El Populismo vuelve a la Argentina | El Nuevo Siglo
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Domingo, 18 de Agosto de 2019
Redacción internacional

Las reformas propuestas por Macri han sido tímidas y apostaron al “gradualismo” sin denunciar públicamente el pesado lastre que dejaban 12 años de fiesta populista

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Por: Nicolás Alejandro Liendo (*)

Especial para EL NUEVO SIGLO

EN UN inesperado resultado electoral, el Peronismo liderado por el binomio Alberto Fernández y la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner aplastaron las posibilidades electorales del actual presidente Mauricio Macri en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorios (PASO) del domingo 11 de Agosto. Los Fernández obtuvieron más de 47% de los votos, mientras Macri un paupérrimo 32%. Las encuestas daban un empate técnico, o apenas favorable a Fernández, pero ninguna presagiaba este margen tan amplio.

Estas primarias fueron concebidas con el propósito de que los partidos y coaliciones electorales dirimieran sus diferencias en un mismo día, pero al no haber en esta ocasión más de un candidato por coalición, se convirtieron en una encuesta nacional sin valor legal de decidir el futuro Presidente, pero que en la práctica deja sentenciada la elección general de octubre. Es necesario recordar que en Argentina, el candidato que en la primera vuelta obtenga más del 45%, o 40% y una diferencia de 10 puntos con su competidor más cercano se habrá convertido en Presidente.

¿Cómo explicar este resultado? En primer lugar, Macri recibió de Cristina Kirchner en 2015 una economía colapsada que resistía a punta de subsidios estatales, ya que en Argentina hay más personas que viven de las gabelas del Estado que de los empleos privados (una proporción dos a uno), del cepo cambiario que impedía la compra de dólares, y de los impuestos exorbitantes a los sectores productivos recaudados para nuevamente subsidiar industrias no competitivas internacionalmente, y comúnmente relacionadas a los sindicatos filo-peronistas. Como contrapropuesta, Macri volvió a insertar al país en el mercado mundial, eliminó los cepos cambiarios e impuestos usureros a la producción, y apostó por reformas pro-mercado. En segundo lugar, las reformas propuestas por Macri fueron tímidas y se apostó al “gradualismo” sin denunciar públicamente el pesado lastre que dejaban 12 años de fiesta populista. En tercer lugar, Macri no pudo implementar su agenda de gobierno por tener clara minoría en el Legislativo; por su poca generosidad con los otros partidos de su coalición de gobierno -la UCR, la Coalición Cívica y otros partidos regionales-; y por no saber comunicar en qué consistían los beneficios de sus políticas.

A pesar de todo ello, Macri tuvo algunos logros en materia institucional y de lucha contra la corrupción. Varios ministros y el ex vicepresidente Amado Boudou de Cristina fueron condenados a prisión por escandalosos casos de corrupción durante los 12 años de gobierno kirchnerista. Sin embargo, la gestión de Macri se derrumbó en el primer semestre de 2018 entrando en una profunda recesión, luego de no poder contener la inflación heredada, dar continuidad al déficit fiscal y de la balanza comercial, y ser arrastrada por la caída del gigante brasileño -su principal socio comercial en Mercosur-. Su manejo de la crisis fue aún peor. Le faltó generosidad en la búsqueda de consenso y concertación para los cambios; le sobró obstinación en que el rumbo era el correcto; y la comunicación de la crisis fue ambigua y descoordinada. Quedó en evidencia que hoy en América Latina quienes son buenos en ganar elecciones, no necesariamente trasladan esas habilidades a la gestión una vez están en el gobierno, y que la comunicación electoral es distinta a la comunicación de gobierno.

En consecuencia, el Gobierno llegó a esta elección con un aumento de la pobreza (superior al 35%), una caída del consumo del 50% y aumentos exponencial de la deuda externa y del desempleo que recordó los peores años de crisis económica, sumado a una inflación del 40% anual. Estos indicadores solo pudieron ser revertidos parcialmente en los últimos tres meses producto de un severo ajuste económico acordado en un plan de salvataje con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El contexto de la elección, entonces, era de una hiperpolarización entre un gobierno con magros resultados económicos y algunos logros institucionales y de obras públicas de infraestructura, versus el peronismo unido bajo un candidato percibido como moderado -Alberto Fernández-, pero que está por verse cuanto lo dejará gobernar el ego de Cristina Kirchner -que ahora funge como vicepresidenta-. Macri esperaba que el pasado oscuro de corrupción, persecución política, defensa obsecuente de Venezuela como una democracia y como el modelo económico y político regional, asustara nuevamente a los argentinos, en especial a la clase media urbana, y fuera suficiente para ganar. Pero una vez más el enojo -voto castigo- pudo más que el miedo. Adicionalmente, la Ciencia Política ha demostrado en repetidas ocasiones que es virtualmente imposible reelegir un gobierno con malos resultados económicos, y esta elección argentina parece ratificar que la microeconomía pudo más que la macroideología.

Las consecuencias de esta elección avizoran un futuro inmediato turbulento para los próximos días, que puede perjudicar aún más a Macri. Se espera una subida exponencial del dólar, lo que implica una profunda devaluación y pérdida de poder adquisitivo, un aumento del riesgo país, y una salida masiva y expedita de capitales de Argentina hacia otros mercados con mayor certidumbre. En clave regional, el “casi seguro” triunfo de los Fernández augura un retorno del populismo de izquierda que puede generar un efecto contagio en la ratificación de los gobiernos de igual signo en Bolivia y Uruguay, así como poner un varapalo a la presión internacional contra el régimen dictatorial de Nicolás Maduro.