Amor versus drogadicción | El Nuevo Siglo
Lunes, 10 de Junio de 2019

“La sensación de sentirse bien es el gancho de la droga”

Nos rasgamos las vestiduras con el fallo de la Corte Constitucional que derogó la defensa del espacio público y la protección de los parques infantiles y colegios de la amenaza del microtráfico y el derecho al desarrollo de la libre personalidad.

Las redes explotaron. En lo particular lamenté que la Corte le diera prevalencia a que la gente se emborrache y se drogue en los parques infantiles por encima del derecho a jugar y reír de los niños. Muchas personas me mandaron para el carajo y me pidieron que en el viaje me leyera la sentencia de la Corte. Pero hubo un mensaje que me llamó la atención y con el que estoy de acuerdo y que llamaba la atención acerca del origen del problema de las drogas y que se encuentra en los hogares.

La responsabilidad de que un niño cuando entre a la adolescencia sea tierra fértil (como consecuencia de su crianza) para caer en las garras de las drogas, es de los papás y del modelo de crianza y vida que hayan decidido darle a sus pequeños. El microtráfico y las mafias son un problema que está en las calles, pero quiero referirme al desafío que está en el interior de los hogares.

Concebir, esperar y criar a un ser humano es un acto además de sagrado de una máxima responsabilidad. No se tienen hijos para “salir de eso”, sino para tener la experiencia maravillosa de la expresión del amor.

Traer un ser humano al mundo requiere que los adultos entiendan lo que implica cada etapa de la vida de ese nuevo ser y no que la vivan a punta de improvisación. La necesidad que tiene el bebé de recibir besos y abrazos desde su llegada al mundo, de ser lactado como un acto físico, emocional y espiritual, de ser atendido en su proceso de control de esfínteres, el aprendizaje de su movilidad cuando sostiene la cabeza, aprende a rodar, a sentarse, gatear y caminar, es en extremo importante. El desarrollo infantil no está relacionado solamente con la fisionomía y correcta alimentación física, sino con la estructura emocional que el bebé y posteriormente el niño recibe de quien lo cuida.

La lactancia (0-2 años), el control de esfínteres (2-3 años) y el proceso de identificación sexual (5-7 años) para hablar a grandes rasgos de estos procesos, tienen unos contenidos que han sido estudiados por las mejores universidades del mundo que a su vez han explicado la importancia que tiene para el niño de estar en compañía de uno de sus padres o en su defecto de cuidadores amorosos.

Pero la gran mayoría de personas desconocen los rasgos generales y particulares que implica criar con afecto, seguridad y respeto. Lo que hacen es replicar lo que sus padres hicieron con ellos. Por lo tanto, si hubo desafecto, golpes, humillaciones, etc, eso reproducen pensando que está bien. Y resulta que no. Algo falla y las cifras nos lo dicen. Colombia es uno de los peores países en el mundo para nacer.

Cuando un niño recibe abrazos, caricias, alimento, atención, contención, disciplina con amor, su cerebro secreta endorfinas, se expande, crece y tiene la oportunidad de vivir la experiencia del amor. Aprende a relacionarse, a entender la importancia del respeto, porque a él lo respetan por lo que es. Pero cuando recibe golpes y humillaciones la estructura emocional se deforma y en lugar de crecer, se construyen carencias físicas y afectivas que al mantenerse en los años de la infancia, se establecen en su constitución humana como una malformación emocional que tiene consecuencias cuando crece. Se convierte en un terreno fértil para experimentar las sensaciones “agradables” que le dicen los que lo inducen a consumir drogas en sus primeras fases. La sensación de sentirse bien es el gancho de la droga. Un niño que cae en las drogas que encuentra en la calle, las va a consumir si ya fue víctima de los peligros en la intimidad de su vida con sus padres.

Por eso hay que establecer políticas públicas de salud emocional familiar. La clave es el amor en los hogares porque es la mejor vacuna de prevención. Pero hay que enseñarlo.