Giraldo | El Nuevo Siglo
Sábado, 8 de Junio de 2019

Llega el turno de revisión del artículo “Reconciliación, encuentro e igual, consideración”, de Jorge Giraldo Ramírez, expuesto en ¿Cómo Mejorar a Colombia? 25 ideas para reparar el futuro (Ariel, Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, Editorial Planeta Colombiana, Bogotá, 2018). Se ha comentado, en escritos previos, la tendencia observada en algunos colaboradores, en la fuente indicada, a mirar el futuro con reservas y el factor predominante lo constituía las elecciones presidenciales de 2018 y, tal vez, no sea equivocado incluir a Jorge Giraldo en tal grupo y puede agregarse la presencia de algunas similitudes de pensamiento con Juan Gabriel Gómez.

No es el primero en señalar la “reconciliación” como requisito para la paz, a largo plazo, y el porvenir de Colombia y tampoco el primero en señalar que “no basta” y lo dicho relacionado con el Acuerdo del Teatro Colón celebrado en noviembre 24, 2016. Señala condiciones para la paz estable y duradera:  1) el sistema de verdad, justicia, reparación y no repetición para satisfacer los derechos de las víctimas y 2) la participación política con convivencia, tolerancia, pluralismo, libertad de expresión, democracia, garantías incluyendo discriminación y estigmatización.

La reconciliación es más compleja que la paz, se la ha descuidado y se consideran los siguientes principios: 1) mutualidad o reconocer y escuchar al otro, 2) compensación y 3)  no repetición, es decir, parar los procesos de daño. Se recuerdan los procesos de paz con los paramilitares en 2003/2005, el de 2016 y sin olvidar los de César Gaviria. Las Partes no se deben tratar como enemigos sino como interlocutores, han de reconocerse como miembros de la misma comunidad y país, aceptar la vigencia del Estado de Derecho. El Acuerdo del Teatro Colón no representó la paz definitiva. Santos y las FARC desconocieron “los trabajos precedentes y quieren dar la impresión de ser este el auténtico proceso de paz”, aunque se arguye la presencia de antecedentes significativos.

El autor dice que en La Habana se incluyeron la “formalización de la propiedad rural, la superación de la pobreza en el campo y la desigualdad en la representación política en la periferia colombiana”. Deben estar presentes, en las discusiones, Uribe, el NO, Gobierno, Congreso, medios de comunicación, intelectuales, sacerdotes, pastores. Deben entenderse un centro relativamente legal, bajo control estatal, un tanto incluyente, con una periferia informal e ilegal, de soberanía disputada. Las élites deben coincidir y reunirse con sindicatos, empresas, ONG, alcaldes, iglesias, academia, bancos, políticos y hay que mejorar la sociedad. Se deben estudiar las diferencias, entender al otro y no verlo como criminal, considerar la estridencia de las redes sociales.