que tienen como telón de fondo la amenaza nuclear…

Aterrizar cada uno de esos complejos asuntos no será nada fácil, pero es claro que esta primera gira tiene una agenda puntual y enfocada en enviar al mundo un mensaje: Estados Unidos está de vuelta con una política exterior más multilateral y menos impositiva

¿Cómo evitar que esa postura se entienda o perciba por los rivales geopolíticos, económicos y hasta militares de la Casa Blanca como débil o excesivamente transaccional? Esa es la gran pregunta entre los analistas, no solo norteamericanos sino de todo el planeta. De hecho, en muchas latitudes se afirma que no pocos gobiernos mantienen cierta cautela en torno a qué tan rápido y viable será para Biden concretar su visión sobre una nueva política internacional y diferenciarse eficazmente de la implementada por Donald Trump.

Como se ve, esta primera gira externa del titular demócrata de la Casa Blanca tiene tanta expectativa como incertidumbre. Los problemas del gobierno para implementar sus promesas en materia de flexibilidad migratoria respecto al flujo centroamericano ya dejaron en evidencia que mucho va de la promesa a la realidad. Biden, es claro, quiere mostrar una nueva cara de Estados Unidos y de la forma en que tramitará su agenda externa. Ya ha dado pasos en esa dirección pero solo a partir de esta gira y del cara a cara con Putin empezará a enfrentar la verdadera prueba de fuego.