El ataque en Cúcuta | El Nuevo Siglo
Jueves, 17 de Junio de 2021
  • Acción terrorista de graves implicaciones
  • Los riesgos en la frontera con Venezuela

 

El atentado perpetrado con un carro-bomba en las instalaciones de la Brigada 30 del Ejército con sede en Cúcuta el martes pasado, que dejó más de una treintena de uniformados y dos civiles heridos, es un hecho muy grave.

Si bien afortunadamente no causó muertes, es claro que la intención de los terroristas era asesinar a la mayor cantidad de militares posible en la sede castrense. La destrucción total de la camioneta, las dos explosiones que ocurrieron con diferencia de pocos minutos así como los graves daños en la infraestructura de la unidad militar evidencian el móvil bárbaro e indiscriminado que se buscaba. También resulta obvio que los criminales buscaban golpear a integrantes de la unidad de Asistencia de Fuerza de Seguridad (SFAB, por sus siglas en inglés), que es una brigada de asesores militares de Estados Unidos especializada en lucha antidroga.

Por igual, las pesquisas de la Fiscalía en las que se pone de presente que hubo un operativo complejo para la adquisición del vehículo y su traslado a la capital nortesantandereana así como una estratagema detallada para ingresarlo a la Brigada, parqueándolo a pocos metros del alojamiento del personal norteamericano, permiten ratificar que fue un ataque con mucha planificación y con el objetivo de causar un alto saldo fatal. Incluso, no son pocas las similitudes con el atentado que se registró en enero de 2019 en la Escuela de Cadetes de la Policía en la capital del país, con la diferencia de que en este el automotor cargado con explosivos entró a la fuerza a las instalaciones y su conductor murió en la acción demencial, que cobró la vida de veintiún jóvenes que se preparaban para servir a la Patria. En el caso de Cúcuta, la camioneta ingresa pacíficamente, pasa los filtros de vigilancia sin ser detectada su mortal carga, es parqueada y quien la conducía logra evadirse minutos antes de la explosión. Sobra decir que hay una falla gravísima en los cordones de seguridad, frente a lo cual corresponderá a la Inspección del Ejército y el alto mando establecer las respectivas responsabilidades y aplicar las sanciones del caso.

Tanto el Ministro de Defensa como la Fiscalía señalan que la principal hipótesis apunta a la autoría del Eln, más específicamente del comando urbano al mando de alias ‘Julián’, hombre cercano a uno de los máximos cabecillas de esa guerrilla, alias ‘Antonio García’. Sin embargo, no se descarta tampoco que detrás de la acción terrorista hayan podido estar las reincidencias de las Farc de alias ‘Iván Márquez’ (que se esconden en la franja fronteriza venezolana con complicidad de la dictadura chavista), o las disidencias del frente 33 de la misma facción subversiva, que pelean a sangre y fuego con otros grupos armados ilegales por el dominio de los narcocultivos en el Catatumbo, una de las zonas más críticas del país en esta materia y en donde se concentran fuertes operativos de la Fuerza Pública para erradicar los sembradíos ilegales, los corredores de tráfico de drogas, contrabando y minería criminal.

Visto todo lo anterior, queda claro que el ataque a la Brigada en Cúcuta tiene muchas implicaciones y pone de presente que, ya sea el Eln o las facciones rearmadas o disidentes de las Farc, se apunta a escalar de nuevo el conflicto armado y el terrorismo urbano. Con el agravante de que todas esas facciones tienen hoy una especie de retaguardia estratégica en los estados fronterizos venezolanos, en donde incluso libran entre sí duros combates, como quedó evidenciado en los enfrentamientos de semanas atrás en el estado Apure (en donde incluso militares de ese país fueron secuestrados por los ilegales colombianos) y el presunto abatimiento del cabecilla alias ‘Jesús Santrich’ por parte de las disidencias de alias ‘Gentil Duarte’, en las estribaciones de la Serranía del Perijá, en territorio de la vecina nación.

En consecuencia, el atentado en Cúcuta tiene que analizarse en medio de ese complejo panorama de una frontera en donde los retos de orden público cada vez son mayores. La Brigada 30 del Ejército es una sede militar estratégica y de allí que el objetivo de los terroristas iba más allá de causar algunas bajas y daños en la sede castrense. La Fuerza Pública colombiana, que en medio de la emergencia sanitaria y la reciente ola de paros ha tenido que redoblar su trabajo en todo el país, debe mantenerse en alerta máxima porque está visto que el Eln y las facciones supervivientes de las Farc parecieran querer pasar de nuevo a la ofensiva, acudiendo a la violencia indiscriminada y la sevicia demencial.