El gran dilema | El Nuevo Siglo
Jueves, 25 de Junio de 2020

EL horizonte global no visualiza aún el logro de la vacuna contra el Covid 19. El Gobierno nacional tendrá muy seguramente que continuar, al menos hasta el cierre de 2020, las ayudas económicas.

Pero también hay otro camino, empedrado, incierto, inseguro, pero tal vez irremediable: seguir soltando la economía y sacar del encierro, progresivamente, a los ciudadanos.

El panorama mundial señala dos rutas complejas: seguir acudiendo al financiamiento oficial para subsidiar la pandemia o aislarse del costoso asistencialismo y permitir que el país recobre su marcha, algo más rápido.

Si la economía no es autónoma, sostenible y no arranca el motor de la producción y la inversión privada, el Ejecutivo va a tener que seguir respondiendo por las ayudas económicas. Y no se sabe hasta cuándo.

Suponer que de aquí a diciembre llegará la vacuna que nos salvará del contagio, es una aventura optimista.

El dilema está ahí. Qué es más responsable, ¿ir liberando con más rapidez la economía o seguir sosteniendo la pesada carga de subsidios y ayudas?

El presidente Duque debe barajar y jugar su mejor carta. No será fácil el presagio. En ambos casos habrá sumas y restas. Y cualquiera sea el escenario seguiremos contando portadores y muertos.

Si la decisión es sostener tal cual el aislamiento, con nuevas prórrogas y abriendo lento y gradual los sectores económicos; habrá que seguir rebuscando dinero para sostener empleo, auxiliar desempleados y ayudar empresas.

Y si el camino es seguir andando del lado de ayudas y subsidios, pues habrá que precisar ¿qué tanto hay en caja para afrontar lo que viene? La pandemia no parece debilitarse, su acecho es permanente y se alimenta de la irresponsabilidad ciudadana.

Mantener el paquete de alivios a la comunidad va a requerir mucha imaginación del Gobierno. La liquidez tendrá que ampliarse y habrá que ir más allá de un 2 o 3% del PIB. Nos tendremos que ir hasta arriba del 4% del PIB en las ayudas, y eso no será ni fácil ni barato.

El otro lado de las cosas es que el país dé mayor celeridad al reinicio de actividades. El aislamiento en su fase inicial fue clave para enfrentar el virus, pero la gente también se muere de hambre, de depresión, de estrés, y de encierro.

Sin salud no hay plata, sin dinero no se vive.

Si soltamos amarras y permitimos que las gentes retornen a sus actividades, deberá hacerse con estrictos controles de distanciamiento, tapabocas, guantes y lavado de manos.

Lo que no puede darse nuevamente es la montonera del viernes 19 de junio, día sin IVA. Los ciudadanos no pueden salir en estampida, como locos en busca de fiesta, a su nueva normalidad.

El Gobierno no tiene alcance para vigilar cada ciudadano. Toda persona debe asumir su responsabilidad, no portarse como demente, no ir por la calle como un perdido sin rumbo.

Dos caminos y una decisión: dar más asistencia a quienes están con el agua al cuello o salir del encierro y volver a empezar.