Desorden público | El Nuevo Siglo
Miércoles, 29 de Julio de 2020

Las noticias que se divulgan en los medios de comunicación: televisión, radio, redes celulares, periódicos, etc., refieren la violación de los derechos patrimoniales, sexuales, políticos, contra la vida y la integridad personal, abusos de autoridad y muchos otros , supuestamente ocasionados por  la alteración social derivada de la pandemia que reina en el territorio nacional.

El Dux Iván, todos los días, auxiliado por el señor Fernando Ruiz y otros colegas suyos, comunica información que el vulgo del país no comprende, no la entiende, y todo por su inocente ignorancia; son tesis, razones, exposiciones y relatos incomprensibles, por la especialización usada para disuadir el susto que padece el pueblo, espanto que infunde un desequilibrio aterrador.  

El poder del Presidente aumentado por el desorden que causó la emergencia económica y social, la pandemia, fenómeno en virtud del cual la división tripartita se ha desbaratado, ahora todo está en manos del Ejecutivo que legisla a las carreras y el control que, supuestamente debe ejercer el Congreso, no se aplica, entre otras razones por las disputas que han surgido entre los grupos de solidaridad con el gobierno y los de oposición, y la “justicia” está subordinada al Jefe del Estado.   

Todo esto es una de las causas que estimula vengativa e inconscientemente  la crisis delincuencial, apuro que se combate practicando las acciones criminalísticas, es decir, el análisis de los medios utilizados para, por ejemplo, robar celulares, apartamentos o bicicletas, aberraciones sexuales y muchas más delincuencias, pero no se estudian las causas que determinan a los autores a cometer esos atropellos, mejor dicho, se olvida la ciencia criminológica,  que examina las conductas  intimas de los autores que son culpables de su comportamiento y cuyas fuentes son extravíos mentales, es decir, espirituales y que deben ser debatidas no con la policía, sino utilizando enseñanzas públicas colectivas que conduzcan a los pacientes a reflexionar acerca de sus errores sociales. Antiguamente los curas, desde los pulpitos, seducían a los creyentes para que no incurrieran en pecados: con el sermón los iban curando. Hoy lo aconsejable es que se utilicen métodos sociológicos para que las arengas elementales impacten el inconsciente de las gentes trastornadas por los episodios dramáticos que aterran las mentes colectivas.  

Un rol social que excede los trastornos mentales es un hecho que se nota con mucha claridad y esto exige una terapia psicológica, una acción de salud pública y no con medidas técnicas sino habituales tráficos emocionales que prodiguen la presión social difusa y a través de los medios de comunicación es posible seducir a los desordenados emocionalmente. No es cierto que “la letra con sangre entra”. Hay que convencer seduciendo por la buenas y no patrocinando la rebelión social y los medios de comunicación pueden lograrlo y el locutor presidencial, con mayor razón. ¡Recomendable qué se instruya con Neurociencia y Psicología y no con politiquería!