¿Qué pasará el 1 de julio? | El Nuevo Siglo
Martes, 23 de Junio de 2020
  • Los nuevos indicadores de la pandemia
  • Decisión crucial sobre estrategia a seguir

 

Tiene el presidente Iván Duque de nuevo en sus manos la tarea de terminar, ajustar o restringir la cuarentena a partir del próximo primero de julio. En esta ocasión lo hará en medio de una curva a todas luces ascendente en los contagios de coronavirus y el mayor número de decesos, acorde con los resultados de las últimas dos semanas en el país. Asimismo, hay una expansión del virus en múltiples municipios, que venían registrando cero casos, y paulatinamente el fenómeno patológico ha dejado de tener su foco casi exclusivo en Bogotá, como ocurrió en un principio, para diseminarse considerablemente a otros territorios con una velocidad importante, según puede constatarse en los rubros correspondientes a la costa Caribe, en especial Atlántico con su capital Barranquilla. De hecho, allí las Unidades de Cuidado Intensivo (UCI) están prácticamente al tope, en parte por la remisión de pacientes graves de las otras zonas que constituyen el litoral. 

De la misma manera, departamentos como Antioquia y Santander han visto crecer el ritmo de contagios. Y siguen preocupando sobremanera situaciones como la del Chocó y Amazonas. No menos deja de haber mayores alertas de contagio en grupos específicos como el cuerpo médico, la Fuerza Pública y la población carcelaria, al igual que la tasa de mortalidad ha venido concentrándose más drásticamente en los mayores de 65 años, confirmándose en el registro general, asimismo, una amplia incidencia de afectaciones como la hipertensión arterial, la diabetes y la obesidad.

En suma, es posible corroborar en las gráficas diarias que Colombia, al igual que una proporción grande de países latinoamericanos, mantiene una constante al alza y sigue sin tenerse algún tipo de certeza, por mínima que sea, sobre los alcances y tiempos del llamado pico. En todo caso, resulta evidente que la nación colombiana ha entrado en una fase de mayor riesgo y desde luego evadir esa realidad no es, por supuesto, la ruta más aconsejable.

De otro lado, pese a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) permanece en el ojo del huracán, no por ello deja de ser el único norte institucional a nivel planetario disponible para medir la situación virológica del globo y poner la política de salud pública a tono con sus mensajes, en cada país. En ese sentido, la agencia de la ONU ha advertido en días recientes que la pandemia ha adquirido un ritmo más vertiginoso y bajo esas circunstancias viene poniendo una gran lupa en América Latina, donde la elasticidad extrema de las cuarentenas ha incidido directamente en la tasa de contagios y en particular en el incremento de la letalidad. Es por ello que países como Chile o Perú han tenido que reversar decisiones previas a fin de intentar retomar el control epidemiológico. De suyo, hoy en día al menos cinco países latinoamericanos están entre las diez naciones de mayor contagio desde que comenzaron los registros universales. Aunque Colombia ocupa un lugar relativamente bajo en el escalafón, demostrando que ha tenido un manejo adecuado de la crisis sanitaria, resulta de suma importancia no perder lo avanzado cuando parecería estar entrándose en un escalamiento de la patología.

Desde el comienzo de la pandemia hemos sostenido que la clave en el manejo de la situación calamitosa radica en conseguir y mantener el justo medio entre los requerimientos insoslayables de la salud pública y las exigencias de no apagar la economía y así promover la recesión y el desempleo fruto de las cuarentenas excesivas. Después de los estruendosos resultados económicos de abril parecería evidente que, para mayo y junio, una vez se comenzó a flexibilizar la cuarentena estricta, los resultados han mejorado en algo. Pero tampoco hay que salirse del panorama real, dentro del cual lógicamente la prioridad es la salud pública de todos los colombianos. Mal se haría con desquiciar el fiel de la balanza, pensando que lo peor ha pasado cuando las variables y estadísticas sanitarias demuestran exactamente lo contrario.

De otra parte, se sabe que las estadísticas antedichas suelen tener algunos días de retraso, pero ciertamente lo que importa es la clara tendencia al alza que puede deducirse ipso facto. No se trata, por descontado, de ser alarmistas, pero sí de insistir en no perder la estrategia del aplanamiento de la curva.

No es posible, tampoco, escudarse en que el ascenso virológico se debe única y exclusivamente a la indisciplina social. Incluso, hemos dicho que hace falta más pedagogía estatal al respecto y que muchas veces las medidas tomadas por las autoridades se prestan a confusión y no son explicadas suficientemente. Del mismo modo, es el propio Gobierno el que, en su última motivación de la Emergencia Económica y Social, ha vuelto a insistir en unas proyecciones que, de producirse de aquí a diciembre, serían catastróficas.

Por otro lado, resulta favorable que gracias a la gestión gubernamental el país haya incrementado el número de pruebas, especialmente en Bogotá, y es positivo que ya estén llegando las importaciones de los respiradores para mejorar la capacidad en las UCI. En todo caso, el palo no está para cucharas. La cuarentena se ha llenado de excepciones y esto habrá que tenerlo en cuenta al determinar cuál va a ser el horizonte de la estrategia en adelante.