Vía al Llano y soluciones realistas | El Nuevo Siglo
Viernes, 14 de Junio de 2019
  • Medidas estructurales demandan tiempo
  • Muchas alternativas y muy pocas viables

 

 

Históricamente uno de los principales obstáculos a la competitividad en Colombia ha sido la deficiencia de la red vial. Si bien es cierto que en los últimos años se implementó un ambicioso plan de modernización, a través de las autopistas de cuarta generación, así como cuantiosas destinaciones presupuestales a las vías regionales y locales, todavía se está lejos de lograr los estándares adecuados en materia de movilización de carga y pasajeros por carretera. Problemas de carácter contractual, escándalos de corrupción y desgreño administrativo, costosos errores de diseño en autopistas y puentes así como múltiples circunstancias derivadas de las contingencias climáticas y otras propias de nuestra quebrada geografía, se han convertido en las talanqueras que han frenado el desarrollo de la infraestructura sectorial.

En las últimas semanas se ha registrado una situación crítica por los continuos bloqueos en la autopista que conduce de Bogotá a Villavicencio, sin duda la principal arteria de la comunicación terrestre entre el centro del país y los Llanos orientales. La intensidad de las lluvias en Cundinamarca y Meta debilitó muchas laderas y taludes en varios puntos de la importante vía, generando la caída de centenares de toneladas de tierra, piedra y material vegetal sobre la capa asfáltica. Por lo mismo, la carretera ha estado cerrada en sucesivas ocasiones, con una afectación muy grande para el transporte de pasajeros y carga. Las pérdidas son difíciles de cuantificar, al punto que los cálculos de algunos gremios y autoridades regionales van desde 200, 300 y 500 mil millones de pesos, llegando incluso al billón de pesos.

Tanto el Presidente de la República, como varios de sus ministros, los gobernadores y alcaldes de la zona, voceros de los sectores productivos y de los consorcios que operan la concesión de la importante autopista han participado de distintas reuniones para tratar de encontrar una solución medianamente definitiva a la crisis. Ya se destinaron, por ejemplo, 150 mil millones de pesos para atender el punto crítico actual, ubicado en el kilómetro 58, pero las autoridades advierten que a lo largo del trazado de la vía, los puentes y túneles hay otros sectores con riesgo de afectaciones, de allí el continuo monitoreo. Ante cada alerta es necesario cerrar el tráfico automotor hasta constatar que no hay peligro inminente.

Si bien es cierto que hay vías alternas para ir de Bogotá a Villavicencio, los costos y tiempos por estas se multiplican. Cuando la vía al Llano está habilitada sus 85 kilómetros se pueden recorrer en cuestión de dos horas en un vehículo pequeño, pero las otras rutas -la más corta tiene 370 kilómetros- demandan doce, quince o más horas. Obviamente para un camión o tractomula el trayecto es más demorado. De esta forma la inversión en combustible, costo de los pasajes, valor de los fletes y otros gastos se encarecen sustancialmente.

¿Qué hacer? Hay muchas ideas sobre la mesa. Para algunos la solución está que la Nación destine, incluso acudiendo a vigencias futuras, más de medio billón de pesos para la intervención definitiva de todos los puntos potencialmente críticos. Otros consideran que se debe renegociar el contrato de concesión ya que este, según lo denunció la Contraloría General, no dejó a cargo del operador de la vía las inversiones estructurales de gran calado en materia de estabilización de taludes y planes de contingencia para neutralizar cualquier afectación crítica. También se plantea establecer un puente aéreo permanente y de bajo costo entre la capital del país y la del Meta. No faltan los que piden al Estado ordenar el no cobro de peajes en la autopista y asumir el valor de las mercancías que se pierden por los continuos bloqueos. Incluso hay quienes sugieren una destinación presupuestal, que sin duda sería  billonaria, para convertir esas largas, desvencijadas y nada modernas vías alternas, en autopistas de doble calzada de última generación…

Entrar a considerar cualquiera de esas soluciones exige, como primer requisito, pasarlas por un tamiz de realidad, siendo claro que varias fracasarían en una evaluación de ese corte. No se puede pensar con el deseo ni tampoco lanzarse a inversiones cuantiosas sin el respectivo soporte técnico o desconociendo al apretado escenario fiscal. Tampoco se debe perder de vista que estamos en una región de geografía muy quebrada y cualquier opción vial, nueva o de vieja data, debe enfrentar este desafío. Claro que se requieren planes de contingencia y de hecho anoche se hablaba ya de decretar un estado de emergencia  económica y social. Pero en cuanto a soluciones estructurales y de largo plazo debe entenderse que, sin desconocer el desespero regional y la grave afectación en muchos aspectos, es mejor apostar a lo seguro. Del afán no queda sino el cansancio.