Las Escuelas de Padres | El Nuevo Siglo
Sábado, 25 de Julio de 2020
  • Llave instituciones-docentes-progenitores
  • Nuevo retos de la educación no presencial

 

A partir del impacto de la pandemia del Covid-19 se han empezado a acuñar términos como el de “nueva normalidad” para describir la forma en que la cotidianidad mundial cambiará de forma sustancial a partir de los efectos a corto, mediano y largos plazos de la enfermedad viral que tiene hoy al planeta en la más grave emergencia de las últimas décadas. Si bien es cierto que se ha generado un intenso debate alrededor de si el mundo tendrá realmente un cambio profundo de los comportamientos individuales y colectivos a partir de esta crisis sanitaria, lo cierto es que uno de los temas en donde las cosas difícilmente volverán a ser iguales es, precisamente, en la educación.

Con mayor o menor velocidad, lo cierto es que la educación virtual basada en las funcionalidades de la tecnología digital, que tuvo en los últimos meses un boom a raíz de los confinamientos y las cuarentenas en muchos países, se convertirá de forma rápida en el sistema más utilizado en los niveles de primaria, secundaria y superior. De hecho, una de las mayores coincidencias en los planes de reactivación que se comienzan a implementar en muchos países se refiere a intensificar el uso de las tecnologías de la información y las plataformas digitales en el sector educativo. Esto implica, entonces, que el papel de las familias en los procesos de aprendizaje de sus hijos será cada vez más determinante ya que estos pasarán, por efecto de la instrucción no presencial, cada vez más tiempo en sus casas y menos en las aulas.

Ese nuevo escenario implica una mayor coordinación entre los padres de familia, las directivas de las instituciones y la planta docente para asegurarse de que los objetivos de construcción académica de los estudiantes se cumplan de forma efectiva. Si bien de este trabajo conjunto se viene hablando desde hace mucho tiempo, en la práctica no se cumple de forma efectiva e incluso son recurrentes las quejas de los profesores sobre el bajo o nulo rol de los padres de los alumnos en su proceso educativo.

Visto lo anterior, cuando en Colombia se abre paso, al menos por los próximos meses, un modelo de alternancia en el que los estudiantes solo irán unos días a la semana a sus escuelas y colegios y el resto de sus obligaciones académicas las cumplirán desde casa, resulta interesante la utilidad que pueda tener la nueva ley de Escuelas de Padres, Madres y Cuidadores que fue sancionada el pasado miércoles por el presidente Duque, tras su aprobación en la pasada legislatura. La norma establece los lineamientos para fomentar la participación de estos en los procesos educativos de los niños, niñas y adolescentes.

Las Escuelas de Padres se han venido implementando desde hace años en Colombia y se han enfocado, preferencialmente, en que los progenitores y acudientes de los estudiantes tengan más herramientas para detectar posibles problemas de aprendizaje de sus hijos e incluso, las señales de riesgo respecto a la amenaza de la drogadicción, el matoneo informático, la depresión y otra serie de peligros que acechan a nuestra niñez y juventud, muchos de ellos potencializados por el amplio acceso, sin supervisión, de los menores al internet, los teléfonos celulares y otros aparatos informáticos.

La nueva ley va más allá y redimensiona el papel de las Escuelas de Padres, ahora obligatorias, dándole a los progenitores un rol más activo en el tipo de educación que reciben sus hijos, respetando eso sí las órbitas, competencias y facultades naturales tanto de la institución formativa como de la familia. La idea, en todo caso, es lograr un complemento entre estos dos actores que permita que los estudiantes obtengan los mejores valores, marcos éticos y patrones de comportamiento que les permita desempeñarse de forma segura y sana en todos los ámbitos.

Obviamente es necesario que en la implementación de esta nueva norma tanto las instituciones como los padres sepan reconocer y respetar los lineamientos y competencias de cada uno. No se trata, de ningún modo, de afectar la autonomía de las escuelas y los colegios ni de que se desemboque en un pulso que afecte el desarrollo del Plan Educativo Institucional. Igualmente, hay que evitar que la interacción entre estos dos actores degenere en un debate de ideologismos sobre el modelo educativo, ya que ello a los únicos que terminará afectando es a los educandos.

Así las cosas, resulta interesante la aplicación de la nueva ley de Escuela de Padres en tanto, como se dijo, se respete su espíritu de una mayor coordinación entre instituciones, docentes y padres en pos de la mejor instrucción para sus hijos.