Un año de gobierno | El Nuevo Siglo
Lunes, 5 de Agosto de 2019
  • ¿Cortes de cuenta realistas?
  • Más allá del clima de polarización

Realismo. Ese es el factor fundamental que se debe aplicar a la hora de realizar el balance de un gobierno. Cualquier evaluación que no parta de esa premisa termina siendo altamente subjetiva y, por lo tanto, deficiente. El presidente Iván Duque cumple su primer año de mandato el próximo miércoles y como es apenas obvio los cortes de cuenta están a la orden del día. En un país marcadamente polarizado es claro que muchas de las calificaciones sobre lo hecho y no por el Ejecutivo en estos 12 meses están contagiadas de esa circunstancia. Negarlo sería por demás ingenuo.

Siendo evidente que todas las opiniones se deben respetar y que cada quien está en la libertad de hacer el balance que considere pertinente, sí debe llamarse la atención sobre algunos de los criterios que se están aplicando en no pocas de esas evaluaciones. Por ejemplo, no deja de llamar la atención que se intente descalificar la gestión económica del actual Gobierno aduciendo que un crecimiento del Producto Interno Bruto en torno del 3 por ciento es mediocre y refleja una deficiente gestión oficial. Es obvio que se requiere un dinamismo productivo mayor para generar más capacidad empresarial y una mejora en los índices de empleo y de calidad de vida de los colombianos. Pero hay que tener en cuenta todas las variables: la economía global, de la cual es imposible abstraerse, atraviesa una época complicada y de enfriamiento, como lo evidencian los últimos reportes del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Incluso la semana pasada la Cepal dio a conocer su última proyección señalando que este año la economía de América Latina y el Caribe crecerá, en promedio, apenas 0,5 por ciento, con fuertes retrocesos de Argentina, México y Brasil, siendo Colombia y Chile, que estarían alrededor del 3 por ciento, como las de mejor comportamiento. Es decir que, en un ambiente internacional enrarecido por el combate comercial entre Estados Unidos y China, y la salida del Reino Unido de la Unión Europea, no es fácil hacerse muchas ilusiones.  De hecho, gozar de los mejores índices de expansión económica, en la región latinoamericana, resulta plausible.

Igual ocurre con el lastre del desempleo, sin duda uno de los mayores problemas actuales. Con más de 2,5 millones de personas sin trabajo y una tasa que no ha podido volver a ponerse permanentemente por debajo de los dos dígitos, hay quienes señalan en este flanco un fracaso absoluto del Gobierno. De nuevo hay que llamar al realismo: una economía creciendo a porcentajes tan bajos ni en Colombia o cualquier otro país puede generar de forma automática un cambio de tendencia en la generación de plazas laborales o, al menos, frenar la pérdida acelerada de las mismas.

Otro tanto pasa con los resultados de gestión en la lucha antidroga. Como lo señalamos en el editorial dominical el hecho de que tanto la ONU como la Casa Blanca hayan certificado que por primera vez en siete años se frenó la tendencia alcista en la extensión de los narcocultivos e incluso que se empiezan a registrar leves descensos en el área sembrada así como en el potencial exportador de cocaína, es una muy buena noticia. Sostienen algunos de los balances sobre el primer año de Duque que estos resultados aún son insuficientes para revertir el auge narcotraficante dejado por el anterior gobierno, que pasó de tener 43 mil hectáreas de hoja de coca, marihuana y amapola en 2013 a casi 210 mil al cierre de 2017. Tienen razón, aún falta mucho camino por recorrer, pero volvamos a la premisa del realismo: el solo hecho de aplicar una nueva estrategia que llevó a detener en menos de un año el crecimiento exponencial de los cultivos ilícitos es un avance innegable, que debe profundizarse en este segundo si se reanuda la fumigación aérea con glifosato, tal como lo autorizó la Corte Constitucional a petición del Ejecutivo.

Son estos tan solo tres ejemplos de la necesidad de aplicar objetividad irrestricta a los balances sobre esta primera cuarta parte del mandato Duque. Y no se trata, desde luego, de irse al extremo de asegurar que la gestión ha sido perfecta. En modo alguno. Hay, ciertamente, varias políticas, estrategias y decisiones que todavía están por dar los resultados esperados y en estas páginas las hemos advertido y urgido su corrección. Lo que se plantea es que al realizar los balances sobre la marcha gubernamental ello se haga sobre un rasero de realismo, siendo exigentes e inquisitivos claro está, pero sin pedir soluciones automáticas ni mágicas, o fuera del foco de la realidad concreta, a problemáticas complejas o estructurales, y menos aun desconociendo los marcos coyunturales locales e internacionales. Somos conscientes de que en un país polarizado ello no es fácil, menos aún en plena época electoral, pero lo peor es resignarse a la desgastante e inútil parcialidad manifiesta en un aspecto tan delicado para la marcha y ánimo del país.