Cinco meses después | El Nuevo Siglo
Jueves, 27 de Agosto de 2020

Durante las últimas dos semanas nos preparamos para el “pico de la pandemia” según los anuncios ampliamente difundidos por Presidente y por la Alcaldesa, que sólo coincidían en prever la llegada a niveles críticos de contagios y muertes, cuando se alcanzaría el temido pico de la curva sin disponer de los suficientes recursos médicos.

Es decir, nos alistábamos para seguir encerrados según sus instrucciones y obedecer a los dos mandatarios, partiendo de una premisa: Por muy poco que ellos sepan sobre el comportamiento epidemiológico de la pandemia y por muy distantes que se vean sus posiciones, saben más que nosotros que no sabemos nada, salvo lavarnos las manos, usar tapabocas y guardar distancia de dos metros de los demás seres humanos. Nos consolaba creer que los dos dirigentes estaban muy preocupados por preservarnos la vida. Pero con los inesperados anuncios de desconfinamiento de esta semana, quedamos despistados.

La falta aparente de una secuencia lógica en las posiciones asumidas sobre el manejo social del coronavirus, despierta mucha inseguridad entre los gobernados. O piensan una cosa, o piensan la otra. Y si tienen razones para cambiar de parecer, que las hagan públicas y reconozcan que la estrategia de las cuarentenas generalizadas pudo ser una equivocación, como lo aseguran hoy algunos expertos. O que sencillamente nos expliquen si se sintieron arrinconados políticamente por la presión de los comerciantes y la amenaza de desestabilización que producen las marchas en Bogotá. Seguro que si nos comparten información, comprendemos.

Los niveles de desempleo y el hambre son insostenibles, sabemos que es necesaria la reactivación económica, O quizás, ¿hay nuevas razones médicas que desconozcamos? ¿Se desaceleró el contagio del virus? ¿Encontraron la vacuna? ¿Hay resultados positivos con el desconfinamiento en otros países? Hasta el momento la respuesta es negativa para todas las anteriores.

El virus sigue su curso de crecimiento y según los más reputados científicos, llegó para quedarse por largo tiempo.

Es inevitable sentirse como “conejillo de indias”. Primero el encierro para defenderse con muros de cemento de un enemigo invisible y ahora nos dicen “no se quede esperando el virus en casa”. Esto parece un juego masivo de ensayo y error. ¿Valió la pena el desgaste que produjo la pelea de la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, con el Presidente Duque, para cambiar ahora de parecer? Claro que no. Ante lo incierto que sigue siendo el comportamiento del Covid-19, aún tienen la oportunidad de aunar esfuerzos, para salvar vidas.

Entramos al aislamiento selectivo que busca detectar focos de contagio del virus y aislarlos por grupos de personas. El ciudadano tendrá más libertad para movilizarse y más responsabilidad para cuidarse. ¿Estaremos educados para la corresponsabilidad en el cuidado de la vida?

Es difícil tomar conciencia de que la noticia del fin del confinamiento estricto no equivale al fin de la pandemia y que la “hora cero de la nueva realidad” con el regreso masivo a las calles, así sea sectorizado, posiblemente no significa menos contagios, o menos muertes. Es cierto que se liberará la presión por salud mental, pero aún no sabemos a qué costo.

Dios quiera que estemos a la altura de la responsabilidad de preservar la vida propia y la de los demás. Está en nuestras manos.