¡Más América y menos Mundial! | El Nuevo Siglo
Viernes, 5 de Julio de 2019
  • Liberación de la mano europea
  • La estética del fútbol suramericano

 

 

 

El fútbol tiene básicamente dos interpretaciones. En ese orden de ideas, hay dos maneras de jugar y aplicar la esencia de este deporte que, por decirlo así, distan considerablemente en su concepción y desarrollo, pese a guardar las mismas reglas universales. Son, pues, dos brazos de una misma naturaleza: uno el europeo y otro el suramericano. Y es ahí donde la Copa América juega un papel primordial, porque al fin y al cabo es en este evento en el que una de las vertientes futbolísticas fundamentales del mundo, como la suramericana, cobra su mayor expresión y cuando es dable, asimismo, constatar su evolución frente a la manera de llevar a cabo aquella composición de lugar deportiva que, como en pocas oportunidades, logra concitar la mayor cantidad de emoción posible en ese acto tan sencillo llamado gol.

Por eso podría ser un error, en el que suele caerse, tratar de equiparar la Copa América con el proceso hacia la Copa Mundo que se lleva a cabo cada cuatro años. Está bien, por supuesto, entender que la jornada suramericana hace parte del entramado para lograr un mejor desempeño en las eliminatorias mundialistas y más tarde obtener de las selecciones que han logrado clasificar un rendimiento óptimo en el máximo episodio orbital. Pero no es claro que el único propósito del fútbol sea aquella instancia global en la que, por lo demás, los partidos iniciales suelen tener un desequilibrio de base fácilmente comprobable en las amplias diferencias existentes entre las escuadras clasificadas de todos los continentes. De hecho, son muchas veces partidos aburridores, a pesar de que alguna que otra vez se produce una sorpresa y entonces se recurre al lugar común de que las distancias futbolísticas se han acortado. No quiere decir esto, desde luego, que no sea válido y que se mantenga la tea de que el fútbol es un deporte eminentemente planetario, con posibilidades de que algún día todos jueguen en igualdad de circunstancias.

Por lo pronto, nos interesa señalar que la Copa América tendría que considerarse, no exclusivamente como parte de un proceso mundialista, sino como un evento culminante, con características particulares y definitivas. Desde ese punto de vista, podría decirse que el campeonato actual ha resultado un escenario fabuloso, donde el gol no ha sido un mero acto de trámite o de suerte, sino motivo de verdaderos golazos en todos los partidos y por todas las selecciones y, en no pocas ocasiones, con resultados sorprendentes acorde con las estrategias criollas. En efecto, la interpretación del fútbol suramericano ha cobrado plena vigencia en selecciones como las de Brasil y Perú que, precisamente y tal vez por retornar a sus raíces futbolísticas, especialmente evidentes en los años setenta y ochenta del siglo pasado, fueron las que llegaron a la instancia final. De hecho, la selección argentina, que fue derrotada en términos discutibles por los brasileros, dio un espectáculo de fútbol latinoamericano cuando en esa oportunidad expuso su linaje original. Lo mismo en la contienda de la selección colombiana que derrotó a la gaucha y de idéntica manera con la escuadra chilena en el partido contra la nuestra. Y no menos puede decirse de la exposición futbolera de Uruguay y Paraguay, sin descartar a la Venezuela en ascenso. En suma, puro elixir suramericano, más allá de los antipáticos tiros desde los doce pasos que definieron varios partidos clave.  

Desde luego, es posible que hoy el fútbol internacional tenga características adicionales a las de los años setenta y ochenta del siglo pasado, pero sin duda alguna causa regocijo ver el papel y la técnica de jugadores de clara estirpe latinoamericana, de sus barriadas, de sus manifestaciones genuinas, de su esencia colectiva. Porque al fin y al cabo el fútbol, en América del Sur, es una forma de ver la vida, así ciertos intelectualoides quieran opacarlo como catalizador y divertimento espiritual por excelencia.

Es posible que el fútbol suramericano esté sufriendo de cierto europeísmo, por cuanto la mayoría de sus jugadores deben acoplarse a los clubes de ese continente donde son contratados por sumas exorbitantes, muchos de ellos convirtiéndose en el corazón de aquellas escuadras. Pero es evidente que la Copa América es, para muchos de ellos, la oportunidad de liberarse momentáneamente de aquella mano europea y eso fue corroborable a medida en que fue transcurriendo el campeonato. Era lo que ocurría cuando los jugadores de aquí no se marchaban a Europa a las primeras de cambio. Y es por eso, justamente, que la Copa América es, para nosotros, el evento de los eventos futbolísticos. Está bien el deporte atlético, la dinámica y la potencia del fútbol europeo; pero cuando se trata de la picardía, de la creatividad y de la estética, el nuestro produce la mejor interpretación posible, hasta hoy, de ese combate pacífico entre 22 hombres que luchan por una bolita.