100 años del partido comunista de China | El Nuevo Siglo
Viernes, 2 de Julio de 2021

* Épica construcción del país, dolores y espinas

* Libertad en lo económico, estalinismo en lo político

 

Con pompa y solemnidad el Partido Comunista de China celebró esta semana su centésimo aniversario. El nuevo tono de superpotencia y el liderazgo indiscutible de Xi Jinping (el tercer emperador rojo después de Mao y Deng Xiaoping) marcaron el evento.

La transformación económica y social de China, bajo la dirección del Partido Comunista, es sin duda la mayor, la más veloz y profunda que haya tenido un país en el mundo contemporáneo.

El Partido Comunista chino fue fundado en 1921 por 12 personas y dos años después lo integraban 57. Bajo el liderazgo de Mao Zedong ese núcleo tan pequeño creció hasta llegar a ser uno de los partidos más importantes de la Tierra, desde la ruta por él señalada de que la revolución en China no se debía hacer con proletarios de ciudad sino con campesinos, que eran la mayoría de la población.

En la larga guerra civil con el Kuomingtang sufrieron violencia y persecución y cuando el Ejército Rojo ya tenía 180 mil efectivos estuvieron cerca del exterminio del cual se salvaron al emprender La Gran Marcha, esa gran odisea de la guerra contemporánea, en la cual recorrieron 12.500 kilómetros hacia el norte del país, para después devolverse consolidando territorios y la fuerza del partido, lo cual les abrió las puertas del poder en 1949.

Con Mao, la República Popular se consolidó institucional y militarmente. Se convirtió en potencia nuclear y China se recuperó de las afectaciones a su soberanía que había sufrido durante la última parte de la época imperial y las primeras décadas del siglo XX. Con Mao también se liberaron de la dependencia de la entonces Unión Soviética.

Deng Xiaoping, el líder que lo sucedió, definió las rutas de la modernización económica que convirtieron a China en la superpotencia económica que es hoy. Ningún país ha logrado los niveles de crecimiento y desarrollo que han alcanzado en los últimos 45 años. Hoy es la segunda economía más grande del mundo, en términos de PIB y el país de más rápido crecimiento económico desde la década de los 80, con promedio anual de 10% durante los últimos 38 años. Es la gran “fábrica del mundo”, una gran potencia industrial y exportadora, todo ello gracias al “socialismo con características chinas” que diseñó Deng Xiaoping. Entre 2013 y 2018 lograron sacar de la pobreza a 68 millones de personas y, de acuerdo con la meta de Xi Jinping, será una nación  completamente desarrollada en el año 2049.

Por supuesto, la historia de China bajo el dominio comunista no ha estado exenta de espinas ni de grandes dolores. En su célebre libro “Mao, la historia desconocida” Jung Chang y Jon Halliday atribuyen al “gran Timonel” 70 millones de muertes entre hambrunas y purgas políticas. En la Gran Hambruna China (1959-61) murieron entre 15 y 45 millones de personas. Y murieron 30 millones más durante la Revolución Cultural (1966-1976) lanzada por Mao para preservar el comunismo chino a través de la eliminación de remanentes burgueses y capitalistas de la sociedad.

Deng Xiaoping, quien lo sucedió en el poder y quien fue víctima en la Revolución Cultural, aportó su propia cuota de sangre en 1989 con la Matanza de Tiananmen en la que habrían muerto miles de personas (nunca se conoció la cifra oficial) y con la cual puso fin a una insurrección popular que exigía apertura política de igual importancia y dinámica de la económica.

Ahí está la clave de la historia actual de China bajo el dominio comunista: liberales y abiertos al capitalismo en lo económico, y en lo político férreamente aferrados a la dictadura del partido y a las tradiciones estalinistas en el gobierno. Los 95,1 millones de militantes del partido dominan la vida de los 1.400 millones de habitantes del país con un control policivo casi milimétrico, que ejercen con alta tecnología y a través de la expansión celular de las jerarquías. El país está dividido en “unidades de trabajo”, cada una de las cuales replica la estructura de mando del país: comité central y secretario general, con poder absoluto sobre las personas y las empresas.
Ya superpotencia, bajo Xi Jinping, el Partido Comunista y el gobierno de China cambiaron dramáticamente. Volvió la mano dura en lo interno, es especial frente a los conflictos políticos y étnicos en Hong Kong, Tíbet y Xinxiang. Y sobre todo un cambio dramático en su relación con el mundo. Expanden su presencia y poder en todos los continentes y dejaron atrás la prudencia y la discreción en la diplomacia. Ahora confrontan a Estados Unidos y a Europa en torno a temas militares y comerciales. Xi Jinping lo dijo claro en su discurso del centenario: “el tiempo en el que el pueblo chino podía ser pisoteado, en que sufría y era oprimido, ha terminado para siempre”. Y ratificó sin ambages el predominio del partido: “Solo el socialismo puede salvar a China”.