La diáspora venezolana | El Nuevo Siglo
Sábado, 25 de Agosto de 2018
  • Grave crisis humanitaria regional
  • La ONU debe colaborar a fondo

Los historiadores recuerdan que la economía de Venezuela, al culminar el gobierno de Rafael Caldera, era muy próspera, a tal punto que un dólar se cotizaba a 64 bolívares, el crecimiento anual del PIB era de 9.7 por ciento y la inflación llegaba al 31 por ciento, a pesar que el barril de crudo estaba apenas a 6 dólares. Esas cifras contrastan con la caída económica en picada que se desató a partir del gobierno de Hugo Chávez, que empeñó las reservas petroleras y se lanzó a una alocada carrera armamentista de miles de millones de dólares que, inicialmente, pagó de contado pero luego a punta de costosa deuda.

Las arcas del Estado también financiaban la propaganda populista enfocada en exaltar el ego del comandante revolucionario que, a decir verdad, había llegado al poder por la vía pacífica y electoral, pese a sus antecedentes golpistas. Chávez se convirtió en un ‘mesías’ de la izquierda latinoamericana que financiaba campañas en distintos países. Su modelo siempre fue Fidel Castro y pretendía seguir sus pasos en circunstancias muy diferentes. Luego, al implantar la estrategia de represión castrista en Venezuela, se consagró la dictadura como forma de gobierno al tiempo que se declaró la hostilidad a todos los sectores productivos, lo que desató la fuga de divisas y de la mayoría de los millonarios y empresarios del país.

Los efectos económicos y sociales de la destrucción sistemática del sector productivo fomentaron la pobreza así como el exilio de banqueros, empresarios, profesionales y tecnócratas de primera línea, formados en las mejores universidades de los Estados Unidos y Europa. La presión contra el sector privado se agravó con la intervención y expropiación de varias compañías extranjeras, que desestimularon la inversión foránea y nacional. Chávez, al prevalecer la inseguridad jurídica y proceder a capricho, se entronizó como un dictador, pero los efectos nefastos de esa circunstancia en la sociedad no se percibían a plenitud entre el pueblo por cuanto los precios del petróleo estaban por las nubes. La muerte del entonces presidente coincidió con una destorcida en el precio del crudo, que entró en un ciclo negativo y, por obvias razones, la economía venezolana vio reducir sus divisas y evaporarse parte de las reservas en oro que tenía en arcas de Estados Unidos y cutos rezagos trasladó a Cuba.

El declive venezolano y el malestar popular se agigantaron con la llegada al poder de Nicolás Maduro, que pretendió ahondar en el modelo socialista y el reparto del poder de las instituciones del Estado entre sus parciales más destacados. El resultado es una tasa de cambio ruinosa, la recesión marcada, la quiebra empresarial generalizada, escasez de alimentos y una inflación de 1.000.000 por ciento anual.

Ahora, con las recientes medidas económicas de Maduro, al entrar dos monedas a circular, con el supuesto respaldo de las reservas petroleras que anunció el Banco Central, el pánico se extendió por todo el país. Venezolanos de toda condición huyen del país por temor a la represión, la falta de medicamentos, alimentos, la creciente inseguridad y el desempleo. Se cree que las pocas empresas que a duras penas sobreviven, quebrarán. El alza inusitada de salarios y la congelación de los precios hacen inviable la iniciativa privada. Los apagones están a la orden del día…

En tales condiciones los problemas del pueblo venezolano se trasladan de manera masiva y multitudinaria a los países vecinos. En Brasil se han producido dolorosos choques entre la población local y los que huyen de la dictadura chavista. La prensa y la televisión entrevistan en la frontera a los la cruzan y huyen de país con rostros demacrados y enfermos. Les preguntan por qué salen de Venezuela y estos responden que por huyen del hambre y buscan libertad, justicia y una vida mejor. Confiesan que se les acabó la esperanza. Son  generaciones enteras frustradas que prefieren buscar futuro en otras tierras.

A territorio colombiano han ingresado varios millones de venezolanos. Por lo menos un millón de ellos se han quedado en el país, pero la cifra podría ser muy superior. La diáspora venezolana genera enormes problemas y tensiones que se deben asumir con inteligencia, organización y recursos. El gobierno Duque le ha dado prioridad a esa calamidad social que agobia a Venezuela. El canciller Carlos Holmes Trujillo viajó a Nueva York para entrevistarse con el secretario general de la ONU Antonio Guterres, que prometió ayuda. Lo que se espera ahora es que esa asistencia se concrete para hacer frente a la peor crisis humanitaria de las Últimas décadas en el continente.