Ideas para la pospandemia (I) | El Nuevo Siglo
Martes, 2 de Junio de 2020

La pandemia desnudó las carencias seculares del país, que todos sabíamos que existían pero nunca habíamos medido y los gobiernos habían olvidado olímpicamente. Millones de personas carecen de los más elementales medios de subsistencia, empezando por la alimentación y siguiendo por la falta de servicios públicos como la energía y el agua potable, construyendo cambuches a la orilla de quebradas que, cuando crecen, se llevan todo. Los campesinos no tienen manera de sacar sus productos y pierden sus cosechas. Las vías terciarias son prácticamente inexistentes. Las escuelas quedan apartadas, a veces a horas de viaje en mula o en canoa y, por supuesto, los medios electrónicos son más escasos que aves exóticas. Los servicios bancarios son para los privilegiados, sus utilidades crecen de manera descomunal y la regla es que solamente a los que tienen plata les prestan plata. Pero aún en las grandes ciudades la miseria es rampante y los que no pueden salir a la calle a vender se mueren de hambre.

No quiero hacer un inventario de miserias que conduce, inexorablemente, a que los impuestos son malgastados cuando no se los roban -hasta los auxilios actuales del Gobierno para los más vulnerables- y la corrupción carcome hasta los tuétanos de la sociedad. Como una regla general -que, como toda regla general, tiene excepciones, aunque escasas- la clase política ha fracasado.

Quiero, en cambio, mirar al futuro y hacer unas sugerencias para ser estudiadas. No tienen un orden especial y las menciono tal como se me vienen a la cabeza.

Se requiere una reforma de la educación para dársela gratuitamente a todos los estudiantes. Los presupuestos de las universidades públicas son altísimos y no hay ninguna razón para que los beneficiarios de programas de becas oficiales vayan a universidades privadas ni éstas sean subsidiadas. Lo mismo vale para la preparatoria. Pero hay que impedir que los presupuestos se los devoren los sindicatos de maestros que, en general, están mal preparados. Los programas de alimentación escolar deben ser manejados por cooperativas de padres de familia de cada colegio y no por terceros cuyo interés no es el de alimentar a los niños sino enriquecerse.

Es obvio que en las cárceles hay hacinamiento. Para corregirlo no hay sino que regresar a las colonias agrícolas penales para presos que requieran mínima seguridad como las de Acacías, Gorgona o Araracuara. Yo aun no entiendo cómo hay detenidos que ya cumplieron la pena, pero siguen en la cárcel.

Es obvio que la justicia requiere reformas, mediante la simplificación de los procesos y la digitalización, pero empezando por la educación de los abogados. Lamentablemente no formamos juristas sino leguleyos y en materia legal se aplica el dicho de que hecha la ley hecha la trampa.

Recientemente se ha hablado del expediente de vencimiento de términos como una manera de sacar de la cárcel a los delincuentes -generalmente de cuello blanco- mediante maniobras que incluyen abogados, fiscales y jueces. Pero además de simplificar procesos, hay que reformar las altas cortes, empezando por reducirlas en número y tamaño. Hay cinco altas cortes -en los países civilizados hay una sola o a lo sumo dos- con más de cien magistrados que se pelean entre sí y que crearon la puerta giratoria y el cartel de la toga. La sala penal de la Corte Suprema de Justicia y algunos tribunales están altamente politizados y la Constitucional se ha convertido en un legislador más activo que el Congreso.

Los temas del Congreso, de achicar el Estado, de reforma al trabajo, deforestación, narcotráfico y otros se quedan, lamentablemente, para otra ocasión.