Un cura sin cura | El Nuevo Siglo
Viernes, 12 de Julio de 2019

El tristemente célebre excura Bernardo Hoyos reapareció esta semana que ya pasó (y la noche que llega) y lo hizo por la puerta izquierda de su casa, al salir a la calle con su camisa de arabescos en pleno día del orgullo gay, esperando al exguerrillero Jesús Santrich en el deprimido barrio Rebolo de Barranquilla (donde solía oficiar misas descolgando a Jesús de la cruz de la pared y poniéndolo en el suelo) dizque para celebrar multitudinariamente el apoyo de Jesús a su nueva candidatura a la alcaldía de esa ciudad, por el Movimiento Ciudadano. El cura fue el que advirtió que el hombre se había fugado para Venezuela porque, supuestamente, le iban a hacer un atentado. Claro, lo iban a interrogar y -seguramente- a encanar.

 

El inefable cura es un caso digno de análisis por los antropólogos políticos. Es el verdadero Zoon Politikon aristotélico, que se acostó puro y simple, con sotana, y amaneció vestido con sacoleva -cual orangután- para saquear las arcas de una ciudad que no era la de él, porque es oriundo de Belén de Umbría, lindo pueblito colocado en medio de la agreste topografía cafetera risaraldense, muy cerca de donde íbamos de muchachos a conquistar muchachas -y hermosas que las había- en las  goteras de una finca que tenía Octavio, mi padre, por Remolinos, y más cerca aún de la vereda Taparcal, donde el maestro y otrora magistrado de sangre alzatista, Hugo Ramírez Benjumea, despachaba los fines de semana, contemplando el proceso del grano en el beneficiadero de su  finca.

De allí salió, silvestre, para formarse luego en la orden de San Juan Bosco, para vergüenza de sus paisanos y salesianos que estudiamos en el colegio de Dosquebradas, donde tuvimos grandes rectores como los padres Tabellini, Ramiro Aguilar, Gustavo Pérez, Luis Fernando Betancur, Jaime Mira y a grandes maestros como los padres Libardo Yepes, de matemáticas y Rafael Antonio Ávila Serrato, maestro de todo, boyacense de pura cepa, pero risaraldense por adopción, que hacía parar al conductor del bus No. 4 del Colegio al pie del Teatro Caldas, en plena carrera 8 con 18, para comprar un periódico que él llamaba “El Santo Siglo”. Curas de veras, dedicados a la educación cristiana de los jóvenes, como lo ordenó su fundador.

Pero el cura de marras se dedicó a practicar la teología de la liberación, convirtió la educación en activismo político y con una base electoral de 300 mil almas descarriadas ha sido dos veces alcalde, apoyado primero por la  Alianza Democrática M-19 y ahora por las ex Farc-Ep. Junto con su secretario y cómplice, doctor Hoenigsberg, fueron tentados por el diablo -que se les metió por el bolsillo- y terminaron enjuiciados y condenados por faenas de corrupción, más discretamente llamadas “peculado y celebración indebida de contratos”; pero parece que la justicia le va a regresar sus credenciales para hacer actividad proselitista y populista, con enorme probabilidad de regresar a la alcaldía de la Puerta de Oro de Colombia. Quiere volver por los restos, seguramente.

Post-it. Con Nairo en declive, Rigo en el plan y Egan en ascenso, ganaremos el Tour de France.