Nuestro idioma y Jaime Posada | El Nuevo Siglo
Sábado, 20 de Julio de 2019

Fue un hombre comprometido hasta la raíz del alma”

Apenas muerto Jaime Posada se petrificó; se volvió como de piedra, es decir en algo que perdurará en el tiempo y que tiene sólida consistencia. El carácter de Jaime Posada era recio como el hierro, y templado como el acero.

No es fácil que con los años su pujante presencia desaparezca. Los hombres pasan y sus ideas y sus obras quedan vivas y vivientes en el alma de las nuevas generaciones.

Jaime Posada era uno de esos hombres que escribía libros y ejecutaba obras esenciales para la comunidad para hacernos sentir inquietos y anhelantes. Decía las cosas con frecuencia en tono iconoclasta y rebelde, siempre de un modo entrañable y confortador. Este humanista era un hombre de ideas de los más fecundos entre nosotros y un hombre de libros, de los suyos y de los ajenos, que es una de las causas más vivas que pueden darse, dígase lo que quiera. Jaime Posada fue un hombre comprometido hasta la raíz del alma. Comprometido con su familia, con su país y con la ética. Para él escribir no era un simple devaneo estético, sino una forma de combatir, de tomar postura y bando, controvertir hasta desgañitarse en el formidable debate de las ideas.

En la primera etapa de su vida pisó las arenas parlamentarias y se distinguió por su madurez, equilibrio y densidad. Rápidamente se perfiló como un estadista y ocupó todas las dignidades. El prestigioso académico Antonio Cacua Prada, hace poco tiempo lideró un impresionante homenaje a Jaime Posada en el que participaron todas las instituciones humanísticas, académicas, culturales y sociales del país. Hizo poca de este colosal evento. Se cumplió aquello que es ley de las cosechas recoger más de lo que se ha sembrado. Jaime, con sencillez sorprendente, se limitó a decir: Gracias, por los aplausos.

En estos días, con motivo de su muerte han proliferado los demás significativos cantos líricos como gratitud honda por sus extraordinarias realizaciones. A mí me impresiono la hermosa semblanza que hizo Eduardo Durán, presidente destacado de la Academia Colombiana de Historia. Sin aparatosa retórica, sin gestos de elocuencia descompuesta, se limitó a narrar como era la cotidiana de Jaime Posada y lo explicó con tanta emoción humana que hizo y hace conmover al que lea esta página antológica. Surge esta pregunta: ¿Qué es el estilo literario? para uno es expresar la belleza escrita con calor, con música, con ardor. Para otros es fluidez, rapidez, luz, emotividad. Por tantas calidades intelectuales Eduardo Durán esa historia cuando dirigió a vanguardia liberal.

Es de una imaginación inagotable. Con su pluma canta y encanta acciona, vaticina, valora, ilumina y expresa lo más en trabes afectos.

El estilo literario es una cuestión bilógica, por eso algunos, muy pocos, de los que escriben, se convierten a veces en un torrente incontenible de emoción.

A Jaime Posada lo engrandecía su talento humanístico. Y Colombia debe a sus intelectuales sus mejores glorias.