Metro sin reversa | El Nuevo Siglo
Lunes, 1 de Julio de 2019
  • La voluntad política de Peñalosa
  • Proyecto está blindado jurídicamente

 

La apertura el viernes pasado de la licitación para escoger al consorcio que construirá y operará la primera línea del Metro de Bogotá constituyó, sin caer en exageración alguna, en un hito histórico para la capital del país. No solo porque se puso fin a más de siete décadas de frustraciones y promesas incumplidas de los gobiernos nacionales y distritales para sacar avante este sistema de transporte público masivo que es urgente para seguir solucionando los problemas de  movilidad en la ciudad, sino porque esa megaobra dinamizará aún más la economía de la capital del país, que hoy muestra mejor comportamiento que el promedio nacional.

Este es un aspecto que vale la pena resaltar, ya que más del 70 por ciento del valor total del proyecto se irá en gasto a nivel local. En solo la obra civil de las estaciones, la construcción de los más de 29 kilómetros de la línea así como de las troncales alimentadoras se invertirán más de 11 billones de pesos. Semejante cantidad de recursos y los miles de empleos directos e indirectos que se generarán para la puesta en marcha de este sistema de transporte tendrán un impacto superlativo en la ciudad y el país. Esa es una plusvalía que se suma a la importancia de una obra cuyo costo total representa casi la tercera parte de los 50 billones que Colombia está invirtiendo en las distintas fases de las autopistas de cuarta generación, el plan de modernización vial más ambicioso de las últimas décadas.

Otro aspecto que resulta trascendental en torno al avance del proyecto del Metro para Bogotá es que todo el proceso de diseño y especificaciones técnicas y estructurales, de trazado, modelo financiero, compra de predios, adecuaciones de redes de servicios públicos, cálculos sobre movilización de pasajeros por hora y trayecto, integración de la primera línea al resto del sistema intermodal de transporte en la ciudad, así como múltiples aspectos más que es obligatorio tener definidos para avanzar sin contratiempos en este tipo de megaobras, ya están listos. Se ha contado, además, con la participación de entidades financieras internacionales de índole global, al tiempo que la Nación, que financia una parte sustancial del proyecto, ha avalado todo el procedimiento avanzado desde la Empresa Metro.

Una prueba de la seriedad con que se ha actuado es que seis consorcios compuestos por grandes empresas nacionales e internacionales con alta experiencia en la construcción  y operación de estos sistemas de transporte masivo en distintas partes del mundo están pujando por quedarse con el contrato. Todos se sometieron a un minucioso proceso de revisión de su experticia, músculo financiero y trayectoria de seriedad y cumplimiento.

Un tercer aspecto a relievar es que la seguridad jurídica del proyecto ya está definida. No solo por la banca multilateral que ayudó en la estructuración de la licitación, aprobación de la ingeniería de detalle y prueba ácida al modelo financiero escogido, sino porque ya son varios los fallos de jueces y magistrados que han validado todo lo actuado y dejado sin piso los intentos de frenar el arranque de la obra, cambiar el diseño de un metro elevado por uno subterráneo o, incluso, querer procesar fiscalmente a la actual administración por los dineros invertidos en estudios anteriores, cuya viabilidad nunca fue probada. Este blindaje jurídico es supremamente importante no solo para garantizar la buena marcha de las obras en los próximos años, sino porque es más que evidente que muchas de las acciones judiciales emprendidas para frenar distintos proyectos de la alcaldía de Enrique Peñalosa tienen claras motivaciones políticas y electorales de sus contradictores, más ahora que entra en la recta final la puja proselitista.

Y, por último pero no menos importante, debe resaltarse que la Administración Distrital está cumpliendo lo que prometió en campaña. Muchos alcaldes anteriores conquistaron votos afirmando que bajo su mandato se pondría la primera piedra de esta megaobra, pero una vez en el poder faltaron a la palabra o no tuvieron la suficiente voluntad política y capacidad ejecutiva para abrirle paso definitivo a la obra, dejándose vencer por las dificultades y complejidad propias de una apuesta tan alta por el desarrollo y la modernidad citadinas, como lo es la construcción de un Metro.

Como lo indicaron el viernes pasado tanto el alcalde Peñalosa como el presidente Iván Duque: la construcción del Metro ya no tiene reversa. En pocos años los primeros trenes -cien por ciento eléctricos- empezarán a rodar para movilizar, en integración modal con Transmilenio, cerca de un millón de pasajeros al día. Acabarán así más de siete décadas de frustraciones.

Por ahora habrá que esperar a que en octubre se anuncie al consorcio ganador de la billonaria licitación y que la construcción, para la que ya se han comprado muchos predios y avanzado otros aspectos, comience en 2020. A medida que esta se vaya viendo, el tan anhelado y muchas veces frustrado sueño capitalino empezará a hacerse realidad.