Rumbo a un “apartheid climático” | El Nuevo Siglo
Miércoles, 26 de Junio de 2019
  • Calentamiento global, amenaza para derechos humanos
  • Nuevo campanazo de la ONU sobre inacción mundial

 

 

El cambio climático es considerado, por no pocas razones, como el mayor enemigo de la humanidad en estos momentos. Los diagnósticos sobre el riesgo para la supervivencia de la raza humana, que décadas atrás eran considerados como exageradamente apocalípticos y alarmistas, ya son asumidos con mayor seriedad. Incluso crece la conciencia en torno a que ya no se trata de situaciones críticas que pueden pasarle a las próximas generaciones, sino que los efectos lesivos del calentamiento global los está sufriendo la población de hoy en todos los rincones del planeta, con distintos niveles de afectación. Nadie, ningún territorio, se puede abstraer de esta realidad y sus negativas consecuencias.

Los informes sobre la materia son cada vez más preocupantes. De 1880 a 2012 la temperatura media mundial aumentó 0,85 grados centígrados, subió el nivel del mar y la extensión de glaciares bajó de manera sustancial. Pese a los esfuerzos contra la emisión de gases de efecto invernadero, el calor marca récord año tras año. De seguir así, el nivel medio del mar aumentaría entre 24 y 30 centímetros para 2065 y de 40 a 63 centímetros para 2100… Ya hoy es interminable la lista de efectos adversos que el cambio climático está produciendo y cuya dimensión irá en aumento a menos que se tomen las medidas efectivas para limitar el aumento de la temperatura, al menos, a 1,5 grados centígrados en las próximas décadas. No hacerlo daría pie a hambrunas, desertificación, escasez crítica de agua potable, polución cuasi letal, disminución irreversible de fuentes de alimento, migraciones sin precedentes por razones climáticas,  inundaciones de amplias zonas, mayores índices de mortalidad y morbilidad asociados, aumento sustancial de tragedias naturales…

Si bien el mundo ha tomado nota de ese riesgo vital y firmado sucesivos pactos trasnacionales al respecto, lo cierto es que los mandatos de la Convención Marco de Naciones Unidas contra el Cambio Climático, el Protocolo de Kyoto y el Acuerdo de París -para mencionar las herramientas de mayor alcance global-  se han cumplido a medias. Entre una ola creciente de negacionismo de la existencia misma del calentamiento global, la falta de voluntad política de muchos países para cumplir las metas de reducción de emisiones de gases contaminantes y los pulsos geopolíticos y económicos que priman sobre la preservación ambiental, el planeta no logra corregir el rumbo.

Y hablando de informes, ayer se conoció uno nuevo de Naciones Unidas que plantea un escenario aún más complicado, pues al hacer un paralelo entre los efectos del calentamiento global y el impacto sobre las poblaciones, en especial en cuanto al respecto de los derechos humanos, advierte que el mundo podría ir rumbo a una especie de “apartheid climático”.

Según el Relator Especial de la ONU sobre la Pobreza Extrema, confiar al sector privado la lucha contra la crisis del clima puede conducir a una nueva segregación entre ricos y pobres que así como podría permitir a los primeros escapar de los peores efectos del calentamiento global, llevaría a los segundos sufrir esos efectos hasta las últimas consecuencias. La tesis se sustenta en que el cambio climático tendrá consecuencias mucho más devastadoras para las personas en situación de pobreza, pues enfrentarán de forma más drástica peligros como la inseguridad alimentaria, la migración forzada, las enfermedades y la muerte. Incluso, el diagnóstico no duda en advertir que el cambio climático amenaza el futuro de los derechos humanos y podría  deshacer los últimos cincuenta años de progreso -así sea desigual- en materia de desarrollo, salud mundial y reducción de la pobreza. Una involución inédita. Esa predicción es respaldada por otros expertos que prevén que en algunas décadas los conflictos bélicos podrían tener entre sus principales causas la disputa por las reservas hídricas o el control de las tierras más fértiles o con menos condiciones de hostilidad para los asentamientos urbanos.

No en pocas ocasiones hemos advertido desde estas páginas lo difícil que resulta entender que los gobiernos, sobre los de las grandes potencias, que son a la vez los que más pesan en cuanto a emisión de gases de efecto invernadero, no entiendan la gravedad de lo que ya está ocurriendo con los efectos del cambio climático. El último informe sobre tragedias derivadas de este fenómeno, tanto en materia de pérdida de vidas como en el costo económico de los daños, es alarmante. Ahora se constituye también en una amenaza que exacerbará la pobreza y la desigualdad existentes a corto plazo. Pero ni aun así la humanidad parece dispuesta a hacer un alto en el camino y obligar a sus líderes a luchar contra este flagelo de manera decidida y realista.