El libro blanco | El Nuevo Siglo
Jueves, 9 de Julio de 2020
  • Cifras claras sobre inversión contra la pandemia
  • Máxima transparencia y orden en gasto público

 

Las cuentas claras y su correcta divulgación son de los mejores instrumentos de la pedagogía social. Ello es especialmente relevante en la contabilidad de los gastos asociados al combate a la pandemia de Covid-19 en Colombia. Por los montos que están involucrados, y porque al fin y al cabo es el frente de gasto público más importante del país en estos momentos, se requiere no sólo plena transparencia en el manejo de las cifras comprometidas sino una impecable información a la ciudadanía sobre las mismas. No debe haber el menor asomo de duda.

Decimos esto porque la manera en que el Gobierno viene divulgando estas cifras resulta, a menudo, errática, fragmentaria y en algunas ocasiones contradictoria. A veces da la impresión de que quiere hacer propaganda con las cifras más que un austero ejercicio de contabilidad y de información, como debe ser.

Un ejemplo basta para ilustrar lo que estamos diciendo: hace algunos días el Ejecutivo anunció que estaba invirtiendo en la lucha contra la pandemia 11% del PIB en el 2020, lo que equivale, en cifras redondas, a 111 billones de pesos. Pero pocas semanas después el Marco Fiscal de Mediano Plazo indicaba que los gastos asociados a la emergencia sanitaria en este año ascienden a 28 billones de pesos ¿Al fin qué? ¿Cómo explicar que fuentes oficiales denoten una discrepancia de más del 300 por ciento?

Quedó el sinsabor de que el monto de los 111 billones de pesos (11 por ciento del PIB) se había soltado con ligereza, simplemente para equipararnos con el Perú, de donde llegó la noticia de que estaba invirtiendo en la lucha contra el coronavirus este porcentaje. Y como para no quedarnos atrás de los incas se recurrió al ejercicio apresurado de mezclar peras con manzanas, metiendo a la carrera en el mismo canasto rubros tan disímiles e imposibles de sumar como las ayudas presupuestales propiamente dichas y las inyecciones de liquidez a la economía que viene suministrando el Banco de la República.

Visto todo lo anterior, es indispensable organizar un libro blanco de la información asociada a la lucha contra la pandemia. Y este debe reunir varias condiciones.

En primer lugar, tiene que agrupar rubros que sean agrupables. Por ejemplo, no resulta técnico sumar gastos efectivamente desembolsados del Presupuesto Nacional con meras contingencias de gastos (lo que en la contabilidad privada se denominarían “cuentas de orden”), como son, por ejemplo, los respaldos otorgados por el Fondo de Garantías, que se traducen en gasto real solo cuando se materializa la contingencia para la cual fueron creados.

Más que las cifras dispersas, anunciadas programa por programa, resultaría útil también que se divulguen los montos consolidados de las diferentes modalidades de ayuda. Esto con el fin de que los datos aislados sobre los distintos árboles no impidan ver la densidad del bosque como un todo. Que no es otra cosa que el conjunto del esfuerzo presupuestal que se está poniendo en marcha para ayudar a las empresas, familias, desempleados y a los más vulnerables en esta pandemia.

En segundo lugar, no se deben anunciar revueltas en un mismo canasto informativo, como queda dicho, las peras y las manzanas. Tal como lo indicamos para el caso de las intervenciones de liquidez del Banco de la República y los pagos presupuestales propiamente dichos para atender la emergencia. Si se desea informar sobre ambos, debe hacerse por aparte.

En tercer término, estos anuncios deben realizarse periódicamente (por ejemplo, cada quince días) a través de una especie de boletín que vaya sumando el monto de lo que efectivamente se está desembolsando de recursos públicos para combatir la pandemia, que es finalmente de lo que se trata y lo que interesa a la ciudadanía. La Contraloría General de la República podría asociarse también a este esfuerzo informativo de transparencia producido en tiempo real. La divulgación de datos agregados y trasnochados, con seis meses o un año de retardo, deja de cumplir con su propósito pedagógico de servir a un control ciudadano y político bien informado.

Solo una buena y oportuna información sobre las cifras presupuestales del gasto vinculado a la atención de la pandemia podrá ayudar a entender inquietantes acertijos como el que planteó hace poco la encuesta adelantada por la Contraloría entre cerca de 12 mil médicos y otros profesionales de la salud en todos los departamentos, según la cual el 48% de los consultados estaba adquiriendo, con sus propios recursos, los elementos de bioseguridad necesarios para su trabajo ¿Qué pasa? ¿No están fluyendo los recursos presupuestales para tan importante propósito?

Sí: estamos necesitando con apremió un libro blanco que ordene y ayude a entender serenamente, pero con seriedad, lo que sucede con los cuantiosos dineros públicos destinados a la lucha contra la pandemia. Ahora, cuando el manejo de los diversos programas de ayuda se ha centralizado en el Departamento de Prosperidad Social de la Presidencia, puede ser buen momento para empezar a hacerlo.