Otro campanazo ambiental | El Nuevo Siglo
Jueves, 1 de Julio de 2021

* La biodiversidad y la vida continúan en peligro

* Urge ajustar las políticas públicas de protección

 

De preocupante a trágico. Así es el panorama ambiental en Colombia. Lamentablemente la ciudadanía ha ido desarrollando una creciente -y casi suicida- insensibilidad a los continuos campanazos que a nivel nacional e internacional se dan casi que semana tras semana en torno al deterioro de la que es, sin duda, la principal riqueza de nuestro país: su biodiversidad.

Si bien es cierto que en la última década el país ha ido dando pasos cruciales en la construcción de una legislación de avanzada para proteger el entorno natural y enrutar a Colombia  por la senda del desarrollo sostenible, es mayor la velocidad de la afectación de los principales nodos ecosistémicos. Aunque no se puede negar que las acciones emprendidas desde el sector público y privado han logrado contener en parte las nefastas consecuencias de la depredación sobre nuestra biodiversidad, es imperativo adoptar políticas estatales más audaces y de choque.

No se trata, en modo alguno, de caer en el alarmismo gratuito ni mucho menos en los escenarios cuasi apocalípticos que algunos sectores ambientalistas radicales tratan de generalizar. Se trata de llamar la atención en torno a que se requiere redoblar los esfuerzos para conseguir cada día más y mejores resultados en materia de conservación de la riqueza natural.

El informe publicado esta semana por el Instituto Humboldt -aunque no corresponde a su cuerpo investigador- se constituye en un nuevo y fuerte campanazo en esa dirección. Bajo la preocupante conclusión de que el “grave deterioro de la biodiversidad nacional pone en riesgo la vida en Colombia”, la prestigiosa entidad, reconocida por su rigurosidad científica, dio a conocer el resultado de una investigación de la que participaron más de un centenar de expertos temáticos y “sabedores” de pueblos y comunidades indígenas, negras, afrodescendientes, palenqueros, raizales, campesinas y locales de todas las regiones del país. Un trabajo que demandó cerca de cuatro años y al menos 93 mil horas de trabajo voluntario. Todo ello hizo posible reunir y analizar más de 1.500 fuentes de información científica secundaria, asociada a ecosistemas terrestres, de agua dulce, costeros, marinos e insulares.

Ese acumulado de conocimiento redundó en la llamada Evaluación Nacional de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos. Se trata, sin duda, de un logro científico de alta valía por cuanto el estudio compila datos estratégicos sobre el estado y tendencias de la diversidad biológica ligada al bienestar de los colombianos, evidenciando trayectorias de cambio y escenarios posibles de aquí a la mitad del siglo. De hecho, en un dato más que ratifica la importancia de este estudio, Colombia es el primer país en publicar su Evaluación de Biodiversidad e incluir, además, la perspectiva de sus minorías étnicas y poblacionales.

Como se dijo, las conclusiones son muy preocupantes: numerosas especies de animales y plantas han desaparecido, otras están en estado crítico o son amenazadas por la degradación de los ecosistemas debido a actividades humanas legales e ilegales. A esto se suma que son relativamente pocas las investigaciones disponibles sobre la evaluación del estado actual de la diversidad biológica en el país. No menos grave resulta que hay disminución de la diversidad genética, lo que afecta negativamente la habilidad de las especies para adaptarse a ambientes y ecosistemas. En un aspecto más puntual pero que genera alerta, el documento señala que entre 2002 y 2017 se pasó de 34 a 53 especies de peces de agua dulce con algún tipo de amenaza y de 28 a 56 en cuanto a las de mar. Todo ello lleva a advertir que la pérdida y la degradación de hábitats (terrestres, dulceacuícolas y marinos) son los principales motores directos de transformación y disminución de biodiversidad en Colombia. 

El diagnóstico, como se dijo, es muy grave. Y, por lo tanto, requiere de las instancias gubernamentales un análisis detallado de sus conclusiones y una respuesta de fondo frente a cada uno de los ítems encontrados. Lejos de caer en el fatalismo y la resignación, este estudio debe considerarse como una oportunidad trascendental para ajustar y acelerar las políticas públicas de protección de la biodiversidad colombiana. De allí la importancia de que ahonde en sus procesos investigativos y ópticas. Solo la suma ordenada y lógica de conocimientos nos permitirá avanzar en la urgencia de saber cuál es el verdadero nivel de deterioro y peligro de nuestra riqueza natural y cuáles los mecanismos para frenar su degradación. Como bien lo advierte el informe, en la medida en que avancemos en esa ruta, la vida de todos estará más a salvo.